En algún momento, cada pareja tendrá desacuerdos respecto a cómo deberían criar a sus hijos. Esta es una parte completamente normal de la vida familiar. Sin embargo, estos desacuerdos sacan a la luz algunos de nuestros sentimientos más fuertes (nuestras profundas esperanzas y temores por nuestros hijos que se enredan con nuestras propias experiencias de infancia), que pueden llegar a convertirse en algo particularmente personal y emocional.
En nuestra situación actual, con muchas familias pasando más tiempo de lo normal juntos, estos desacuerdos probablemente emerjan más a menudo. No obstante, si podemos lidiar con ellos de una manera constructiva, en realidad pueden servir para fortalecer nuestro matrimonio y clarificar nuestro enfoque en la crianza.
Imagina los siguientes escenarios:
Tu esposo le acaba de hablar con palabras fuertes a tu hijo mayor, diciéndole que es perezoso y que no ayuda lo suficiente en casa. Sabes que tu hijo se siente abrumado por las tareas de la escuela y por algunos conflictos que ha tenido con sus amigos. Te preocupa que ser etiquetado como «perezoso» impacte la autoestima de tu hijo.
Tu esposa ha ido donde tu hija menor por tercera vez desde que la acostaron; ella sigue pidiendo una historia más, un acurruco más, más agua y así sucesivamente. Te frustras porque tu esposa y tú habían planeado ver una película juntos, pero ya se está haciendo tarde. También te preocupa que tu esposa esté consintiendo a tu hija y evitando que aprenda buenos hábitos de descanso.
1. Pon tu matrimonio en primer lugar
Resolver nuestras diferencias en la crianza comienza con el compromiso de buscar tener un matrimonio saludable y unido por sobre todo. Criar hijos es exigente (consume una gran cantidad de nuestro tiempo, energía y emociones). A veces, sin darnos cuenta de ello, podemos darnos la vuelta y descubrir que «marido y esposa» se han convertido en «mamá y papá» y hemos dejado de darle a nuestro cónyuge y a nuestra relación la atención que merecen.
Resolver nuestros conflictos en la crianza es un trabajo difícil y doloroso, pero vale la pena. Un matrimonio saludable y duradero, donde los conflictos se solucionan de una manera constructiva, no es solo bueno para nosotros, sino que también para nuestros hijos. Entrega un fundamento firme para su desarrollo en el presente y un modelo positivo para que ellos imiten en el futuro.
Cuando la vida real no es tan simple
En este punto, es importante decir que se requiere de dos personas para trabajar en un matrimonio. Si sus cónyuges no están comprometidos para comunicarse y resolver conflictos de una manera poner en práctica los consejos de este artículo. Tal vez necesitarán buscar consejería profesional, ya sea individualmente o juntos (si es posible).
En este mundo caído, algunos conflictos maritales no pueden ser sanados a pesar de nuestros mejores esfuerzos; quizás no podamos darles a nuestros hijos la vida familiar positiva que habíamos esperado. No importa cuál sea nuestra situación, podemos confiarle nuestros hijos a Dios sabiendo que Él, nuestro Padre perfecto, fuerte y amoroso, de alguna manera puede transformar lo difícil en algo bueno. Podemos recurrir a nuestro Padre celestial para que Él provea aquello que nosotros no podemos ofrecerles. En la Biblia, hay muchos niños (incluso en el mismo árbol genealógico de Jesús) que crecieron en familias complicadas y que eran menos que ideales, pero Dios los crió para grandes cosas. Solo podemos luchar para ser fieles en nuestras propias relaciones y dejar que el resto lo haga Dios.
2. Identifiquen sus sentimientos
Un buen punto para comenzar cuando nos disgustamos por el comportamiento de nuestros cónyuges es reconocer cómo nos sentimos y, si es posible, por qué nos sentimos de esa manera. A menudo, reaccionamos fuertemente cuando una situación gatilla algo de nuestra propia infancia: nuestros cónyuges pudieron haber hecho algo que era realmente un «no se hace» en la familia en la que nosotros crecimos o tal vez pudieron haber actuado de una manera que nos recordó a nuestros padres de una manera muy negativa. Con frecuencia, hay mucho ocurriendo bajo la superficie de nuestros conflictos de lo que nos damos cuenta.
Por ejemplo, yo crecí en una familia donde nunca se alzaba la voz. Normalmente, se hacía caso omiso a los desacuerdos con una risa o al poner los ojos en blanco (es decir, ¡hasta que volvían a aparecer seis meses después!). Por lo tanto, al principio del matrimonio, me alteraba mucho si mi esposo alzaba su voz incluso por emoción. Pensaba que él estaba «gritando», pero en realidad él solo se había apasionado por algo que valoraba.
3. No piensen lo peor
Cuando nuestro cónyuge hace o dice algo con lo que no estamos de acuerdo, a menudo pensamos lo peor de ellos. Imaginamos que podemos ver la situación claramente, mientras ellos han hecho un juicio equivocado. Es natural para nosotros reaccionar fuertemente cuando tiene que ver con el tema de la crianza (todos queremos lo mejor para nuestras familias), pero a menudo no podemos ver el panorama completo inmediatamente.
Podemos comenzar a cambiar la situación, tratando de pensar lo mejor de nuestros cónyuges, dándoles el beneficio de la duda. Con toda probabilidad, no estaban siendo deliberadamente desagradables o demasiado blandos; probablemente tenían una razón comprensible para hacer lo que hicieron o decir lo que dijeron.
4. Pregunten, no asuman
En lugar de asumir que nuestros cónyuges se comportaron de tal manera porque estaban pecando o estaban siendo irrazonables, es mucho más justo simplemente preguntarles. Si hacemos una acusación, nuestros cónyuges se cerrarán y se pondrán a la defensiva, pero si les hacemos una pregunta, les da la oportunidad de explicarse.
En los escenarios mencionados anteriormente, cada persona tenía una buena razón para hacer lo que hicieron. Si le hubiéramos preguntado al padre del primer ejemplo, él diría que no estaba siendo duro; él estaba desafiando a su hijo, en una conversación honesta «de hombre a hombre», a tomar sus responsabilidades en la casa. Su prioridad era asegurarse de que su esposa no terminara haciendo todos los quehaceres domésticos.
Si le hubiéramos preguntado a la madre del segundo escenario, ella habría dicho que intentaba mostrarle bondad y paciencia a su hija en su tiempo de necesidad. Su hija había tenido un día emocional y necesitaba un poco de confortación extra. La madre valoraba ver la película junto a su esposo también, pero sabía que no podrían estar relajados hasta que los niños estuvieran dormidos.
5. Tengan una buena conversación… más adelante
Si no estamos de acuerdo con una decisión de crianza que nuestros cónyuges hayan tomado, debemos evitar criticar o contradecirlos frente a nuestros hijos. Esto socava su autoridad y nuestra unidad como equipo. Es mejor hacernos un tiempo para hablar más tarde, cuando estemos más calmados y podamos ver la situación más objetivamente.
Una conversación buena y justa involucra escuchar a nuestros cónyuges sin intervenir para corregirlos ni defendernos a nosotros mismos. Cada persona debe tener la oportunidad de expresar libremente sus emociones y su punto de vista. Una vez que hayan escuchado la perspectiva el uno del otro, pueden establecer algunos objetivos para tu familia y planificar dar algunos pasos realistas para llegar ahí. Esto podría involucrar cierta negociación y compromiso; idealmente, ambos tendrán «tarea» por hacer.
6. Aprecien sus diferencias
Los conflictos debidos a la crianza a menudo emergen porque esperamos que nuestros cónyuges se relacionen con nuestros hijos exactamente de la misma manera en que nosotros lo hacemos. En nuestro mundo moderno y de género neutro olvidamos que, en general, las madres y los padres son bastante diferentes. Las mamás tienden a tener un acercamiento más cariñoso a la crianza que se enfoca en generar un apego estrecho con sus hijos. Al contrario, los padres tienden a tener un acercamiento más desafiante a la crianza que se centra en promover la independencia de sus hijos. Los escenarios descritos anteriormente son típicos de estas tendencias.
Sin embargo, la verdad es que los hijos necesitan todas estas cosas. Necesitan el cariño y el desafío; el apego y la independencia. Podemos aprender a apreciar en lugar de criticar el acercamiento de nuestros cónyuges porque compensa el nuestro.
Además de nuestras diferencias de género, también llevamos diferentes personalidades y trasfondos familiares a nuestra crianza. Tomarse el tiempo de aprender sobre estas cosas nos ayuda a entender y amarnos mutuamente. Es desafiante vivir y criar con alguien que es muy diferente a nosotros, pero al apreciar nuestras diferencias, podemos enriquecer nuestro matrimonio y ayudarnos a trabajar como un equipo unificado, pero que se complementa.
7. Recuerden sus visiones y valores compartidos
El principio final al manejar nuestros desacuerdos en la crianza es recordar lo que tenemos en común. Normalmente, ambos padres comparten las mismas esperanzas y temores, objetivos y expectativas para sus hijos en el largo plazo; solo tienen ideas diferentes sobre cómo llegarán ahí.
Cuando nos encontramos con una diferencia en nuestro acercamiento, puede ser útil sentarnos juntos y clarificar nuestros objetivos y valores familiares. ¿Cómo queremos que nuestra familia se parezca o sea diferente de las familias en las que crecimos? ¿Cuáles son las cualidades que queremos que caractericen a nuestra familia? ¿Qué tipo de personas queremos ser y queremos criar? ¿Cuáles son los «innegociables» y cuáles los transables?
Tener este tipo de conversación de «panorama completo» con nuestros cónyuges nos recordará (esperemos) que las cosas que tenemos en común son mayores por lejos que nuestras diferencias. Clarificar lo que valoramos y hacia dónde nos dirigimos como familia se transforma en un gran punto de partida para negociar los desacuerdos que aparezcan. Podemos permanecer lado a lado, enfrentando los obstáculos como un equipo, en lugar de dejar que nuestras diferencias nos separen.
Trabajar en los desacuerdos de nuestra crianza es difícil; requiere gran perseverancia, paciencia, honestidad, gracia y humildad. Sin embargo, si podemos resolver nuestros conflictos de una manera saludable, beneficiará no solo a nosotros y a nuestro matrimonio, sino que también a nuestros amadísimos hijos.