Tuve un colapso real y sincero en un probador de una tienda hace un tiempo. Me encantaría tener tantas posibilidades de vestimentas como las tenía cuando mi yo de antes del embarazo pensaba que no tenía nada que ponerse. Nada me queda. La forma y el tamaño de mi cuerpo está completamente alterado debido al embarazo. Vestirme con cualquier otra cosa que no sea ropa deportiva (vitoreos para LuLuLemon[1] por hacerme sentir que es una opción elegante) es una verdadera lucha. ¿Quién dice amén?
Sin embargo, cuando levanté la vista y vi las cejas fruncidas y las lágrimas calientes sobre mi rostro enrojecido (era toda una guerra intentar sacarme ese último vestido), estaba tan condenada. Esta lucha se había convertido en un baluarte. ¿Cuándo fue la última vez que me había vestido o desvestido sin rencor hacia mi cuerpo? En este momento de dolor, a medida que me arrepentía de mi desprecio hacia este cuerpo, Dios amablemente lavó cada uno de mis tristes pensamientos con su Palabra, abriendo paso a estas reconfortantes verdades:
Mi cuerpo postparto le pertenece a Cristo
El apóstol Pablo nos exhorta a honrar a Dios con nuestros cuerpos porque fuimos compradas con un precio (1Co 6:20). Se entiende que hay un lugar para el creyente que desea estar en forma… pero, si se hace cualquier cosa lejos de la fe es pecado. El ejercicio hecho con cualquier otra intención que no sea glorificar a Dios con mi cuerpo al buscar salud es algo de lo que debemos arrepentirnos. ¡Es una noticia maravillosamente liberadora que nuestros cuerpos, y no solo nuestras almas, le pertenecen! Podemos hacer ejercicio con libertad y alegría en lugar de esclavitud y temor porque Él nos ha liberado de las mentiras que el mundo nos dice sobre nuestros cuerpos. No es incorrecto desear un buen estado físico… pero desear nuestro cuerpo previo al embarazo al punto de que controle nuestras emociones y nos robe el gozo que tenemos en Cristo no es solo pecado, sino que también no tiene sentido. Ten gracia para ti, pues Él ciertamente la tiene.
La función de mi cuerpo postparto importa mucho más que su forma
Debido a la obra consumada de Cristo, soy una nueva creación. Mi cuerpo, dentro de la historia cósmica de la redención, tiene un propósito doble como un recipiente y un vehículo. Como un recipiente, alberga mi alma y al Espíritu Santo. También es un vehículo por medio del cual Dios me capacita para andar en las buenas obras que Él ha preparado para mí de antemano (Ef 2:10). Es muchísimo menos importante que mi ropa me quepa de la manera que me gustaría, que ser vestida de fuerza y dignidad y adornada con las buenas obras que mi cuerpo lleva a cabo (Pr 31; 1Ti 2:10). El cambio en la forma y en la apariencia que nuestros cuerpos experimentan durante y después del embarazo nos presenta una oportunidad única para deleitarnos en su función más que desesperarnos por su forma mientras nuestro errado entendimiento es expuesto en nuestra insatisfacción e impaciencia.
Dios es soberano sobre nuestras estrías
Si Dios verdaderamente nos cuida de tal manera que ni un cabello puede caer de nuestras cabezas sin ser su voluntad, entonces podemos asumir que ninguna estría puede aparecer en nosotras sin que su soberana mano permita que ahí se forme (Mt 10:29-31; Lc 21:18). La forma de nuestros cuerpos puede servir como un indicador de que no estamos honrando a Dios con nuestra dieta o con su uso, pero cuando detestamos las cosas de nosotras que no podemos cambiar o en las que no tenemos ningún impacto, insultamos su diseño. Para cualquier propósito, si es verdad que todas las cosas obran en conjunto para nuestro bien (Ro 8:28), entonces, porque están en nosotras, son su gracia para nosotras. Por tanto, podemos hacer más que odiarlas o simplemente aprender a vivir con ellas… podemos agradecer a Dios por ellas.
Transformar la desesperación en alabanza
La grave confusión que tuvo lugar en ese probador de esa tienda respecto al rol de mi cuerpo me llevó a la desesperación, pero la obra de Cristo en la creyente redime la perspectiva de su cuerpo postparto y la lleva a alabar y a agradecer.
Mis pechos podrían verse como un mapa de carreteras, pero Dios los ha usado para sustentar la vida de otra persona, por quien oramos para que crezca para hacer su Nombre famoso.
Mi barriga podría estar blanda, estirada y aún tener el aspecto de cinco meses de embarazo, pero es un Ebenezer de la fidelidad de Dios por responder a nuestras oraciones por un hijo.
Mis caderas podrían ser demasiado anchas para cualquiera de mis shorts y jeans (menos mal que J. Crew diseñó unos nuevos shorts elásticos a la cintura), pero se extienden según su gran diseño para dar a luz un milagro.
Mis brazos podrían estar más gruesos que nunca, pero son fuertes y están moldeados perfectamente por su Creador para cargar ese asiento de auto para niños y dar expresiones tangibles de su amor cuando tomo, abrazo y sostengo a mi hijo.
Mi rostro podría estar más redondo de lo que me gustaría, pero no es menos capaz de comunicar mi gozo, deleite, empatía y emoción a los pequeños ojos que lo cautivan.
La próxima vez que seas tentada a despreciar y apretar tu sección media, a mover la piel suelta bajo tus brazos o a contemplar con desdén las estrías que tu pequeño causó cuando él o ella creció dentro de ti, pídele al Espíritu Santo que tome cautivo ese pensamiento al llevar tu mente a lo que dice la Palabra de Dios respecto a quién eres (y qué es tu cuerpo) debido a quien es Dios y a lo que Cristo ha hecho.
¿Y tú? ¿De qué maneras has luchado con estos pensamientos desde que tuviste un hijo? ¿Qué puedes celebrar de tu cuerpo hoy? ¿Qué pasos estás dando para amar a Dios con tu fuerzas dentro de tu cuerpo postparto?
Este recurso fue publicado originalmente en Gentle Leading.
[1] N. del T.: marca de ropa deportiva.

