Ya han pasado más de 500 años desde el día en que se cree que un hombre llamado Martín Lutero clavó un documento en protesta a la venta de indulgencias de la Iglesia Católica Romana durante el siglo XVI. Presuntamente, lo clavó en la puerta de la iglesia Todos los Santos en Wittenberg, un lugar común para publicar debates y tesis académicas.
Este documento llegaría a ser conocido popularmente como las 95 Tesis y circularía por toda Europa (reconocimiento público a la imprenta). Dio nacimiento a un movimiento conocido como la Reforma durante el cual líderes como Lutero y Juan Calvino llamaron a la iglesia a volver al mensaje original de Jesús y la iglesia primitiva. Sus convicciones teológicas, arraigadas en lo que leían en la Escritura, fueron reveladas en los cinco puntos que hoy conocemos como las cinco solas. Las he enumerado a continuación junto con tres maneras en que cada una de ellas tiene una consecuencia práctica para las madres cristianas hoy en día.
Sola Scriptura [sólo la Escritura]
La Escritura es la única autoridad en la que podemos confiar para saber quién es Dios y quiénes somos nosotros. Nos proporciona todo lo que necesitamos saber, además es verdadera y fidedigna. Por lo tanto, cualquier cosa que contradiga a la Escritura, no es verdad. Para las mamás esto significa que:
- Podemos conocer la verdad por nosotras mismas. La encontramos en la Escritura. Podemos probar cualquier idea en contra de ella cuando determinamos el tipo de iglesia a la que asistiremos, las voces que escucharemos y los mensajes culturales que creeremos o desecharemos. No tenemos que seguir ciegamente a ningún líder religioso, mamá bloguera o autor de libros para padres.
- Estamos totalmente equipadas. No podemos decirnos a nosotras mismas que no tenemos lo que necesitamos para vivir y llevar bien nuestra maternidad. Poseemos la fuente de sabiduría y guía para vivir: la Palabra misma de Dios. No tenemos que depender de una ideología cambiante, de libros de autoayuda para padres o de nuestras circunstancias. La Biblia es fidedigna y fuente óptima de verdad y sabiduría. Nos ofrece una cosmovisión y nos promete «todo cuanto concierne a la vida y a la piedad».
- No tenemos que depender de nuestros sentimientos. Si la Escritura es nuestra autoridad final, nuestros sentimientos no lo son. No importa si sentimos que Dios está lejos o que es injusto, si sentimos que carecemos de valor o que nuestros maridos están más allá de poder ser amados. Este libro nos ayuda a recuperar la verdad de quién es Dios y quién es el hombre. Nos dice lo que es real y lo que no cambia cuando nos invaden las engañadoras olas de hormonas y padecemos falta de sueño.
Sola fide [sólo por la fe]
Somos salvos solo por medio de la fe en Jesucristo. Si somos salvos por la fe, entonces no somos salvos por nuestras obras y acciones. Para las mamás esto significa que:
- No tenemos que preocuparnos por ser perfectas. No tenemos que serlo. No tenemos que vivir llenas de ansiedad afanándonos constantemente para ser lo suficientemente buenas o para ganarnos el favor de Dios. Nuestros fracasos no deben hacernos sentir desoladas porque nuestra salvación no depende de ellos.
- Puesto que el peso de ganarnos nuestra salvación no reposa en nuestros hombros, podemos servir con alegría y sin temor. No somos salvas por nuestras buenas obras, pero sí somos salvas para llevarlas a cabo. Podemos gozarnos en hacer el bien porque somos libres para hacerlo.
- Podemos dejar de castigarnos. El automenosprecio y el autocastigo por nuestros errores no tienen cabida si nuestras obras justas son como trapos de inmundicia. Podemos liberarnos de millones de pequeñas maneras en las que hacemos penitencia por nuestros actos indebidos. Hemos quedado libres de los rituales religiosos de un sistema sacrificial y, en cambio, somos salvas para confiar en un Salvador perfecto.
Sola gratia [sólo por gracia]
Somos salvas solo por la gracia de Dios. Eso significa que:
- Somos libres de preocuparnos de nuestra salvación. No tenemos ninguna parte en ella. La fe es un don, no es algo que podemos hacer aparecer por arte de magia. Por tanto, podemos pedirla sabiendo que Él la otorga gratuitamente. Podemos dormir y descansar tranquilas sabiendo que nuestra salvación la realiza Dios, para quien nada es demasiado difícil.
- Somos libres de creer que somos nosotras quienes debemos salvar a nuestros hijos. Es Dios quien salva. Nosotros podemos plantar y regar, pero si es Dios quien da el crecimiento, entonces no podemos adjudicarnos la responsabilidad final del destino de las almas de nuestros hijos. Podemos aprovechar las oportunidades que Él crea para enseñarles y disciplinarlos sin tener la carga de salvarlos.
- Criamos a nuestros hijos de manera distinta. Si nosotras hemos recibido la gracia de Dios, podemos extender esa misma gracia a nuestros hijos. Podemos invertir nuestros días invitándolos a recibirla y explicándoles que es la gracia lo que los cambia, en lugar de pedirles que hagan las cosas en sus propias fuerzas.
Solus Christus [sólo Cristo]
Solo Jesucristo es nuestro Salvador.
- Si solo Jesús es nuestro Salvador, entonces nuestros ídolos están a salvo de nosotras. Sí, leíste bien. Nuestros hijos y maridos quedan libres de las demandas que les exige nuestro libreto. Somos libres para amar a nuestras familias tal como son porque confiamos en el verdadero Salvador.
- Si solo Cristo es nuestro Salvador, podemos ir a Dios con confianza. Él nos concede su perfecta hoja de antecedentes y, además, está a la diestra del Padre intercediendo por nosotras. Podemos acercarnos al trono de Dios con audacia porque tenemos un intercesor representándonos y que es capaz de empatizar con nosotras.
- Cuando sabemos que Cristo es nuestra justicia, podemos vivir con confianza. Hemos recibido la vida de Cristo, por tanto, no tenemos que defendernos a nosotras mismas ante otros. No tenemos nada que probar. Podemos recibir la crítica humildemente y aprender de otros con gracia porque somos libres de toda comparación cuando obtenemos su hoja de antecedentes.
Soli Deo gloria [sólo a Dios la gloria]
Nuestra salvación y nuestras vidas son solo para la gloria de Dios. Esto significa que:
- Somos libres de tener que labrar nuestra propia reputación y prestigio. No tenemos que sentirnos refrenadas por lo que Él nos ha dado porque no nos preocupa nuestra propia fama. No podemos considerar ninguna acción que realizamos como «no es lo suficientemente buena» o «sin valor» porque todo lo que hacemos, ya sea cambiar pañales, limpiar la casa, amamantar o jugar es glorioso cuando vivimos para su gloria.
- Nuestra visión del sufrimiento y de las adversidades cambia cuando nuestra prioridad es la gloria de Dios. Cuando comprendemos que su gloria es nuestro bien en lugar de dejar que las circunstancias nos derrumben, podemos regocijarnos en el sufrimiento al mirarlo a Él obrando en y a través de nosotros en medio de ese dolor.
- Se nos da una misión, un propósito que podemos llevar a cabo dondequiera que estemos realizando algo. Nos podemos deleitar en cualquier tarea que nos haya sido dada y sentirnos verdaderamente nosotras mismas porque fuimos hechas para su gloria. No tenemos que vivir sin propósito ni tampoco sentirnos como si no lo tuviéramos. Podemos glorificar a Dios con nuestro ser.
Los reformadores lucharon tenazmente para asegurarse de que estas verdades fueran enseñadas y aceptadas en forma general. Algunos de ellos incluso dieron sus vidas en forma dolorosa y humillante para asegurarse de que nosotros pudiéramos sostener la Palabra de Dios en nuestras manos, aprender la verdad en ella y enseñarles a nuestros hijos en nuestros hogares. Lucharon para que pudiéramos reír de solo pensar en pagarle a alguien para comprar la salvación o de pensar en necesitar a alguien que no fuera Jesús para rogar a Dios en nombre nuestro. Por tanto, honremos hoy su dedicación, sus esfuerzos y sacrificios abrazando los principios por los cuales lucharon con el fin de establecerlos para nosotros. La Reforma no ha terminado. Podemos luchar junto a estos santos por estas cosas en nuestras conversaciones y prácticas diarias. Y podemos enseñarles a nuestros hijos a luchar por ello también.