Comencemos con las advertencias. Cuando digo pastores-teólogos no me refiero a un pastor-erudito que tiene un pie en lo académico, y el otro, en la iglesia. No me refiero a un pastor-experto que regularmente comenta las noticias del día desde una perspectiva cristiana. No me refiero a un pastor-escritor que publica artículos, blogs y libros. Todos estos ejemplos pueden ser un tipo de pastor-teólogo y, en ese sentido, todos pueden ser buenos y necesarios. Como alguien que incursiona en todas estas cosas, yo sería la última persona en decir que no necesitamos pastores que estén involucrados en lo académico, la erudición y la publicación.
Sin embargo, eso no es a lo que me refiero por pastor-teólogo. Lo que tengo en mente es más simple, más explícitamente bíblico y, en consecuencia, más importante. Cuando digo que necesitamos más pastores-teólogos en la iglesia, quiero decir que todo pastor debe conducir su ministerio con miras a declarar la verdad teológica, identificar el error teológico y discipular a su congregación para que esté teológicamente bien informada y para que se pueda expresar correctamente.
UNA VISIÓN BÍBLICA
Esta visión del ministerio pastoral no es el sueño imposible de los cerebritos reformados. Es el tipo de liderazgo pastoral establecido en la Escritura. Para comenzar, considera que pastor solo es otra palabra para pastor de ovejas. Los pastores de ovejas eran individuos rudos, responsables de ejercer una valiente compasión y una suave autoridad. El trabajo de un pastor de ovejas era proteger al rebaño, alimentarlo, disciplinarlo y guiarlo tanto en tiempos de tranquilidad como de pruebas (ver Salmos 23:1-3; Juan 10:1-15). El anciano o el obispo era el encargado de defender al rebaño de los lobos, al enseñarle todo el consejo de Dios y al negarse a alterar su Palabra (Hch 20:17-31). Ese es el trabajo de un pastor-teólogo. Tienes que ser un pastor bien entrenado y profundamente teológico para enseñar a diario en la escuela de Tirano por dos años (19:9) e instruir y amonestar a tus líderes cada noche por tres años (20:31).
Luego tenemos las epístolas pastorales. A juzgar por las instrucciones de Pablo a Timoteo y a Tito, el ministerio pastoral no se puede reducir a entregar compasión desde un corazón amoroso e inspiración moral. Solo tenemos que examinar la primera carta a Timoteo. Pablo nos dice que el objetivo de la responsabilidad pastoral es el amor que proviene de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera (1Ti 1:5). ¿Qué implica este amor? Implica advertir a aquellos que se han desviado de la verdad y han hecho naufragar su fe (1:6, 19). Significa ser capaz de enseñar (3:2). Significa ser un buen siervo de Cristo Jesús, instruido en las palabras de la fe y de la buena doctrina (4:6). Significa dedicarse a leer la Biblia, a exhortar y enseñar (4:13). Significa persistir en la verdad y denunciar a aquellos que enseñan una doctrina diferente y no se conforman a la sana enseñanza (6:2-3). El pastor-teólogo guarda el tesoro que se le ha encomendado (6:20).
TEOLÓGICO HASTA LA MÉDULA
No son solo los detalles de 1 y 2 Timoteo y Tito los que subrayan la importancia de los pastores-teólogos en la iglesia. Si damos un paso al costado para ver el panorama completo, veremos que la naturaleza misma del ministerio del Evangelio es ineludiblemente teológica.
1. Dios se nos ha revelado en su Palabra y nos ha dado su Espíritu para que podamos entender su revelación
Obviamente, no necesitas entender cada tema en la Escritura para ser cristiano. Dios es misericordioso al salvarnos a todos nosotros aun cuando haya muchos vacíos en nuestro entendimiento. Sin embargo, si tenemos una Biblia que podemos leer, y una increíble provisión de libros y recursos en un idioma que también podemos entender, ¿por qué no desearíamos comprender la autorrevelación de Dios tanto como nos sea posible? Teología significa conocer más de Dios y los pastores son un regalo para ayudarnos en este viaje ascendente.
2. El Nuevo Testamento confiere un alto valor al discernimiento de la verdad del error
Hay un depósito de verdad que debe ser protegido. La enseñanza falsa debe ser considerada inaceptable. La buena enseñanza debe ser promovida y defendida. Este no es el fervor de algún seminario tipo torre de marfil en alguna parte, sino el de los apóstoles y del Señor Jesús mismo, quien elogió a la iglesia en Éfeso por no tolerar a los falsos maestros y por aborrecer las obras de los nicolaítas (Ap 2:2, 6).
3. Los mandamientos éticos del Nuevo Testamento se basan en proposiciones teológicas
Muchas de las cartas de Pablo tienen una doble estructura. Los primeros capítulos exponen la doctrina y los últimos nos exhortan a la obediencia. Ambas están siempre conectadas. Es en vista de las misericordias de Dios y todas las cuantiosas realidades teológicas de Romanos 1-11 por las que somos llamados a dar nuestra vida como sacrificio vivo en Romanos 12. Así es, ortopraxia como ortodoxia. No podemos hacer lo segundo sin haber examinado lo primero. El discipulado depende de la doctrina.
4. Las categorías teológicas nos permiten regocijarnos más plena y profundamente en la gloria de Dios
Las verdades simples son maravillosas. Es bueno cantar: «Cristo me ama, bien lo sé». Cuando lo cantas con fe sincera, el Señor se complace. Pero también se complace cuando cantamos y oramos sobre quién es Jesús, de qué manera nos ama y por qué sabemos que esto es verdad. Si podemos regocijarnos en la simple verdad del amor de Jesús por los pecadores, cuánto más nos regocijaremos cuando podamos glorificar la obra completa de Cristo, descansar en su exhaustiva providencia, maravillarnos de su infinidad y eternidad, deleitarnos en su santidad, meditar en su Trinidad y unicidad, y asombrarnos de su omnisciencia y omnipotencia. Estas categorías teológicas no están concebidas para darnos cerebros más grandes, sino para que tengamos corazones más grandes y mejores ojos para ver y saborear quién es Dios y lo que ha hecho. El discipulado depende de la doctrina.
CONCLUSIÓN
Si te atrae la visión de pastores-teólogos en la iglesia, déjame animarte que no necesariamente necesitas otro grado académico (aunque la capacitación es importante) y, ciertamente, no necesitas ser un intelectual público o un académico altamente respetado (aunque también tenemos necesidad de ellos). Lo que tú y yo necesitamos es muy simple, aunque es más fácil decirlo que hacerlo. Necesitamos cultivar hábitos de la mente (leyendo libros), cultivar hábitos del corazón (creciendo en oración, estando abiertos a la corrección y teniendo el valor de vivir según nuestras convicciones) y cultivar hábitos del tiempo (diciendo no a las cosas buenas para decirle sí a lo superior). Este no es el ministerio que las iglesias siempre piensan que quieren, pero es lo que necesitan con desesperación y es lo que mis colegas pastores y yo debemos esforzarnos por llegar a ser.