¿De qué manera animan los pastores a los miembros de su iglesia a orar más allá de la lista de personas enfermas? La pregunta tiene una respuesta simple, pero podría tomar tiempo explicarla: los miembros comenzarán a orar más allá de la lista de personas enfermas cuando sus pastores sepan cómo hacerlo.
El problema
Este proceso suena simple, pero no debe ser así. Muchas oraciones pastorales no van más allá de la lista de personas enfermas; y aun esas oraciones no son muy directas ni inteligentes. Al contrario, suenan rimbombantes como un reporte de enfermería en el cambio de turno del hospital local:
El hombre con cáncer de colon de la habitación 103 tiene un pronóstico incierto… la señora de la habitación 110 tiene una vesícula que no cede ante el tratamiento… la pierna se está curando bien…
Esas oraciones públicas podrían ser médicamente informativas, pero están empobrecidas espiritualmente. Con normalidad, se centran en la sanidad física y típicamente no equivalen a nada más que a peticiones por doctores, procedimientos y medicamentos efectivos.
Los visitantes de muchas iglesias podrían ser perdonados si se llevan la impresión de que Dios está interesado principalmente en mejorar nuestra salud y que esa radiante salud física es nuestra gran necesidad. También podrían ser perdonados por pensar que Dios no puede hacer lo que le piden, porque muchas enfermedades crónicas siguen sin ser curadas.
He observado que las oraciones pastorales, las reuniones de oración y las listas de oración, cuando están distanciadas de las grandes consideraciones espirituales, demasiado a menudo desaniman y distraen la fe del pueblo de Dios. La oración se transforma en una deprimente letanía de palabras conocidas y superstición mágica que está al borde de la histeria. Opaca nuestras expectativas de Dios o exagera expectativas fantasiosas.
Genera cinismo. Los miembros comienzan a asumir que los enfermos se habrían mejorado de todas formas a medida que la naturaleza toma su curso o la intervención médica funciona.
Y genera otras ideas y prácticas extrañas: la obsesión con la salud y los medicamentos que caracteriza la cultura secular de hoy; la práctica de nombrar o declarar tu sanidad; la creencia supersticiosa de que la cantidad y el fervor de la oración es decisiva para obtener el oído de Dios; la noción de que la oración tiene cierto «poder» intrínseco; la tentación de cuestionar la fe de una persona que no se mejora.
Aprender a orar bien es difícil. De algún modo, nuestras palabras y pensamientos se enredan cuando le hablamos a Dios. Lo has visto, lo has escuchado y lo has hecho: la retorcida sintaxis, las frases formuladas, la repetición sin sentido, los «sí, Señor», las peticiones vagas, el tono de voz artificialmente piadoso y el aire de confusión. Si les habláramos de esta manera a nuestros amigos o padres, ¡pensarían que nos volvimos locos!
Sin embargo, si nuestra comprensión de la oración cambia; si nuestra práctica de la oración entonces cambia; si las peticiones de oración que hacemos y que le pedimos a otros que hagan cambian; si el modelo de oración que presentamos cambia; si nuestra enseñanza sobre la oración cambia…
La oración bíblica por los enfermos
Existe una cantidad de factores que pueden provocar buenos cambios en la forma en que los pastores e iglesias oran. Para comenzar, debemos considerar cómo la Biblia aborda la oración por los enfermos.
Existe una cantidad de factores que pueden provocar buenos cambios en la forma en que los pastores e iglesias oran. Para comenzar, debemos considerar cómo la Biblia aborda la oración por los enfermos.
Santiago 5
Santiago 5:13-20 ciertamente nos presenta una orden para orar por los enfermos.
¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración. ¿Está alguien alegre? Que cante alabanzas. ¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados. Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho. Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto. Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.
Santiago no posiciona este tipo de oración en un contexto congregacional, sino que en lo que podríamos identificar como un contexto de concilio. La persona enferma pide ayuda; se reúne con un par de ancianos; confiesa honestamente su pecado; se arrepiente y se acerca a Dios.
La oración ferviente afecta tanto el estado físico como el espiritual de la persona.
Esto no significa que sea incorrecto orar por las personas enfermas desde el púlpito. ¡Por supuesto que no! Sin embargo, vale la pena observar que el texto clásico de la oración por los enfermos sitúa esa oración en un contexto altamente personal e interpersonal.
Santiago mantiene deliberadamente en vista los asuntos espirituales también. Recuerden que su carta completa se trata de crecer en sabiduría. Aprendemos en el capítulo 1 que el sufrimiento presenta una oportunidad para la sabiduría. Sin duda, el sufrimiento es un buen regalo de lo alto: Tengan por sumo gozo… cuando se hallen en diversas pruebas… y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios…
Santiago ilustra las bendiciones espirituales del sufrimiento con problemas de pobreza, injusticia y conflicto interpersonal. En el capítulo 5, él ilustra esto con la enfermedad. Él la percibe como una oportunidad para buscar perdón de pecados.
Esto no significa que las personas se enferman porque pecaron. A veces, este sí es el caso, como cuando usas drogas intravenosas o cuando la inmoralidad sexual lleva a ETS. Las personas sí cosechan en la enfermedad lo que sembraron en pecado. No obstante, no debemos transformar esto en una regla universal, pues eso lleva a la superstición y a ser consejeros crueles, como en el caso de Job.
Sin embargo, podemos inferir de estos versículos al menos dos otras dinámicas sobre cómo Dios se nos acerca en la enfermedad. En primer lugar, la enfermedad, como en cualquier otra debilidad y problema, debe forzarnos a detenernos, a enfrentarnos a nosotros mismos y a buscar al Señor
Es una oportunidad para ver pecados que no hemos notado porque hemos estado demasiado ocupados: negligencia, irritabilidad, indiferencia, capricho, incredulidad, falta de alegría, ansiedad, espíritu quejumbroso, ambición impía o independencia.
Es una oportunidad para encontrar una necesidad acrecentada por las misericordias de Jesús y un deleite más profundo en Dios. Podrían desarrollarse frutos del Espíritu que no se habrían desarrollado de ninguna otra manera que no fuera por haber sufrido bien: la fortaleza de la fe, una esperanza y alegría que trascienden las circunstancias, un carácter maduro, un conocimiento mayor del amor de Dios, un mayor deseo por vivir para Dios y no para los placeres ensimismados, la humildad de la debilidad, la capacidad de ayudar a otras personas que sufren (cf. Stg 1:3;Ro 5:3-5; 1P 1:6-8, 4:1-3; 2Co 12:9, 1:4; etc.).
Una segunda dinámica espiritual que podemos inferir de Santiago 5 es que la enfermedad, como cualquier otra debilidad o problema, puede enfrentarnos con una gran cantidad de tentaciones. Ya sea una enfermedad que amenace nuestra vida o una que nos haga sentir fatal por un par de días, es asombroso lo que puede surgir de nuestros corazones.
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Algunas personas se quejan y rezongan, poniéndose más cascarrabias con las personas que más intentan cuidarlas.
- Otras se enojan con Dios, con ellos mismos, con otros o simplemente con las molestias.
- Otros niegan la realidad y fingen que nada está mal.
- Otros fingen que están más enfermos de lo que en realidad están, buscando una excusa para evitar las responsabilidades en el trabajo, en la escuela o en el hogar.
- Otros ponen su enorme esperanza, tiempo y dinero en buscar doctor tras doctor, libro tras libro, droga tras droga, dieta tras dieta.
- Otros intentan encontrar a alguien o algo a que culpar, llegando a ser contencioso.
- Otros solo siguen adelante con su vida al hacer, hacer y hacer.
- Otros explotan la oportunidad para obtener toda la atención y la pena extra que puedan.
- Otros se sumergen en la glotonería de la completa autocompasión.
- Otros se deprimen y usan la oportunidad para cuestionar el significado y el valor de su completa existencia.
- Otros son demasiado orgullosos o están demasiado avergonzados como para pedir ayuda.
- Otros se amargan porque Dios debe estar lejos como para que los ayude y se transforman en personas morbosamente introspectivas respecto a cada fracaso real o imaginario.
Entiendes la imagen. Con tantas tentaciones que potencialmente tocarán en nuestra puerta, la enfermedad entra como una de las oportunidades imaginables más ricas para el crecimiento espiritual y el consejo pastoral, como lo deja claro Santiago 5.
¿Está Dios interesado en sanar enfermedades? A veces sí, a veces no. Sin embargo, él siempre está interesado en hacer de sus hijos personas sabias, santas, confiables y amorosas, incluso en el contexto del dolor, de la discapacidad y de la muerte.
Más allá de Santiago 5
Cuando vamos más allá de Santiago 5 y consideramos la enorme enseñanza bíblica, encontramos que solo un par de pasajes se centran en la oración por la enfermedad. No obstante, son un par importante y nos dan una buena justificación para suplicarle apasionadamente a Dios por sanidad.
En Isaías 38, Ezequías suplica para que su salud sea restaurada, y así sucede.
En 2 Corintios 12, Pablo ora fervientemente tres veces para ser liberado de una dolorosa aflicción, pero esta vez Dios dice que no.
En el Salmo 35:12-14 se menciona una sentida oración para que los enfermos sean restaurados.
Tanto Elías como Eliseo se acercaron a Dios apasionadamente para llevar las peticiones de hijos cuyas enfermedades terminaron en muerte, lo que devastó a sus madres (1R 17; 2R 4). En ambos casos, Dios restauró misericordiosamente a los hijos de esas mujeres.
Por otro lado, la Biblia habla con severidad de Asa porque «su enfermedad era grave, pero aun en su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos» (1Cr 16:12). Él es reprendido por fallar en orar en medio de la enfermedad.
La oración puede ocurrir en muchos grados diferentes de intensidad, siendo la súplica y la protesta las más fuertes respuestas. Es sorprendente cuán apasionadas y francas son las oraciones por sanidad en la Escritura. ¡Estos pasajes desafían gráficamente las oraciones superficiales y centradas en la medicina que se verbalizan en las mismísimas iglesias preocupadas por orar por los enfermos!
Cuando los pastores y las iglesias oren por los enfermos (lo que moldeará a los enfermos a cómo buscar a Dios por sí mismos), deberían hacerlo en una tormenta de fuego ferozmente reflexiva.
La oración con prioridades bíblicas más amplias a la vista
Si bien las oraciones de sanidad son importantes en la Escritura, la gran mayoría de las oraciones en la Biblia se centran en otros asuntos. Déjenme categorizar generalmente tres tipos de oración bíblica: oraciones circunstanciales, oraciones de sabiduría y oraciones de reino. Las oraciones por los enfermos son una forma de oración circunstancial.
Con una oración circunstancial, le pedimos a Dios que cambie nuestras circunstancias: sanar al enfermo; darnos el pan de cada día; protegernos del sufrimiento y de los malhechores; hacer que nuestros líderes políticos sean justos; convertir a nuestros amigos y familia; prosperar nuestros trabajos y ministerios; darnos una esposa; calmar esta tormenta peligrosa; mandarnos lluvia; darnos un hijo.
Con una oración de sabiduría, le pedimos a Dios que nos cambie: que profundice nuestra fe, que nos enseñe a amarnos unos a otros; que perdone nuestros pecados; que nos dé sabiduría en las cosas en las que tendemos a ser necios; que lo conozcamos más; que nos capacite para santificarlo en nuestros corazones; que no nos deje deshonrarlo; que nos dé comprensión de la Escritura; que nos enseñe cómo animar a otros.
Con una oración de reino, le pedimos a Dios que cambie todo al revelarse a sí mismo más completamente, magnificando el grado para el cual su gloria y gobierno son obvios: que venga su Reino, que su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo; que sea exaltado en los cielos; que su gloria cubra toda la tierra; que su gloria llene la tierra como las aguas cubren el mar; que venga el Señor Jesús.
El Padre Nuestro
La oración del Padre Nuestro presenta ejemplos de las tres categorías y todas ellas están fuertemente entretejidas cuando sea que oremos correctamente. Después de todo, la venida del Reino del Señor involucra la destrucción de nuestro pecado y sufrimiento. Su Reino provoca un florecimiento de la perfecta sabiduría del amor y una riqueza de bendición situacional. Y cuando le pedimos a Dios que cambie nuestras circunstancias, que nos cambie a nosotros, en última instancia, le pedimos que revele su gloria y misericordia en el escenario de este mundo. Esa es la lógica interna de tal petición.
Cuando cualquiera de estas tres categorías es separada de las otras dos, la oración rápidamente se pone agria. Si solo oramos para tener mejores circunstancias, entonces Dios se transforma en un chico para los mandados (normalmente, un tanto desilusionante). Existe para entregarnos nuestra lista de compras de deseos y placeres, mientras que sus propósitos santificadores y su más grande gloria son dejados atrás. Tal oración persigue el egocéntrico «dame».
Si solo oramos por un cambio personal, entonces podríamos estar revelando una obsesión con la superación moral. Pensamos que somos espirituales, pero en realidad estamos ensimismados y separados de todas las personas y de los deberes de la vida que necesitamos hacer. ¿Dónde está el anhelo por el Reino de Cristo para corregir todo lo que está mal, no solo para mitigar mis pecados y así no sentirme mal acerca mí? Tal oración persigue un ascetismo egocéntrico y moralmente extenuante y hay poca evidencia de amor, confianza y gozo real.
Si solo oramos por una gran invasión del Reino, entonces nuestras oraciones tienden hacia la irrelevancia y la sobregeneralización. Oramos de esta manera cuando no queremos molestarnos con descubrir cómo el Reino en realidad corrige lo que está verdaderamente mal, enjuga lágrimas reales y quita el pecado real. Tal oración persigue a un Dios que no tocará la tierra hasta el último día.
La Escritura contiene un sinnúmero de ejemplos de estas tres categorías de oración bien hechas.
Los Salmos
Déjenme nombrar algunas, comenzando con los Salmos, el libro sobre hablar con Dios.
Alrededor de noventa salmos están en «tono menor», donde la intercesiones se centran en la eliminación del pecado y del sufrimiento. Sin embargo, estas peticiones son siempre hechas a la luz de un Dios que revela sus misericordias, su poder y su Reino.
Por ejemplo, cerca de un tercio de estos Salmos en tono menor presentan una batalla con el pecado y la culpa personal: Enséñame; dame entendimiento; revíveme.
Incluso la mayoría de estos Salmos en tono menor le piden a Dios que cambie las circunstancias: Líbrame de los malhechores; sé mi refugio y fortaleza en medio del sufrimiento; destruye tus enemigos. Estas oraciones siempre están ligadas a la petición de que Dios llegue con la gloria y poder del Reino.
¡Dios se revela a sí mismo al hacer que las cosas malas y las personas malas se vayan!
Luego, hay sesenta o más Salmos de «tono mayor». Estos enfatizan el gozo y la alabanza que marca el reinado del Reino de Dios.
Las oraciones de Pablo
Asimismo, debemos considerar brevemente muchas de las oraciones de Pablo. En Filipenses 1:9-11 y en Colosenses 1:9-14, Pablo no menciona las circunstancias. No hay petición de sanidad, de comida ni de protección.
Al contrario, Pablo le pide a Dios que le conceda sabiduría a las iglesias (a la luz de la gloria venidera del Reino de Dios). Y pide por sabiduría que sería revelada de dos maneras: un amor vertical por Dios y un amor horizontal por el prójimo. Pablo suplica por otros para que profundicen en ambos tipos de amor: Que Dios les conceda conocerlo mejor. Que Dios les conceda que su amor por otros sea más consciente.
En Efesios 1:15-23 y 3:14-21, las intercesiones de Pablo de nuevo se centran en la sabiduría a la luz de la gloria de Dios. Él no hace peticiones circunstanciales; de hecho, ni siquiera pide para que el crecimiento de un amor consciente hacia los demás.
Al contrario, apunta a lo que necesitamos más: Le pido a Dios que les conceda conocerlo mejor.
Conclusión
¿Por qué los miembros de la iglesia no oran más allá de la lista de personas enfermas? Porque sus pastores no les han enseñado o no los ha formado de otra manera.
Todos tendemos a orar para que mejoren las circunstancias y así podamos sentirnos mejor. Tales peticiones son honestas y buenas (a menos que esas peticiones no vayan más allá). Separadas de los propósitos de Dios para la santificación y sin corazones que giman para que su Reino venga, tales oraciones se convierten en oraciones egocéntricas.
Enséñenles a los miembros de sus iglesias a orar la trenza de nuestra verdadera necesidad. Comenzarán a orar mucho más allá de la lista de persona enfermas. Y ellos orarán de una manera notoriamente diferente por los enfermos también.