¿Estás viviendo una vida espiritualmente aislada?
¿Cuántos de ustedes, hermanos cristianos, están realmente conscientes de las grandes áreas de dificultad y de tentación en sus vidas? ¿Cuántas conversaciones auténticas y provechosas han tenido recientemente sobre esas áreas?
Dentro del cuerpo de Cristo, que debiese ser la comunidad más honesta de la tierra, muchos de nosotros estamos en una red de relaciones a nivel superficial. Vivimos en el engaño de que nos conocemos unos a otros, pero en realidad no es así. Denominamos «comunidad» a nuestras conversaciones relajadas, auto protectoras y, a menudo, clichés teológicamente, pero rara vez alcanzan el límite de la honestidad bíblica.
Sabemos los detalles fríos los unos de los otros (si somos casados o solteros, el número de hijos que tenemos, la profesión, la ubicación general de residencia o quizás un pasatiempo), pero sabemos poco sobre las luchas de fe que se pelean cada día detrás de los límites personales que demarcamos bien.
El llamado a la comunidad bíblica
Cuando leemos en Génesis 2:18, «no es bueno que el hombre esté solo», vemos que estas palabras no son el clamor solitario de Adán, sino que fueron pronunciadas por Dios como una expresión de su diseño creativo. Desde el comienzo, Dios diseñó que hombres y mujeres sean seres sociales. Si la comunidad era vital en el mundo perfecto antes de que el pecado nos torciera y nos tergiversara a nosotros y a lo que nos rodea, ¡cuánto más vital es ahora que vivimos en un mundo caído!
Escuchen la promesa del pacto hecha a Abram: «Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. En ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12:2-3).
Esta promesa no fue solo un pacto privado entre Abram y Dios. Dios estaba llamando a Abram para que fuera parte de un pueblo. El propósito de Dios al obrar a través de la vida de Abram era comunitario. Él estaba levantando un pueblo sobre el cual él pondría su nombre y sobre el cual mostraría su gracia.
Reflexionen junto a mí durante este tiempo sobre el propósito redentor en Jesucristo, quien «…se dio por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras» (Ti 2:14).
Pablo no habla sobre la obra de Cristo de la manera individualista en la que a menudo nosotros lo hacemos. Él reconoce que, aunque Dios está llamando a personas individualmente a sí mismo, él las está reuniendo con el fin de formar un «pueblo… para [su] posesión».
Dicho de manera clara: la religión del «Jesús y yo» del cristianismo moderno no es el cristianismo de la Biblia.
Es tiempo de recordar que tu camino con Dios es un proyecto en comunidad. Es tiempo de salir del escondite y vivir en relaciones honestas con personas que amorosamente sostendrán el espejo de la Palabra de Dios frente a ti para que puedas ver cuán profundo es todavía tu lucha con el pecado. Es tiempo de rodearte de una red social que te recuerde lo que se te ha dado en Cristo.
Y, es tiempo de hacer lo mismo por tus hermanos y hermanas también! Los cristianos que te rodean luchan de la misma manera que tú, y el Dios que es tu esperanza no está sorprendido por su lucha.
El Señor conoce cada desafío y tentación de tu corazón. Es por esa razón que envió a su Hijo a vivir, morir y resucitar de la muerte.
Preguntas para reflexionar
- ¿Cuántas personas te conocen verdaderamente? ¿Saben dónde estás luchando y cuáles son tus debilidades?
- ¿Cuántas personas conoces verdaderamente, al punto que puedes hablarles sobre sus luchas y debilidades con honestidad y ánimo?
- ¿Qué otros pasajes de la Escritura nos llaman a la comunidad?
- ¿Cómo esos pasajes transforman tu vida, más que solo darle información a tu cerebro?