Este artículo es parte de la serie Cómo orar publicada originalmente en Crossway.
Cuando el futuro es desconocido
Es natural, todos lo hacemos. Todos nos preguntamos qué vendrá. Algunos de nosotros pensamos en el futuro y esperamos que nuestros sueños se hagan realidad. Algunos de nosotros tememos al futuro y oramos para que no tengamos que enfrentar aquello que tememos. Para algunos de nosotros el futuro parece oscuro y desconocido. Para todos nosotros, nos resulta difícil mirar hacia el futuro y sentirnos seguros, porque simplemente está fuera de nuestras manos. A pesar de toda nuestra consideración, meditación y planificación de lo que ha de venir, las cosas nunca salen de la manera que las habíamos visualizado. Siempre hay curvas inesperadas en el camino. Hay baches y acequias que no habíamos previsto. Hay valles y montañas que no vaticinamos. Nos encontramos caminando por momentos de oscuridad cuando pensábamos que estaríamos viviendo y caminando en la luz. Muy pronto comenzamos a aceptar el hecho de que nunca sabremos qué hay a la vuelta de la próxima esquina.
Sin embargo, no tenemos que vivir agobiados por la ansiedad de lo desconocido. No tenemos que irnos a dormir preguntándonos qué traerá el día siguiente o despertar tratando de solucionar todos los «qué pasaría si» que se nos vienen a la mente. No tenemos que buscar algún modo de descifrar lo que nunca podremos descifrar. No, podemos descansar cuando estamos confundidos. Podemos experimentar paz frente a lo desconocido. Podemos sentir bienestar interior cuando vivimos en medio del misterio. ¿Por qué?
Porque la paz de nuestro corazón no descansa en cuánto sabemos, en cuánto hemos descifrado o cuán exactamente podemos predecir el futuro. No, nuestro descanso está en la persona que sujeta nuestro futuro individual en sus manos sabias y llenas de gracia. Tenemos paz porque sabemos que Él completará todo lo bueno que en su gracia ha iniciado en nuestras vidas. Él es fiel y, por eso, nunca abandona la obra que tiene en sus manos. Él está lleno de gracia y, por eso, nos da lo que necesitamos, no lo que merecemos. Él es sabio y, por eso, lo que hace es siempre lo mejor. Él es soberano y, por eso, reina sobre todas las circunstancias y lugares donde vivimos. Él es poderoso y, por eso, puede hacer lo que le place, cuando le place.
Pablo lo expresa muy bien en Filipenses 1:6: «Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús». ¿Estás experimentando ansiedad porque has olvidado quién eres y lo que has recibido? ¿Estás experimentando temor como resultado de tratar de saber lo que nunca sabrás? Él sabe, se preocupa y completará la obra que ha comenzado.
Di esta peligrosa oración
¿Cuál es la oración que más necesitamos decir, aun cuando es muy peligrosa? Es la única oración que te lleva más allá de las esperanzas y sueños pequeños que ocupan tanto de tus oraciones. Está bien orar por tu trabajo, matrimonio, familia, finanzas, casa, hijos, jubilación, vacaciones, inversiones, iglesia, salud, gobierno y el clima, pero no es suficiente. Este tipo de oración sigue el modelo «ahora mismo, yo». Es sobre la vida aquí y ahora, ahora mismo, y sobre lo que yo creo que necesito aquí y ahora, ahora mismo. Sí, Dios se preocupa de tu vida en el presente. Te da la gracia para este momento. Ahora mismo Él está contigo, para ti y en ti. No obstante, Él te llama a mirarte a ti mismo y a tu vida desde una perspectiva que va más allá de este momento y se extiende más allá de tu habilidad para diagnosticar lo que verdaderamente necesitas.
La oración que Cristo nos llama a decir requiere que dejemos de lado nuestros planes momentáneos y nos ocupemos del eterno. Requiere que renunciemos a nuestro distorsionado sentido de necesidad y nos concentremos en su perfecto sentido de lo que es mejor. Es el modelo de oración «por siempre, Tú». Requiere que adoptes una visión a largo plazo, que dejes de aferrarte a tu vida y te sometas al reinado de otro. Unas pocas palabras peligrosas lo captan bien. ¿Por qué «peligrosas»? Porque tienen el poder de cambiar tu vida por completo y hacer que seas alguien muy diferente a lo que has sido. A esto hemos sido llamados a orar: «Venga tu Reino. Hágase Tu voluntad, aquí mismo, ahora mismo en mi vida, así como en el cielo» (ver Mateo 6:10). Es solo en el contexto de rendición a estas palabras que Jesús recibe tus oraciones sobre tus necesidades del aquí y ahora.
Eso es gracia. No necesito trabajar para ser un rey ni tampoco tengo que llevar las cargas de un rey porque se me ha regalado un Rey. En su Reino, soy bendecido con todo lo bueno que necesito, y al ser recibido en su Reino, soy incluido en algo que nunca terminará. Por lo tanto, di esa oración porque es su gracia peligrosa lo que tú necesitas (y yo también). No dudes. Hazlo ahora. ¿Por qué vivir para lo que dejará de existir? ¿Por qué darle a tu inquisitivo corazón lo que nunca podrá satisfacerte? ¿Por qué decirte a ti mismo que sabes lo que necesitas cuando Aquel que te creó lo sabe mejor que tú y ha prometido dártelo?
Este artículo ha sido adaptado de Nuevas misericordias cada mañana por Paul David Tripp.