Este artículo es parte de la serie Cómo orar publicada originalmente en Crossway.
1. Ora para que tu hijo sepa que él o ella es un portador de la imagen de Dios
Ya seas una madre primeriza o una madre de doce, es asombroso que Dios haga crecer en tu vientre uno (¡o más!) portadores de su imagen. Aunque el niño está hecho de tu ADN y se parece a ti, él o ella es ante todo un portador de la imagen del Dios trino. Igual que tú.
Detente por un minuto para notar los arcos que se arremolinan en tus dedos. Sé consciente de que tus pulmones se llenan de aire, de que tu corazón bombea sangre a través de tus vasos sanguíneos y de que tu cerebro controla las funciones de tu cuerpo (incluso mientras duermes). Tu vida no es un accidente. Alguien la mantiene unida a propósito (Col 1:17). Tanto tú como tu hijo por nacer pertenecen al Señor, son representantes de su imagen y existen para su gloria.
Como representantes de la imagen de Dios, tenemos el privilegio y la responsabilidad incomparables de representarlo en todas las funciones que Él ha diseñado para nosotros ante el cosmos que nos observa.
2. Ora para que tu hijo sea un discípulo que haga más discípulos
La gran idea de Dios sobre la manera en que su gloria llenará la tierra es para que todos la disfrutemos: «hacer bebés que hagan más bebés» nos señala al discipulado. La descendencia del Siervo Sufriente, los seguidores de Jesús que nacen de nuevo a través de su Espíritu, transmiten el Evangelio a aquellos que lo transmitirán.
Dios facilita nuestra fertilidad biológica y espiritual para la gloria de Dios (no la nuestra). Por el poder del Espíritu, la nueva humanidad en Cristo llenará la nueva creación de Dios para alabanza de su gloriosa gracia. Y será profundamente más que hermosa.
3. Ora para que tu hijo sepa que Dios es quien está al centro
¡Oh, cuánto necesitamos ojos que vean a Dios como el centro del universo! Con lo vertiginoso que puede ser el dolor que experimentamos al criar a los hijos, necesitamos tener los recursos para recordar cómo eso nos señala a Dios mismo.
Las complicaciones en nuestra fertilidad no se tratan de nosotras. Nuestros dolores de embarazo no se tratan de nosotras. Nuestro trabajo en la construcción de nuestra familia no se trata de nosotras. En la eternidad pasada, el trino Dios ordenó que la crucifixión del Hijo de Dios fuera el centro de nuestra salvación. Antes de la creación. Antes del pecado de Adán y Eva en el jardín. Antes del pronunciamiento de la sentencia de dolor multiplicado en el parto. Antes del incidente de la roca en Meribá. Desde el principio, Dios diseñó el justo juicio por nuestro pecado para ejemplificar su abundante gracia.
4. Ora para que tu hijo sea nutrido por la Palabra de Dios y rodeado de una comunidad de hermanos y hermanas
Nuestra labor como madres es mucho más de lo que parece. Nuestra esperanza no es simplemente que nuestros hijos sean alimentados, vestidos y educados, sino que nuestro deseo es que sean nutridos por la Palabra de Dios, vestidos con la justicia de Cristo y enseñados a temer al Señor.
Dios busca una descendencia piadosa porque Jesús está destinado a ser el primogénito entre muchos hermanos que amen como Él ama, piensen como Él piensa y sirvan como Él sirve. Esta es la meta de Dios para ti, querida hermana cristiana, y para todos los que ha predestinado. La iglesia es una gran, gran familia de hermanos y hermanas. Estamos vivos junto con Cristo incluso en la medida en que morimos a nosotros mismos todos los días, y un día seremos resucitados físicamente de la muerte como Jesús resucitó. Nuestro Padre celestial ha designado amorosamente la forma en que produce esta conformidad del carácter en cada una de nuestras vidas. Nuestro lugar no es criticarlo, sino someternos a Él con gratitud. ¡Y hacemos esto juntas!
5. Ora para que el alma de tu hijo sea librada de la muerte y reciba la nueva vida que Dios da
El Espíritu de Dios es como el viento: sopla libremente donde quiere para dar vida y es capaz de dar vida. Dios es quien hace que sus hijos nazcan de nuevo. El Espíritu despierta la fe, y, en Cristo, nace un bebé. En lugar de sentirte abrumada por todo lo que hay en el carrusel de bagaje cultural, ora para que el Espíritu quite esas maletas del camino y brille su luz sobre la verdad de la Palabra de Dios. Siembra la semilla del Evangelio y ora para que Dios despierte la fe en el corazón de tus hijos.
Qué maravilloso es pensar que Él diseñaría el parto de tal manera que tengamos una imagen tan cruda, urgente, visceral, común e incomparable de nuestra incapacidad para salvarnos a nosotros mismos y de la libertad del Espíritu para darnos la vida que necesitamos.