No es una opción
Debes aconsejar. No es opcional. No puedes decir que no como si fuera simplemente una elección de profesión, un asunto de preferencia personal o una ausencia de dones. Esto no significa que todo pastor tendrá el mismo equilibrio entre los aspectos públicos y privados del ministerio. Cuando aconsejes «formalmente» (p. ej.: juntarte con personas particulares en momentos acordados) depende de muchos factores. Algunos pastores tendrán muchas conversaciones presenciales y personales de consejería; otros, relativamente pocas. Sin embargo, cada pastor debe dedicar un porcentaje de su ministerio al delicado arte de la conversación intencional así como estar continuamente atento a las oportunidades informales latentes en cada interacción humana[1].
El llamado de un pastor a aconsejar es significativamente diferente de cualquier otra profesión de consejería. Consideraremos un par de aspectos de esta singularidad.
1- Tu llamado al ministerio personal está entretejido en toda la Escritura
Muchos pasajes expresan el significado del pastoreo activo e intencional de las almas. Los textos clásicos incluyen Hechos 20:20; Gálatas 6:1-2, 9-10; Efesios 3:14-5:2; 1 Tesalonicenses; Hebreos 3:13-14; 4:12-5:8; 10:24-25, y montones de otros pasajes de «los unos a otros». De hecho, cada lugar que aborda las preocupaciones específicas de un individuo particular puede considerarse un pasaje de consejería. La responsabilidad de un pastor a aconsejar es única. ¿¡Qué otro consejero es llamado por Dios mismo tanto a aconsejar como a entrenar a otros para hacerlo!? Consideremos brevemente tres pasajes.
En primer lugar, Jesús dijo que el segundo gran mandamiento es «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (ver Mt 22:35-40). El amor involucra las necesidades y las luchas específicas de tu prójimo. El amor abarca muchas cosas: actitudes de paciencia y bondad; acciones que satisfacen necesidades materiales y ofrecen una mano de ayuda. Y el amor incluye una conversación honesta sobre lo que importa. De manera interesante, el contexto original para el mandamiento (Lv 19:17-18) aconseja, ilustra y aplica personalmente:
No odiarás a tu compatriota en tu corazón; ciertamente podrás reprender a tu prójimo, pero no incurrirás en pecado a causa de él. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
Dios escoge ir tras uno de los asuntos más difíciles de todos: ¿cómo amarás a tus parientes y amigos en sus defectos? El amor al prójimo se ilustra con un ejemplo de resolución de conflictos cándido y verbal, en contraste con el juicio, la evasión, la amargura y la agresión que llega tan fácilmente. Tú mismo actúas sobre este mandamiento al pastorear personalmente a tu prójimo. Y cuando aquellos a los que aconsejas tienen problemas con un conflicto interpersonal, los ayudas a aprender el amor constructivo y verbal. ¡Qué promesa tienes! «Yo soy el Señor» (misericordioso, compasivo, lento para la ira, abundante en amor y fidelidad, perdonador… mientras considera sinceramente la intransigencia). El pastoreo personal depende de este Dios y luego vive la misma imagen de este Dios en medio de las exigencias de ayudar a personas quebrantadas. Vives lo que está entre esos paréntesis. Éxodo 34:6-7 expone la bondad y la gloria de Dios… y la bondad y la gloria de Dios son atributos comunicables, la imagen de Jesús formándose en nosotros.
El amor conversacional toma muchas otras formas también. Preguntarás: ¿cómo estás en realidad? ¿Quisieras conversar? ¿Cómo puedo orar por ti? ¿Cuáles son tus puntos de presión? ¿Cuáles son tus alegrías y tus tristezas? ¿Hay algún jardín secreto? ¿Luchas conscientes? ¿Victorias engañosas? ¿Cómo estás con Dios y con tus más cercanos y más queridos? ¿Qué cargas llevas sobre ti? Cuando hiciste/dijiste ____, ¿qué querías? ¿Cómo procesas la ansiedad, el enojo o la evasión? ¿Cómo estás lidiando con este maravilloso logro o bendición? Al hacer y responder tales preguntas, entramos en las vidas de los demás. Estas son puertas para la gracia, porque estos son los lugares en los que Jesús encuentra a las personas. Como pastor, tus prójimos más obvios (además de la familia) son el rebaño del cual tienes una responsabilidad personal. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» te llama a aconsejar.
En segundo lugar, considera el libro de Proverbios como un todo. No es incorrecto predicar Proverbios. La sabiduría misma clama en las calles, invitando a todos aquellos que se acercan a escuchar (Pr 8-9). Pero más vale que te asegures de aconsejar Proverbios. La sabiduría verbal es tremendamente apreciada y la mayoría de lo que Proverbios ordena se lee como un consejo individual personalizado cariñoso: como un padre, como una esposa y madre, como un verdadero amigo, como un buen rey, como cualquier persona sabia. La sabiduría es un don de consejería. Cuando viene a distribuir este valiosísimo don renovador de vida, la generosidad de Dios es ciega a las diferencias de género, etnia, edad, riqueza, estatus y educación. ¡Sin duda, Él no colmará del don deseable de la habilidad de la consejería solo a todos los demás en el cuerpo de Cristo, dejando de lado a los pastores! Eres llamado a convertirte en uno de los hombres sabios.
Finalmente, considera las cartas de Pablo a Timoteo, Tito y Filemón. Son ejemplos de consejería pastoral capturadas en papel para siempre. Cada una está dirigida a una persona en específico, discute circunstancias particulares, considera fortalezas y debilidades específicas, y edifica sobre la relación en sí entre un consejero y un aconsejado. Como consejero, Pablo es tierno, entendido, abierto, directo, relevante, animante y desafiante. ¿Puedes predicar legítimamente sobre lo que equivale a un texto de consejería personal? Por supuesto. Pero ¿predicarías solo un texto pastoral personal y no harías también un pastoreo personal? Pastor, estas epístolas te llaman a pastorear.
2. Eres llamado a hacer lo imposible
Es curiosamente consolador saber que tu llamado sobrepasa tu capacidad. Esta es otra manera en que el llamado de un pastor a aconsejar es único. No puedes poner tu confianza en tus dones, experiencia, educación, técnicas, profesión, credenciales, madurez o sabiduría. Eres llamado a hacer lo que Dios debe hacer.
En 1 Timoteo 4:6:16, Pablo exhorta a Timoteo a sumergirse en la verdad revelada, en una vida de fe, en amor activo, en la obra del ministerio, en servir a Jesucristo. Él debe ejercitarse, dedicarse, practicar, persistir. Él debe tener especial cuidado de sí mismo y de lo que enseña. ¿Por qué Pablo subraya el punto tan cuidadosamente? La razón es asombrosa: «[…] porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan» (4:16). ¿Cómo dices? ¿Te salvarás a ti y a quienes te escuchan? Así es. ¿Quién es suficiente para esas cosas? Solo Dios salva de la muerte, del pecado, de las lágrimas, de la debilidad, de nosotros mismos. Solo Cristo salva por gracia, misericordia y paciencia a un costo personal inmediato (1Ti 1:14-16). Solo el Espíritu sana al alma del egoísmo suicida, dándole vida a una persona y a un pueblo a la fe y al amor. No obstante, este gran y buen médico usa con gusto a Timoteo, un mero pastor como asistente médico en el proceso de sanidad. Él también te usa a ti.
Este artículo es una adaptación de The Pastor as Counselor: The Call for Soul Care [El pastor como consejero: el llamado para el cuidado del alma] escrito por David Powlison.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Para discutir cuánto tiempo debe dedicar un pastor a la consejería y al tipo de personas a las que él se entregará, ver el capítulo «Pastoral Counseling [Consejería pastoral]» del libro de David Powlison, Speaking Truth in Love [Hablando la verdad en amor] (Greensboro, NC: New Growth Press, 2005), 127-132. [Disponible solo en inglés].