Cuando tenía diecisiete años, leí un libro sobre la mujer de Proverbios 31. No tengo ninguna crítica sobre el libro. Creo que fue escrito por una mujer piadosa que estaba sirviendo en honor a Dios. Me asombró descubrir que una parte de la Biblia parecía estar escrita directamente para mí, una mujer. Fue un descubrimiento que se sentía como si me hubiesen dado una pauta para vivir: no más misterio, no más desconcierto mientras me abría paso torpemente entre las cosas que no entendía; el manual detallado había llegado.
Cuando conectaba Proverbios 31 con otras partes de la Biblia que dan enseñanzas a las mujeres, no estaba segura de por qué necesitaba leer el resto de la Biblia. Quizás mi deber era quedarme solamente en esos versículos. Sin duda, eran suficientes para mantenerme ocupada el resto de mi vida. Por instinto, sabía que no estaba a la altura del estándar de piedad que estaba leyendo.
Necesitamos toda la Biblia
A lo largo de los años, he conocido muchas mujeres de iglesia que tienen diversos puntos de vista sobre estos pasajes bíblicos para mujeres. Algunas han desarrollado cierta resistencia y rechazo al escuchar partes de la Biblia dirigidas a mujeres (por lo general, debido a que estos pasajes fueron convertidos en una bomba legalista contra ellas). Por otro lado, están aquellas que nunca hablan de la Biblia si no es para citar Tito 2 o 1 Pedro 3, felices de vivir ahí. Y después están las mujeres desafiantes que se rehúsan a dejar que la Biblia les hable y hacen malabares de flexibilidad para torcer la Palabra a tal punto que, si la Biblia tuviera venas, la circulación sanguínea se habría cortado en ciertas partes, pues las consideran irrelevantes e incorrectas.
En la facultad de lenguaje en la universidad, cada cierto tiempo se eliminaban ciertas partes de la literatura, pues, en estudios críticos sobre género, eran consideradas dañinas para las mujeres. ¿Quiénes eran esos hombres occidentales ya muertos para decirnos lo que es la buena literatura? ¿Quiénes eran para escribir personajes femeninos para nosotras? ¿Con qué otra razón, si no es para rebatirlos, las mujeres educadas deberían leer semejante basura? Para algunas, este pensamiento se ha extendido a la Palabra de Dios. Si podemos librarnos de ellos, ¿por qué no también de esos hombres del Medio Oriente que ya están muertos?
Sin embargo, la Biblia no es una pequeñez. No es comparable a Los viajes de Gulliver ni a Oliver Twist. Su autor es divino, no está muerto; es perfecto, no pecador. Leerla significará cambio y juicio, en cierta medida. Podemos acercamos a ella con determinada sumisión o podemos desecharla como algo aburrido, dañino, estúpido o incluso lindo. En absoluto orgullo, podríamos incluso aprovecharnos de ella, editándola a nuestra manera. No es indiferente hacia nosotras; nos gobierna ya sea que estemos dispuestas ahora o contra nuestra voluntad después.
El Dios de la Biblia no puede ser reducido a unos pocos pasajes selectos dirigidos hacia las mujeres. Tampoco él permitirá que sus hijas bloqueen «el torrente sanguíneo» de las partes que no nos gustan mucho. Él demanda todo de sí mismo para darnos todo a nosotras.
Necesitamos una visión de Dios
Por la gracia de Dios, no me quedé en las secciones de la Biblia solo «para mujeres». Dios había puesto amor en mi corazón por él y yo quería más de él, más de su bondad, de su amor, de su amabilidad, de su justicia y de su perfección. Lo necesitaba desesperadamente. Necesitaba más que una visión sobre la feminidad; necesitaba una visión de Dios.
Conocer a Dios por medio de toda la Biblia, sus obras y sus caminos; las historias, los poemas, los profetas y las promesas; los Evangelios, las epístolas y todo lo demás, me han dado una visión completa de Dios en el rostro de Jesucristo. Mientras me voy dando cuenta de que él no es pequeño sino que grande; que no es esclavo sino que libre; que no está hecho a mi imagen sino que yo estoy hecha a la suya, mi comprensión de lo que es ser su hija en vez de su hijo también ha crecido.
Mi comprensión sobre mi identidad como hija ya no se limita a tres o cuatro textos o a las implicaciones forzadas de historias sobre mujeres, sino que es formada por toda la Biblia y por todo lo que significa ser una cristiana. Pablo nos instruye a todos:
Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él (Colosenses 3:16-17).
Quizás el Señor les está recordando hoy que toda la Biblia es para ustedes, para habitar en ustedes con toda riqueza (como me lo recordó a mí hace muchos años).
Las secciones «para mujeres»
Por lo tanto, ¿qué implica esto para las partes de la Biblia que están dirigidas a las mujeres? ¿Acaso ahora estamos por encima de ellas? No, no lo estamos. ¿Merecen nuestra concentración, nuestro estudio y nuestra atención? La respuesta es sí. Imaginen que reciben una carta dirigida a su familia escrita por un tío. Comienza con, «Querida familia:», y continúa su mensaje por cinco párrafos. Luego el sexto comienza diciendo, «A mis sobrinas…». Prestaríamos completa atención a toda la carta, pues algunos de los puntos principales estarán en el resto de ella. No obstante, pondríamos especial atención a las partes escritas a nosotras también.
Dios me ha vuelto a llevar a esas secciones «para mujeres» con nuevos ojos: ojos agradecidos; ojos humildes; ojos que pueden ver esos pasajes como una parte del todo. Esas secciones no son insignificantes, tampoco son partes que debamos eliminar o aislar del resto. Por el contrario, son tesoros; son un aroma agradable y esencial de Cristo. Así que, sí, lean buenos libros sobre la mujer de Proverbios 31 con agradecimiento. Estudien sobre las mujeres del Antiguo Testamento. Adopten las virtudes femeninas tanto como puedan. Pero también lean todo lo demás: los mandamientos dados al pueblo de Dios. Maravíllense de la obra de Dios con Abraham, Moisés, José y David; vean los tipos de Cristo; escuchen el Evangelio una y otra vez; reciban y obedezcan toda la Palabra.
Mujeres, nos hace daño usar la Biblia como un libro de recetas que nos dice cómo ser una mujer; en vez de ello, busquémosla para ver a nuestro Dios y Salvador, que nos enseña todas las cosas. Omitir la realidad de ser mujer, pensando que podemos someternos a Dios sin someternos a su buen orden creacional, nos pondrá guerra con él. Estas dos realidades son la parábola que nos define. Tenemos el privilegio, la libertad y el don de ser completamente cristianas y mujeres.