Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Echo mis preocupaciones sobre Dios y esas preocupaciones siguen encontrando una manera de volver a mí. Entonces, ¿cómo puedo deshacerme de esas preocupaciones para siempre? Recibimos mucho esa pregunta. Hoy nos llega en un correo electrónico de una oyente del pódcast llamada Claire. Claire escribe: «¡hola, Pastor John y Tony! Soy una estudiante universitaria cristiana y escucho APJ todo el tiempo. Pastor John, recientemente estuve releyendo su libro Batallando contra la incredulidad. En el primer capítulo, usted menciona 1 Pedro 5:7 y dice que debemos «echar nuestras preocupaciones sobre Dios». A menudo me he preguntado sobre este mandato y cómo lo hace usted. ¿Cómo lo hace? ¿Simplemente le dice a Dios que renuncia a sus preocupaciones? Además, una vez que las echa, ¿se espera que las olvidemos? ¿O podemos esperar que vuelvan a nosotros?». Pastor John, ¿qué le diría a Claire?
Supón que vives en una aldea con unas quinientas personas y sin ejército, sin fortaleza, y supongamos que oyes que un ejército enemigo de cinco mil soldados armados viene contra ti para tomar tu aldea y destruir a sus habitantes. Ahora, eso sería una carga en tu corazón. Sería una ansiedad y el tipo de cosas que Pedro dice en 1 Pedro 5:7 que deben ser echadas sobre el Señor, ¿verdad? «echando toda su ansiedad sobre Él». O el Salmo 55:22: «Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; Él nunca permitirá que el justo sea sacudido».
Y supón que hubiera un rey, con un ejército de cincuenta mil soldados, que se hubiera comprometido a protegerte a ti y a tu pueblo cuando le pidieras ayuda. Así que envías un mensajero al rey y le suplicas que venga a protegerte contra el enemigo y él envía un mensajero real de vuelta con un mensaje con el sello oficial del rey que dice: «los protegeré. El enemigo no te abrumará». Firmado, «el Rey». Ahora bien, ¿qué significaría para ti en ese momento echar tu carga, echar tu ansiedad sobre el rey?
Seguramente, la respuesta es esta: en la medida en que confíes en la promesa del rey de protegerte, en esa medida, tu carga será aliviada. Si tu confianza es pequeña, seguirás sintiéndote agobiado, pero si tu confianza es grande, tu carga será ligera. Así que la clave para descargar tus cargas, tus ansiedades sobre el rey es confiar en la palabra del rey, la palabra de la promesa, que, por supuesto, incluye confiar en que tiene el poder para hacer lo que dice que hará, que tiene la sabiduría para ser tan estratégico como necesita ser, que tiene la voluntad o el deseo o el compromiso de hacer lo que dice. La confianza implicará todas esas cosas, pero la confianza es la clave para soltar tu carga, para poner tu carga sobre el rey.
¿Qué clase de Dios es?
Cuando se trata de depositar nuestras ansiedades en Dios, lo fundamental es que Dios nos diga qué clase de rey es. ¿Es el tipo de Dios, el tipo de rey, que quiere sobrecargar a su pueblo con cargas como el trabajo esclavizante —como cuando los israelitas en Egipto fueron sobrecargados haciendo ladrillos sin paja— porque ese era el tipo de rey que era el Faraón? ¿O es el tipo de Dios al que le encanta quitarle cargas a su pueblo? ¿Qué clase de Dios es Dios?
Eso hay que resolverlo, y Dios tiene que decirnos y mostrarnos qué clase de Dios es. Oh, qué liberador, qué emocionante fue —lo recuerdo— para mí la primera vez que vi los textos que voy a leer ahora. Nunca había llegado a comprender que Dios es realmente así. Este es el tipo de Dios que creó el universo, que envió a Cristo al mundo, que gobierna las cosas con la providencia de su sabiduría. Él es realmente esta clase de Dios. Así que aquí están.
Generoso
Hechos 17:25: «[Dios] ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas». En otras palabras, Dios no tiene ninguna necesidad. No me necesita. No necesita mi trabajo de esclavo. Al contrario, muestra su divina plenitud, su sabiduría, su poder y su amor dando, no recibiendo.
Libertador
He aquí el Salmo 50:12, 15. Dios dice: «Si Yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay. Invoca mi nombre en el día de la angustia; Yo te libraré, y tú me honrarás». Qué dos versículos tan asombrosos. En otras palabras, nunca pienses que puedes glorificar a Dios proveyendo sacrificialmente para Él, proveyendo tu trabajo para Él, como si Él dependiera de ti para algo. Dios no es glorificado al ser tu beneficiario. Él es glorificado siendo tu benefactor. «Invócame», dice, «en el día de la angustia; Yo te libraré», no al revés. «Yo te libraré, y tú me glorificarás por haberte librado». Él nunca renunciará a la gloria de ser el proveedor y libertador todo suficiente.
Trabajador
Isaías 64:4, oh, esto es glorioso. Recuerdo la primera vez que vi esto y me mostraron la clase de singularidad que Dios reclama para sí mismo. «Desde la antigüedad no habían escuchado ni puesto atención, ni el ojo había visto a un Dios fuera de ti […]». Bien, ¿cuál es la singularidad aquí que nadie ha visto? «[…] que obrara en favor de los que esperan en Él». En otras palabras, lo que hace a Dios único entre todos los dioses paganos de las naciones es que Él no busca ayuda; Él proporciona ayuda. Él trabaja para aquellos que esperan en Él. Baal y Nebo, esos dioses babilónicos, son como ídolos sentados en carretas que tienes que arrastrar con yugos al hombro, mientras que nuestro Dios nos carga. Nosotros no lo cargamos a Él.
Fortalecedor
Y tal vez el texto que más me asombró de este conjunto que estoy leyendo fue 2 Crónicas 16:9: «Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo». Lo que realmente dice esto es que Dios está merodeando; está al acecho de personas que le permitan trabajar para ellos, de personas cuyos corazones se vuelvan hacia Él y confíen en que Él será fuerte en su favor. Dios está buscando maneras, por así decirlo, de mostrar su poder por nosotros, no contra nosotros, por el bien de aquellos que se humillan bajo su poderosa mano y confían en que Él trabaja por ellos. Asombroso.
Servidor
Un texto más para ilustrar el punto y que va directo al meollo del asunto porque tiene que ver con la encarnación y lo que Dios se propuso cuando envió a Jesús. He aquí Marcos 10:45: «Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos». En otras palabras, en el punto culminante de la revelación de quién es Dios —a saber, en la encarnación de su propio Hijo—, lo que vuelve a decir es lo siguiente: «No vengo a buscar ayuda. No vengo a que me sirvan. Vengo a servir. Aquí soy el Salvador. Soy el que ayuda. Soy el Salvador aquí. Aquí soy el proveedor. Aquí soy el guía sabio. Aquí soy el tesoro. No cambies los papeles conmigo. Siéntete necesitado, siéntete satisfecho, siéntete confiado».
Confía en el Dios que es completamente suficiente
Entonces, para responder nuestra pregunta más fundamental: ¿con qué clase de Dios estamos tratando cuando se trata de llevar nuestras cargas? Estamos tratando con un Dios que es tan pleno que no necesita nuestra ayuda para estar más pleno, para ser mejor, para ser más eficaz, para estar más satisfecho, para ser más glorioso. Toda su plenitud —toda su excelencia, su eficacia, su gloria— se muestra a su pueblo al trabajar para ellos, no cuando ellos trabajan para Él. Él levanta cargas. No levantamos las suyas. Entonces, con esta realidad gloriosa y masiva del tipo de Dios con el que estamos tratando, lo que significa echar tu carga o tu ansiedad en el Señor es que escuches sus promesas sobre tu situación y que confíes en que Él es el tipo de Dios suficientemente fuerte, suficientemente sabio, suficientemente bueno para tomar sobre sus fuertes hombros tu preocupación y cumplir su promesa para ti.
Ahora, observa que el mandato en 1 Pedro 5:7 de echar sus ansiedades sobre el Señor está precedido por la declaración de que Dios es poderoso, y seguido por la declaración de que Dios se preocupa. Dice así: «Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo, echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes» (1P 5:6–7). Por lo tanto, confiarle nuestras angustias significa confiar en su poder y confiar en su cuidado para cumplir las promesas específicas que Él hace a sus hijos en las diversas situaciones de la vida.
Entonces, al enfrentar una situación de ansiedad, admito que no puedo satisfacer las necesidades de Dios. Ese no es mi trabajo. Él no quiere que tome ese papel. Estoy indefenso. Dios es completamente suficiente, así que viene a mi mente una promesa como Isaías 41:10, mi promesa más preciada, donde Dios me dice personalmente (casi puedo oírlo pronunciar mi nombre): «John, te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia», una promesa maravillosa. Y confío en esa promesa en ese momento, y esa confianza es el lanzamiento de mi ansiedad sobre Él. Si, por la gracia, puedo descansar en la promesa, la carga se quita y puedo caminar en la situación aterradora sin miedo.
Por lo tanto, nunca dejes de asombrarte de que Dios no es un hombre al que se le debe servir, sino que es Dios, y que se deleita en mostrar su poder y su cuidado no agobiándonos, sino aligerando nuestras cargas. Confía en Él para esto.