No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra (Filipenses 2:3-10).
Imagina que son las 7:00 p. m. del domingo y ves todas las publicaciones de lo que otras mamás recibieron para el Día de la Madre. Comienzas a preguntarte si a tu esposo se le olvidó. Quizás es tu primer Día de la Madre y tu suegra invitó a todos a su casa para un almuerzo dominical, por lo que pasaste el día donde tus suegros cuando en realidad querías que todo se tratara de ti. Tal vez diste pistas una docena de veces sobre algo que realmente estabas esperando y detestaste el regalo que te dio tu marido. O tus hijos hicieron su misión volverte loca en un día en el que se supone que ellos deben ser perfectos.
¿Te identificas con algunos de esos escenarios? ¿Alguno de ellos les habla a tus temores? Diré que los he visto todos ser despotricados en varios grupos de mamás en Facebook. Si no estás en guardia contra el ensimismamiento, puede provocar que termines un día, que se supone que estaría lleno de amor y celebración, con un corazón desbordado de frustración y amargura. Sin embargo, esa no es la única consecuencia de un Día de la Madre centrado en una misma. Espero que la siguiente lista te haga consciente, te lleve al arrepentimiento y a la oportunidad de bendecir a otras mujeres y a glorificar a Dios. Y no te preocupes… me estoy predicando a mí misma junto contigo.
1. Sentir amargura y desilusión en lugar de gratitud y gozo
Tus hijos, tu esposo y tu suegra solo pueden «arruinar» tu Día de la Madre si tú lo permites. En última instancia, solo tú eres responsable de la actitud de tu corazón. Escucha, hermana, Dios es soberano sobre cómo se lleva a cabo el Día de la Madre y, como todo lo demás, Él lo usará para tu bien y para su gloria. Una celebración no excusa tu desprecio hacia tu suegra, tu amargura hacia tu esposo o tu exasperación hacia tus hijos. Sus mandamientos aún se aplican y aún hay vida en ellos.
La fidelidad de reconocer a Dios como el dador de tus hijos y de tus privilegios de ser su mamá crece en gratitud incluso si tu esposo olvida el Día de la Madre. La decisión de honrar a la mamá de tu marido protege tu corazón del odio y del desprecio, y hace crecer aprecio y desinterés. La humildad de recibir un regalo que se te da, incluso si no es lo que estabas esperando, promueve el amor entre tú y el dador de ese regalo en lugar de una pelea o incluso una tarde llena de distancia pasiva-agresiva.
Y así como cualquier otro día, Dios usará lo que sea que enfrentes para revelarte tu necesidad de Él, y la gracia disponible por medio de su Hijo aún sigue siendo suficiente para todos tus defectos.
2. Perder oportunidades de ministerio con madres heridas
El Día de la Madre tiene el propósito de ser un día de celebración, pero para muchas es una festividad espantosa. Considera a las mamás que han perdido a sus hijos o han sufrido un aborto espontáneo; hijos (pequeños o adultos) que han perdido a sus madres; viudas o esposas de militares desplegados que no tienen esposos ahí para que lleven a sus hijos a comprar regalos, flores o tarjetas; madres de hijos pródigos que no las honran. Si estás llena de ansiedad respecto a ser reconocida o celebrada en la manera en que tú quisieras, no te quedará energía para preocuparte fielmente por la viuda, el huérfano o la madre abandonada. ¿Acaso no es exactamente el trabajo al cual somos llamadas como mujeres creyentes? ¿Qué pasaría si en el Día de la Madre estuvieras tan consumida por pensamientos sobre estas mujeres que pudieras experimentar el hermoso descanso de olvidarte de ti misma? Sería una bendición para ti y para esas mamás heridas.
3. Fallar en reconocer y amar a mujeres que anhelan tener hijos
Otro grupo para el cual el Día de la Madre podría ser particularmente difícil es el de las mujeres que anhelan ser madres. Podrían estar en la lista de espera de una adopción. Podrían estar intentando concebir o sometiéndose a tratamientos de fertilidad. Quizás son solteras y anhelan un esposo para comenzar una familia. Sin embargo, cualquiera sea la razón, están cansadas de esperar o renunciando a la esperanza. Para estas mujeres, el Día de la Madre les grita: «¡tus brazos están vacíos!». Reconocer su dolor no lo hace peor, lo prometo. Todos anhelan ser vistos y tú no puedes ver a otros cuando tus ojos están sobre ti misma. Sé las manos y los pies de Jesús para esas mujeres este fin de semana[1].
4. Descuidar honrar a las madres que han impactado tu vida
Otro grupo que podrías fallar ver si tus ojos solo están enfocados en ti misma es el de tus madres «espirituales». Estas son las mujeres que te han bendecido y amado, que te han enseñado y pastoreado. Podrían tener hijos propios o no, pero su fidelidad debe celebrarse junto con todos los otros tipos de «madres» en este día. Acércate y cuéntales cómo te han ayudado a formarte y moldearte y cuán agradecida estás. Hónralas.
5. Eclipsar la gloria de Dios con orgullo y arrogancia
No es incorrecto ser celebrada y recibir reconocimiento por un trabajo bien hecho. El apóstol Pablo celebra a las personas a lo largo de todas sus cartas, pero el clamor del corazón de una mamá ensimismada en el Día de la Madre es «merezco alabanza, honor y gloria». Anhela ser adorada. No obstante, solo a Dios le pertenece toda la gloria y el honor por siempre. Es Él quien te hizo. Es Él quien te dio a tus pequeñitos, ya sea por medio de tu vientre o del vientre de su valiente madre biológica. El Día de la Madre es un día que se debe pasar adorándolo a Él por su bondad y benevolencia.
Dulce mamá, el trabajo que estás haciendo es difícil y está lleno de días largos, pero es tan valioso. Tu Dios ve y sabe todo lo que estás haciendo. Él te ama y se regocija por ti con cánticos. Es su gracia la que te sustenta a través de todos los berrinches, las fiebres y todas las limpiezas de encimeras, narices y traseros. Esta semana, oro para que tú y yo seamos protegidas no solo al saber que Él ve todo lo que estamos haciendo, sino que también al saber todo lo que Dios ha hecho por nosotras en Cristo Jesús.
Únete a mí en oración para que Él nos revele nuestro egoísmo y nos ayude a anhelar su gloria por sobre la nuestra. Oremos para que Él nos haga conscientes de otras mujeres en específico a quienes podemos amar por su causa cuando nuestros corazones tienden tanto a preocuparse de sí mismo. Oremos para que Él nos humille y abra nuestros ojos a las maneras en que Él nos ha bendecido más allá de lo que merecemos. Oremos para que Él nos haga como Jesús por medio del Día de la Madre.
Este recurso fue publicado originalmente en Gentle Leading.
[1] De manera práctica, puedes usar la simple expresión (especialmente, en una tarjeta, nota o sin un texto): «estoy creyendo en fe que un día podrías ser madre y oro por tu corazón mientras esperas eso hoy» o «no sé cómo estás viviendo este día, pero quería que supieras que anhelo junto a ti que experimentes la maternidad un día». Un pequeño regalo para acompañar tu sentimiento puede mostrar tu intencionalidad.