La oscuridad es normal
Sería de tanta utilidad para el cristiano que lucha recordar que las temporadas de oscuridad son normales en la vida cristiana. Con esto no quiero decir que no debemos intentar vivir por encima de ellas, sino que, si no tenemos éxito, no estamos perdidos ni solos, ya que el fragmento de nuestra fe se adhiere a Cristo. Considera la experiencia de David en el Salmo 40:1-3.
Esperé pacientemente al Señor,
Y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor.
Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso;
Asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos.
Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios.
Muchos verán esto, y temerán
Y confiarán en el Señor.
El rey de Israel está en «el hoyo de la destrucción» y en «el lodo cenagoso»: descripciones de su condición espiritual. La canción de alabanza viene, dice, pero por ahora no está en sus labios. Es como si David se hubiera caído en un pozo profundo y oscuro, y se hubiera hundido en un lodo amenazante. Hubo otro momento cuando David escribió sobre este tipo de experiencia. Él combinó las imágenes del barro con la inundación: «Sálvame, oh Dios, porque las aguas me han llegado hasta el alma. Me he hundido en cieno profundo, y no hay donde apoyar el pie; he llegado a lo profundo de las aguas, y la corriente me cubre» (Sal 69:1-2).
En este foso de lodo y destrucción, hay una sensación de impotencia y desesperación. De repente, el aire, sólo el aire, vale un millón de dólares. La impotencia, la desesperación, la aparente desesperanza, el punto de quiebre para el empresario sobrecargado de trabajo, los extremos de exasperación de la madre de tres niños que lloran constantemente, las expectativas imposibles de demasiadas clases en la escuela, el estrés desgastante de una enfermedad persistente, el ataque inminente de un enemigo poderoso. Es bueno que no sepamos de qué se trató la experiencia. Hace que sea más fácil mirarnos a nosotros mismos en el foso con el rey. Cualquier cosa que provoque un sentido de impotencia y desesperación, y que amenace con arruinar tu vida o quitártela: ese es el foso del rey.
¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo?
Luego, viene el clamor del rey: «esperé pacientemente al Señor, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor». Una de las razones por las que Dios amó tanto a David fue porque él clamó demasiado. «Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama» (Sal 6:6). «Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu frasco; ¿acaso no están en tu libro?» (Sal 56:8). ¡Sin duda lo son! «Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados» (Mt 5:4). Es algo hermoso cuando un hombre quebrantado clama genuinamente a Dios.
Luego, después del clamor, esperas. «Esperé pacientemente al Señor». Es crucial saber esto: los santos que claman al Señor por liberación del foso de la oscuridad deben aprender a esperar pacientemente en el Señor. No hay ninguna declaración sobre cuánto tiempo esperó David. He conocido santos que anduvieron ocho años por una depresión debilitante y salieron a la luz gloriosa. Sólo Dios sabe cuánto debemos esperar. Vimos esto en la experiencia de Miqueas en el capítulo 6: «mor[aré] en tinieblas […] hasta que [el Señor] defienda mi causa y […] me sa[que] a la luz» (ver Miqueas 7:8-9). No podemos ponerle plazos a Dios. Él se apresura o se retrasa como le plazca. Y su ritmo es todo amoroso hacia sus hijos. Oh, que aprendamos a ser pacientes en las horas de oscuridad. No quiero decir que hagamos las paces con la oscuridad; luchamos por el gozo. Pero luchamos como aquellos que son salvos por gracia y sostenidos por Cristo. Decimos junto a Paul Gerhardt que nuestra noche pronto —en los tiempos de Dios— se convertirá en día:
Deja al viento tus temores
Pon en Jehová tu confianza.
Dios atiende tus dolores,
Y tu cabeza levanta.A través de las tormentas,
Con amor, limpia tu vía.
Espera en Él, y esta noche,
Pronto será hermoso día.Más allá de lo que sueñas
Sus designios mostrará.
Cuando complete la obra
Que provocó tu pesar.Deja a su soberanía
El decidir y ordenar,
Para que admirado veas
Cómo te guio en tu andar1.
El fundamento de nuestra seguridad cuando no podemos ver nuestra fe2
Es absolutamente crucial que en nuestra oscuridad nos afirmemos de la sabia y fuerte mano de Dios, incluso cuando no tenemos fuerza para sostenernos de Él. Esa es la manera en que Pablo pensaba de sus luchas. Él dijo: «no es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús» (Fil 3:12). Lo clave que tenemos que ver en este versículo es que todos los esfuerzos de Pablo para alcanzar la plenitud de gozo en Cristo están asegurados porque Cristo lo sostiene a él. Nunca olvides que tu seguridad descansa primero en la fidelidad de Cristo.
Nuestra fe se levanta y cae. Tiene grados. Pero nuestra seguridad no sube y baja. No tiene grados. Debemos perseverar en fe. Eso es cierto. No obstante, hay momentos cuando nuestra fe es del tamaño de un grano de mostaza y es apenas visible. De hecho, la experiencia más oscura para un hijo de Dios es cuando su fe desaparece de su propia vista. No de la vista de Dios, sino de la suya. Sí, es posible estar tan abrumado con la oscuridad que no sabes si eres cristiano, y sin embargo, todavía lo eres.
Todos los grandes doctores del alma han hecho una distinción entre la fe y su seguridad total. La razón para esto es que somos salvos por la obra de Dios al hacernos nacer de nuevo y llevándonos a la fe. «El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» (Jn 3:8).
No somos salvos por producir fe por nuestra cuenta y por luego hacer de ella la base de nuestro nuevo nacimiento. Es al revés. Esto significa que Dios es la base de mi fe y cuando desaparece por un tiempo de mi vista, Dios aún estará ahí sustentando su raíz en el nuevo nacimiento y protegiendo la semilla de la destrucción. Esto fue crucial en el cuidado del alma de Richard Baxter.
La seguridad de nuestra fe y la sinceridad no es necesaria para la salvación, pero la sinceridad de la fe misma es necesaria. Será salvo aquel que se entregue a Cristo, aunque no sepa que lo está haciendo sinceramente. Cristo conoce su propia gracia, cuando aquellos que la tienen no saben que es sólida.
Una gran cantidad de personas es abatida por la ignorancia de sí mismos, sin conocer la sinceridad que Dios les ha dado. La gracia es débil en el mejor de nosotros aquí; y la gracia pequeña y débil no es muy fácil de percibir, porque actúa débil e inconstantemente, y sólo se conoce por sus actos; y la gracia débil siempre está unida a una corrupción demasiado fuerte, y todo pecado en el corazón y la vida es contraria a la gracia y la oscurece… Y ¿cómo puede alguien, bajo todos estos obstáculos, mantener una plena seguridad de su propia sinceridad?3.
Aquí el objetivo de Baxter no es destruir el consuelo cristiano. Al contrario, él quiere ayudarnos en los momentos de nuestra oscuridad a que sepamos que podemos estar seguros en Jesús, incluso cuando hayamos perdido de vista nuestra propia sinceridad. El testimonio del Espíritu Santo de que somos hijos de Dios (Ro 8:16) puede ser claro o borroso. Pero la realidad es inquebrantable. «No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: “el Señor conoce a los que son suyos”» (2Ti 2:19). «Fiel es Dios, por medio de quien fueron llamados […]» (1Co 1:9). «[…] El que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil 1:6). Las palabras de Baxter son consejos cruciales si queremos sobrevivir a la noche oscura del alma. Y esa noche vendrá para casi todo cristiano. Y cuando ocurra, debemos esperar por el Señor, clamar a Él y saber que nuestra autocondenación, traducida en oscuridad, no es tan segura como la Palabra de Dios pronunciada en la luz.
Este artículo es una adaptación del libro Cuando no deseo a Dios: la batalla por el gozo escrito por John Piper.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
- Paul Gerhardt, Give to the Winds Thy Fears (1656), trans. John Wesley (1737), www.cyberhymnal.org/htm/g/i/givetotw.htm, accedido el 15 de julio de 2004. N. del T.: el himno no tiene versión oficial en español. La traducción corresponde a la proporcionada en el libro oficial en español Cuando no deseo a Dios de John Piper.
- Para una comprensión bíblica y equilibrada de la seguridad, ver el libro de Donald S. Whitney, How Can I Be Sure I’m a Christian? What the Bible Says About Assurance of Salvation [¿Cómo puedo estar seguro de que soy cristiano?: lo que la Biblia dice sobre la seguridad de salvación] (Colorado Springs: NavPress, 1994).
- «La cura de la melancolía y la tristeza excesiva por la fe y la física», en Puritan Sermons 1659-1689 [Sermones puritanos de 1659-1689] vol. 3, ed. Samuel Annesley (Wheaton, Ill.: Richard Owen Roberts Publishers, 1981 [available to read at http:// www.puritansermons.com/baxter/baxter25.htm]); 266, 278. N. del T.: traducción propia.

