El que podría ser el capítulo más famoso de la literatura occidental describe el llamado de un «evangelio terapéutico».
En su capítulo titulado «El gran inquisidor», Fiódor Dostoyevski imagina a Jesús regresando a España del siglo XVI (Los hermanos Karamazov, 11:5:v). Sin embargo, Jesús no es recibido por las autoridades de la iglesia. El cardenal de Sevilla, cabeza de la Inquisición, arresta y encarcela a Jesús, condenándolo a la muerte. ¿Por qué? La iglesia había cambiado de rumbo: había decidido satisfacer los deseos humanos instintivos, en lugar de llamar a los hombres al arrepentimiento. Había decidido tergiversar su mensaje hacia las necesidades sentidas, en vez de dar lugar a la libertad suprema, santa y difícil de la fe actuando por medio del amor. Las débiles almas consideraron que el ejemplo y el mensaje bíblico eran demasiado difíciles de seguir y la iglesia había decidido hacerlo más fácil.
El gran inquisidor, que representa la voz de esta equivocada iglesia, interroga a Jesús en su celda de prisión. Él toma partido por el tentador y por las tres preguntas que el tentador le hizo a Jesús en el desierto siglos antes. Él dice que la iglesia dará pan terrenal en lugar del pan celestial; ofrecerá magia y milagros religiosos en lugar de fe en la Palabra de Dios; ejercerá poder y autoridad temporales en lugar de servir al llamado de la libertad. «Hemos corregido tu obra», le dijo el inquisidor a Jesús.
El evangelio del inquisidor es un evangelio terapéutico. Está estructurado para darles a las personas lo que quieren, no para cambiar lo que quieren. Se centra exclusivamente en torno al bienestar del hombre y a su felicidad temporal. Desecha la gloria de Dios en Cristo. Pierde el derecho al camino difícil y angosto que trae el florecimiento humano y la alegría eterna. Este evangelio terapéutico acepta y encubre la debilidad humana, buscando mejorar los síntomas más obvios de aflicción. Hace que las personas se sientan mejor. Toma la naturaleza humana como algo determinado, porque la naturaleza humana es demasiado difícil de cambiar. No quiere que el Rey del cielo venga. No intenta cambiar a las personas para que amen a Dios, dada la verdad de quién es Jesús, de cómo es él y de lo que hace.
El evangelio terapéutico contemporáneo
Las necesidades sentidas instintivas más obvias de los estadounidenses de clase media del siglo XXI son diferentes a las necesidades sentidas que Dostoyevski exploró. Damos por sentado la provisión de comida y la estabilidad política. Encontramos nuestro sustituto de milagros en las maravillas de la tecnología. Las necesidades sentidas de la clase media son menos primordiales. Expresan un sentido dees inter propio más lujoso y refinado:
- Quiero sentirme amado por quien soy, que me tengan compasión por lo que he tenido que atravesar; sentir que me entienden profundamente, que me aceptan incondicionalmente;
- Quiero experimentar un sentido de significancia y propósito personal, ser exitoso en mi carrera, saber que mi vida importa, tener un impacto;
- Quiero tener una alta autoestima, afirmar que estoy bien, poder hacer valer mis opiniones y deseos;
- Quiero entretenerme, sentir placer en el sinfín de espectáculos que deleitan mis ojos y cosquillean mis oídos;
- Quiero sentir la aventura, la emoción, la acción y la pasión para que así pueda sentir que la vida es emocionante y movida.
La versión moderna de clase media del evangelio terapéutico se basa en este particular grupo de deseos. Podríamos decir que el público objetivo consiste de necesidades sentidas psicológicas, en lugar de necesidades sentidas físicas que aparecen típicamente en condiciones sociales difíciles. (El evangelio contemporáneo de la «sanidad y riqueza» y la obsesión por los «milagros» expresa algo más que la versión antigua del evangelio terapéutico del gran inquisidor).
En este nuevo evangelio, los grandes «males» que deben corregirse no requieren ningún cambio fundamental de dirección en el corazón humano. Al contrario, el problema radica en mi sensación de rechazo; en mi experiencia corrosiva de vanidad de la vida; en mi sentido nerviosa de autocondena y desconfianza; en la amenaza inminente del aburrimiento si mi música se apaga; en mis inquietantes quejas cuando un camino largo y difícil está por venir. Todas ellas son las significativas necesidades sentidas de la actualidad que este evangelio se centra en servir. Jesús y la iglesia existen para hacernos sentir amados, importantes, validados, entretenidos y recargados. Este evangelio mejora los síntomas de la angustia; nos hace sentir mejor. La lógica de este evangelio terapéutico es un «jesús para Mí» que satisface deseos personales y alivia dolores psicológicos.
La perspectiva terapéutica no es algo malo en su justo lugar. Por definición, una visión terapéutica-médica tiene en vista los problemas del sufrimiento físico y las crisis. En la intervención médica literal, una terapia trata una enfermedad, un trauma o una deficiencia. No llamas a alguien a arrepentirse de su cáncer de colon, de su pierna fracturada o de su beriberi. Buscas sanar; hasta ahora, bien.
Sin embargo, en el evangelio terapéutico de hoy la manera médica de mirar al mundo se ha extendido metafóricamente a esos deseos psicológicos, pues son definidos de la misma manera que un problema médico. Te sientes mal; la terapia te hará sentir mejor. La definición de esta enfermedad evita el corazón humano pecador. No eres el agente de tus problemas más profundos, sino que una mera víctima de las necesidades insatisfechas. La oferta de una cura se salta al Salvador que cargó con el pecado. El arrepentimiento de la incredulidad, de la terquedad y de la maldad no es un tema. Los pecadores no son llamados a dar la vuelta en U para ir hacia una nueva vida, que ciertamente es vida. Tal evangelio entrega un mensaje de amor propio. No hay nada en su lógica interna que te haga amar a Dios ni a amar a cualquier otra persona aparte de ti mismo. Este evangelio terapéutico a menudo podría mencionar la palabra «Jesús», pero ha sido transformado en un alguien que satisface tus necesidades, no en el Salvador de tus pecados. Corrige la obra de Jesús. El evangelio terapéutico trastorna el Evangelio.
El Evangelio definitivo
El verdadero Evangelio es la buena noticia de que el Verbo se hizo carne, que el Salvador cargó con el pecado, que el Señor de señores resucitó: «[soy] el que vive, y estuve muerto. Pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos…» (Ap 1:18). Este Cristo pone de cabeza al mundo. El Espíritu Santo renueva nuestro sentido de necesidad como un efecto primordial de su presencia y de su poder obrando en nuestro interior. Puesto que el temor del Señor es el principio de la sabiduría, sentimos profundamente un conjunto de necesidades diferentes cuando Dios salta a la luz y cuando entendemos que permaneceremos o caeremos ante él. Mis anhelos instintivos son reemplazados (a veces rápidamente, pero siempre gradualmente) por una consciencia cada vez mayor de las verdaderas necesidades de vida o muerte:
- Sobre cualquier cosa, necesito misericordia: «Ten piedad de mí, oh Dios»; «Por amor de tu nombre, perdona mi iniquidad, pues es grande»;
- Quiero obtener sabiduría y dejar la preocupación testaruda centrada en mí: «nada de lo que deseas se compara con ella»;
- Necesito aprender a amar a Dios y a mi prójimo: «el propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera»;
- Anhelo que el nombre de Dios sea honrado, que venga su Reino, que se haga su voluntad en la tierra;
- Quiero que la gloria, la misericordia y la bondad de Cristo sean vistas en la tierra, que llenen la tierra así como las aguas cubren el océano;
- Necesito que Dios cambie quien soy por instinto, por decisión y en la práctica;
- Quiero que me libre de mi autojusticia obsesiva, que mate mi sed de autovindicación, para que sienta mi necesidad de las misericordias de Cristo y así aprenda a tratar a los demás con gentileza;
- Necesito la ayuda poderosa e íntima de Dios para querer y hacer las cosas que perduran hasta la vida eterna, en lugar de despilfarrar mi vida en vanidades;
- Quiero aprender cómo soportar las dificultades y el sufrimiento en esperanza, al simplificar, profundizar y purificar mi fe;
- Necesito aprender a adorar, a deleitarme, a confiar, a dar gracias, a clamar, a refugiarme, a tener esperanza;
- Quiero la resurrección a la vida eterna: «nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo»;
- Necesito a Dios mismo: «te ruego que me muestres tu gloria»; «¡Maranata! Ven, Señor Jesús».
Que así sea, Padre de misericordias. Que así sea, Redentor de todo lo oscuro y lo quebrantado.
La oración expresa deseo. La oración expresa tu sentido de necesidad: Señor, ten piedad de nosotros. Las canciones expresan alegría y gratitud de un deseo cumplido. Las canciones expresan tu sentido de quién es Dios y de todo lo que él da: Sublime gracia del Señor. Sin embargo, no existen oraciones ni canciones en la Biblia que se basen en las actuales necesidades sentidas terapéuticas. Imagínense esta oración, «Padre nuestro que estás en el cielo, ayúdame a sentirme bien con la manera en la que soy. Protégeme este día de cualquier cosa que encuentre aburrida. ¡Aleluya! Soy indispensable y lo que hago realmente impacta a otros, por eso puedo sentirme bien respecto a mi vida». ¡Ten piedad de nosotros! Al contrario, en nuestra Biblia escuchamos miles de clamores de necesidad y gritos de deleite que nos llevan a nuestras reales necesidades y a nuestro verdadero Salvador.
Buenos bienes; malos dioses
Al ser comprendidas adecuadamente, interpretadas cuidadosamente, las necesidades sentidas son buenos regalos, pero pobres dioses. Lo primero es lo primero: busca primero el reino de Padre y su justicia y todos los otros buenos regalos serán añadidos.
Esto es fácil de ver en el caso de los tres regalos particulares ofrecidos por el evangelio terapéutico del gran inquisidor. Es bueno tener una fuente estable de comida, «danos pan para mañana» (Mt 6:11, literalmente). Todas las personas en todos lados buscan comida, agua y vestimenta (Mt 6:32). Nuestro Padre sabe lo que necesitamos. Pero primero busca su Reino. No vives solo de pan, sino de cada palabra que sale de su boca. Si adoras tus necesidades sentidas físicas, solo morirás. Pero si adoras a Dios, el dador de cada buen regalo, estarás agradecido por lo que él te da; tendrás esperanza cuando sufras escasez; y con seguridad festejarás en el Banquete sin límites.
Un sentido de maravilla y misterio también es algo muy bueno. Pero aplica la misma advertencia, el mismo contexto. Dios no es el mago de Oz, que crea experiencias de maravilla por el bien de la experiencia. Jesús dijo «no» a hacer un espectáculo de sí mismo en medio de las multitudes del templo. Su fidelidad diaria a Dios es un prodigio de maravillas. Lo primero es lo primero. Luego apreciarás la gloria en maneras pequeñas e inmensas. Al final, verás todas las cosas como maravillas, tanto lo que existe (Ap 4) como lo que ha pasado (Ap 5). Conocerás al Dios incomprensible, al Creador y Redentor, cuyo nombre es Maravilloso.
De igual manera, el orden político es un buen regalo. Debemos orar por las autoridades para que gobiernen bien, para que podamos vivir en paz (1Ti 2:2). Sin embargo, si vives por una sociedad justa, vivirás siempre desilusionado. De nuevo, busca primero el reino de Dios. Trabajarás en pos de un orden social justo, lo disfrutarás al punto que sea posible, tendrás razón para soportar la injusticia. Al final, conocerás el gozo impronunciable el día en el que todos se postren al reinado del verdadero Rey.
Por supuesto, Dios nos da buenos regalos, pero también nos da el mejor regalo, el inefable Regalo de regalos. El gran inquisidor quemó a Jesús en la hoguera con el fin de borrar al Regalo y al Dador. Él decidió darles cosas buenas a las personas, pero descartó las primeras cosas.
Las cosas que el evangelio terapéutico contemporáneo ofrece son un poco más difíciles de interpretar. El hedor del interés propio y la obsesión propia se aferra más a esa lista de deseos del «yo quiero ________». Pero incluso esos deseos, cuidadosamente reformulados y reinterpretados, señalan en dirección a un buen regalo. El paquete completo de las «necesidades sentidas» está sistemáticamente desalineado, pero las piezas pueden ser comprendidas apropiadamente. Cualquier «evangelio diferente» (Ga 1:6) se hace a sí mismo creíble al ofrecer «piezas de Lego» de la realidad ensambladas en una estructura que contradice la verdad revelada. La tentación de Satanás a Adán y Eva fue creíble solo porque incorporó muchos elementos de la realidad, señalando continuamente en dirección a la verdad, incluso mientras los alejaba firmemente de la verdad: «miren, un hermoso y deseable árbol, y Dios les ha dicho que probarlo les revelará el bien y el mal, que podrán tener la posibilidad de decidir la vida y no la muerte. Así como Dios es sabio, ustedes, quienes eligen, pueden ser como Dios en sabiduría. Vengan ahora y coman». Tan cerca, pero a la vez tan lejos. Casi lo mismo, pero exactamente lo contrario.
- ¿«Necesidad de amor»? Sin duda es bueno saber que eres conocido y amado. Dios, quien examina los pensamientos y las intenciones de nuestros corazones, también nos entrega su amor inquebrantable. Sin embargo, todo esto es radicalmente diferente de los anhelos instintivos de ser aceptado por quien uno es. El amor de Cristo viene directa y personalmente a pesar de quien soy. Eres aceptado por quien es Cristo, por lo que él hizo, hace y hará. Dios realmente te acepta y si Dios es por ti, ¿quién contra ti? Pero al hacer esto, no afirma ni respalda cómo eres. Al contrario, él comienza a transformarte en un tipo de persona radicalmente diferente. En el Evangelio real, te sientes profundamente conocido y amado, pero tu «necesidad de amor» constante ha sido derribada.
- ¿«Necesidad de significado»? Sin duda es bueno que la obra de tus manos perdure para siempre: oro, plata y piedras preciosas; no madera ni heno ni paja. Es bueno que lo que haces con tu vida realmente contribuya y que tus obras te sigan a la eternidad. La vanidad, la futilidad y la máxima significancia registran la maldición sobre nuestra vida de trabajo (incluso a medio camino, no solo cuando nos jubilemos o cuando muramos o en el Día del Juicio). Sin embargo, el verdadero Evangelio invierte el orden de las cosas propuestas por el evangelio terapéutico. El anhelo por impacto y significancia (uno de los típicos «deseos juveniles» que hierven dentro de nosotros) es meramente idolátrico cuando actúa como el director de operaciones en el corazón humano. Dios no satisface tu necesidad de significancia; él satisface tu necesidad de misericordia y te libera de tu obsesión por la significancia personal. Cuando dejas tu esclavitud y te vuelves a Dios, entonces tus obras comienzan a contribuir para bien. El Evangelio de Jesús y el fruto de la fe no son diseñados para «satisfacer nuestras necesidades». Él nos libera de la tiranía de las necesidades, te vuelve a hacer para que temas a Dios y guardes sus mandamientos (Ec 12:13). En la divina ironía de la gracia, solo eso hace que lo que haces con tu vida tenga un valor perdurable.
- «¿Necesidad de autoestima, confianza en ti mismo y afirmación personal»? Obtener un sentido de confianza en tu identidad es un gran bien. Efesios está repleto de varias docenas de «afirmaciones de identidad» porque a través de ellas el Espíritu motiva una vida de fe y de amor valiente. Eres de Dios: estás dentro de los santos, de los elegidos, de los hijos adoptados, de los hijos amados, de los ciudadanos, de los esclavos, de los soldados; eres parte de la obra de sus manos, su esposa y lugar de su morada; somos cada una de estas cosas en Cristo. Ningún aspecto de tu identidad es autoreferente ni alimenta tu «autoestima». Tu opinión de ti mismo es mucho menos importante que la opinión que Dios tiene de ti y una autoevaluación adecuada deriva de la evaluación de Dios. La verdadera identidad es referente a Dios. La verdadera consciencia de ti mismo se conecta con la alta estima por Cristo. La gran confianza en Cristo tiene correlación con un voto de una fundamental no confianza en ti mismo. En ninguna parte Dios reemplaza la falta de seguridad y la tendencia a complacer a las personas con seguridad en uno mismo. Es más, afirmar tus opiniones y deseos, como tales, te señala como un necio. Solamente mientras eres liberado de la tiranía de tus opiniones y deseos, eres liberado para evaluarlas adecuadamente y luego para expresarlas apropiadamente.
- ¿«Necesidad de placer?» De hecho, el verdadero Evangelio promete experiencias gozosas sinfín, bebiendo del río de deleites (Sal 36). Esto describe la presencia de Dios. Sin embargo, como hemos visto en cada caso, esto está afinado al inverso de nuestros deseos instintivos, no a su directa satisfacción. El camino hacia el gozo es uno de sufrimiento, de perseverancia, de pequeñas obediencias, de disposición a identificarse con la miseria humana, de disposición a derrocar tus deseos e instintos más persuasivos. No hay necesidad de ser entretenido, sino que NECESITO aprender absolutamente a adorar con todo mi corazón.
- «¿Necesidad de emoción y aventura»? Participar en el Reino de Cristo es desempeñar un rol dentro de la más grande historia de acción y de aventura que jamás se haya contado. No obstante, la paradoja de la redención nuevamente pone de cabeza a todo el mundo. La verdadera aventura toma el camino de la debilidad, de la lucha, de la perseverancia, de la paciencia, de pequeñas cortesías bien hechas. El camino a la excelencia en sabiduría no es glamorosa. Otras personas podrían tomar mejores vacaciones y tener matrimonios más emocionantes que el tuyo. El camino de Jesús provoca más polvo que emoción. Él necesitó mucha más paciencia que emoción. Su Reino podría no satisfacer nuestros anhelos por realizar hazañas y buscar emoción, pero «gozo sin igual y eternas riquezas, nadie más que los hijos de Sion conocen». Decimos «sí» y «amén» a todas las cosas buenas. Pero lo primero es lo primero. El evangelio terapéutico contemporáneo en su diversas formas toma nuestros «quiero» literalmente. Aprovecha las golosinas. Elimina la adoración al Dador, cuyo más grande regalo es su misericordia hacia nosotros por lo que queremos por instinto, elección, inculturación y hábito. Él nos llama a un arrepentimiento radical. Bob Dylan describió las alternativas terapéuticas en una frase notable: «piensas que él es un niño mandado a satisfacer tus deseos errantes» (de When You Gonna Wake Up? [¿Cuándo vas a despertar?]). Las cosas secundarias son exaltadas como siervos del Número Uno.
Lo primero es lo primero. Recibe el Evangelio de la encarnación, de la crucifixión y de la gloria. Vive el Evangelio del arrepentimiento, de la fe y de la transformación a la imagen del Hijo. Proclama el Evangelio del día venidero cuando la vida eterna y la muerte eterna sean reveladas, la venida del día de Cristo.
¿Qué evangelio?
¿Qué evangelio vivirás? ¿Qué evangelio predicarás? ¿Qué necesidades despertarás y abordarás en otros? ¿Qué Cristo será el Cristo de tu gente? ¿Será el diosito quien masajeará las necesidades sentidas? ¿O el Cristo que pone de cabeza al mundo y hace todas las cosas nuevas?
El gran inquisidor era muy bondadoso con las sentidas necesidades humanas: con las cosas que todas personas en todas partes buscan con todo su corazón, muy sensible a la dificultad de cambiar a cualquiera. Pero al final demostró ser un monstruo. Existe un dicho en los ministerios de misericordia que dice así, «si no buscas satisfacer las necesidades físicas de las personas, es cruel, pero si no le das a las personas el Cristo que fue crucificado, que fue resucitado y que volverá, no das esperanza». Jesús alimentó a los hambrientos con pan y Jesús ofreció su cuerpo quebrantado como el pan de vida eterna. Finalmente, es cruel dejar a las personas en sus pecados, cautivos a sus deseos instintivos, en desesperación, bajo maldición. El actual evangelio terapéutico suena bondadoso al principio. Es tan sensible a los puntos de presión de dolor y de desilusión. No obstante, al final es cruel y no tiene a Cristo. No fomenta el verdadero autoconocimiento. No vuelve escribir el guión del mundo. No crea oraciones ni canciones.
No debemos ser menos sensibles, sino mucho más exigentes. Jesucristo pone de cabeza la necesidad humana, creando la oración. Él es el inefable Dador de regalos, creando canciones. Y él da todos los buenos regalos, tanto ahora como siempre. Que toda rodilla se doble y que todo lo que respire alabe al Señor.