Querida mamá, ¿cómo fue el año que recién pasó para ti? ¿Tienes metas y propósitos para este nuevo año?
El inicio de un nuevo año nos hace reflexionar, soñar y definir propósitos, metas y objetivos. También nos lleva a evaluar el año que pasó. Miramos lo que planeamos, lo que hicimos y lo que no. En muchas ocasiones, podemos llegar a pensar que el Año Nuevo trae una nueva vida —como si pasar de diciembre a enero significara realmente comenzar desde cero—. Nos sentimos motivadas junto con una gran expectativa de que el nuevo año será mejor que el anterior.
Por ejemplo, yo comencé el año pasado con un plan para leer la Biblia completa en 365 días. Al comienzo, estaba muy motivada, pero terminé el año con un tercio del plan de lectura completado y alguna que otra página rasgada de mi Biblia. Tratar de leer la Biblia al mismo tiempo que cuidas a un hijo pequeño, puede ser bastante desafiante y caótico.
Probablemente, si miras en retrospectiva el año que pasó, podrás confirmar que algunos (o muchos) planes no se cumplieron. Sin embargo, también te inundará una sensación de alivio debido a que el año terminó y llegó uno nuevo con nuevas oportunidades.
Puede que este nuevo año signifique para ti volver al trabajo y estar lejos de tus hijos; puede ser otro mismo nuevo año en el que tendrás que postergar tus sueños profesionales para seguir cuidando a tu familia; puede que, después de tantas resoluciones frustradas, comiences un nuevo ciclo sin mucha o ninguna expectativa.
Evaluar el año que pasó nos puede llenar de culpa y frustración si es que no tuvimos un buen desempeño, o quizás de orgullo y prepotencia si es que fue exitoso. ¿Y de qué sirve todo eso? Solo nos hace comenzar un nuevo año con miedo y sintiéndonos abrumadas por lo que nos espera o con arrogancia y orgullo, al creer que tenemos toda la capacidad para lograr lo que nos proponemos.
Por esta razón, hoy te quiero invitar a mirar hacia atrás, no para ver lo que hiciste o no hiciste, sino para recordar todo lo que el Señor hizo a lo largo del año que pasó. Aunque haya sido uno difícil, quiero recordarte algunas cosas:
- Las misericordias del Señor se renovaron cada mañana (Lm 3:22-23).
- Día tras día, Dios no hizo nada malo, todo lo contrario, fue completamente justo e hizo todo lo que se propuso (Sof 3:5).
- El Señor sobrellevó tus cargas en todo momento (Sal 68:19).
- Jesús estuvo contigo, cada día (Mt 28:20).
¿Puedes mirar hacia atrás y ver la realidad de estas verdades bíblicas en tu vida durante el año que pasó? Lo más increíble es que tales cosas sucedieron independiente de tus esfuerzos. Es más, estas verdades sucedieron, están sucediendo y seguirán sucediendo todos los días de tu vida. Podemos dar gracias a Dios por estar con nosotras, incluso en aquellos momentos más difíciles del año.
No quiero que pienses que estoy en contra de tener nuevas resoluciones. Está bien planear, proyectar y trabajar con diligencia para llevar a cabo todo lo que nos proponemos. Si todavía no lo haces, es bueno que te organices, planifiques y trabajes con diligencia para cosechar frutos que den gloria a Dios. Yo espero que lo hagas, pero hazlo sin olvidar dos cosas sumamente importantes. Primero, debes recordar que tú no te perteneces a ti misma. Tu vida no depende de tus esfuerzos ni tampoco de tus deseos y buenas intenciones. Al contrario, somos llamadas a confiar en la soberanía de Dios en nuestras vidas. Recuerda que Dios hace que las cosas cooperen para el bien de los que le aman (Ro 8:28). Y segundo, recuerda que no tienes que probar nada. Tu valor y tu identidad no están en lo que haces, sino en lo que Cristo hizo por ti en la cruz. No tienes que demostrar ser alguien, validar o justificar tu vida con proezas y resoluciones de Año Nuevo. Eres amada y aceptada, tu valor está en Cristo. Y Él ya ha conquistado por ti todo lo que realmente necesitas. Por lo tanto, descansa en la gracia de Dios, por medio de la cual se te ha dado todo lo que necesitas para vivir una vida en abundancia.
Finalmente, te quiero recordar que no es un nuevo año lo que va a transformar tu vida, tampoco lo harán las resoluciones específicas que hagas o la disciplina requerida para cumplir algún tipo de meta. Lo único que te transformará será tener tu mente cautiva a la Palabra de Dios. El apóstol Pablo dijo en Romanos 12:2 (NVI): «[…] sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios […]».
Si tienes alguna resolución para este nuevo año, por favor, que sea la de recordar una y otra vez el Evangelio. Que sea conocer más a Dios a partir de su Palabra y estar bajo su señorío, al llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo. Será solamente una mente cautiva a la Palabra la que te permitirá experimentar la buena, agradable y perfecta voluntad del Señor para tu vida en este nuevo año.