Título original en inglés: “Small Decisions Matter: Discernment for Everyday Life”
La vida se encuentra en los detalles. Escuchen cómo C. S. Lewis describe la importancia de nuestras pequeñas y cotidianas decisiones.
Tanto el bien como el mal aumentan a interés compuesto. Esa es la razón de que las pequeñas decisiones que ustedes y yo [tomamos] cada día sean de tan infinita importancia. La más pequeña de tus buenas acciones de hoy implica ocupar una posición estratégica desde la cual, en unos meses más, quizás puedas obtener victorias con las que nunca soñaste. Ceder de manera aparentemente trivial a la lujuria o a la ira hoy día, es la pérdida de una colina o una línea de ferrocarril o una cabeza de puente desde las cuales el enemigo puede lanzar un ataque que de otra manera habría sido imposible[1].
Aunque nos preocupamos por grandes decisiones (trabajos, cambios en la familia, la jubilación), la acción se encuentra en las pequeñas e interminables decisiones.
Esta mañana, desperté y tuve que decidir entre el ejercicio o una relajada taza de café. Escogí el café. Luego, siguieron otras decisiones. ¿Es necesario tomar una ducha y apurarme? ¿O debo confiar en el desodorizador de habitaciones que está en mi oficina? ¿Ordeno algunas cosas del desorden que hago en la mañana? ¿O debo decirle a mi esposa que ordenaré cuando vuelva a casa, cosa que probablemente no haré? ¿Y qué ocurre con mi lectura bíblica? ¿Dónde encajará dentro de mi día? ¡Uf! Puedo escuchar el estribillo sobre el valor de los devocionales matutinos en mi cabeza. Mientras hago el corto viaje en mi automóvil a CCEF, ¿tolero un poco de queja porque tuve que detenerme debido a un largo y lento tren o confieso mi queja?
Solo ha pasado una hora de mi día, aún estoy en piloto automático, y todavía tengo que conectarme (ahí las decisiones realmente entran rápidas y furiosas). Cientos de otros juicios y momentos de discernimiento vendrán antes del almuerzo. Aunque apenas soy consciente de ellas, su efecto acumulativo es lo que constituye mi carácter personal (ellas son yo) y los juicios afectarán a muchos otros.
Ser humano es hacer juicios y escoger un camino por sobre otro. La historia del Edén anunció esta característica esencial de nuestra humanidad cuando el Señor nos enseñó a discernir cómo vivir cerca de un árbol particular: el árbol del conocimiento del bien y del mal. Entonces, comenzó: ¿este camino o ese camino? ¿Justos a los ojos de Dios o justos a nuestros propios ojos? Dos caminos. Uno es autodestructivo; el otro, está lleno de vida. Nuestras vidas ahora están desbordándose con juicios diarios de nosotros mismos y de nuestro mundo. Estos juicios determinan nuestro curso y traen consecuencias eternas.
Las distinciones que hacemos entre el bien y el mal son fundamentales. La Escritura nos ruega que estemos alertas a estos puntos de decisión. Y luego existen distinticiones muy pequeñas que debemos hacer entre lo que es bueno y lo que es mejor; entre lo que es malo y lo que es peor. En el mejor de los casos, todos estos puntos de decisiones tienen sus desafíos. Sin embargo, agreguemos el deseo humano y las distinciones entre el bien y el mal que una vez fueron obvias y que ahora son borrosas o incluso se derrumban, a medida que el mal es juzgado como bien. ¿Quién entre nosotros puede andar en sabiduría?
No obstante, esta es una era cuando Jesús, el segundo Adán, fue tentado en el desierto y discernió correctamente la diferencia entre el bien y el mal. Ahora, a medida que confiamos en nuestro campeón y en su poder, podemos ir vivos a la tarea aparentemente incomprensible e imposible del discernimiento cuidadoso.
El apóstol Pablo nos advirtió: «Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Ef 5:15-16). Cuando miramos cuidadosamente, dos caminos siempre se hacen visibles. Queremos ser lo suficientemente hábiles para ver el camino sabio de la vida y luego tomarlo.
Por tanto, reduzco la velocidad y comienzo donde estoy. Pido gracia para ver cuidadosamente, para discernir sabiamente. Recuerdo las advertencias comunes que inevitablemente preceden mi necedad, y establezco algunos objetivos pequeños para la tarde.
Señales de advertencia a tener en mente
- Las decisiones cuidadosas requieren trabajo. Puedo ser perezoso. Despierta.
- Está atento a los indicios de queja o de actitud defensiva. Estas son claras señales de que mi compromiso al discernimiento piadoso ha disminuido.
Pequeños buenos pasos
- Quiero ser paciente y amable con la persona frente a mí. Sé un siervo. No tengo que estar en lo correcto.
- Prepararé mis pensamientos para mi esposa de camino a casa. ¿Cuáles fueron los puntos más altos de mi día? ¿Los desafíos?
Señor Dios, quiero estar más despierto. Quiero ver lo que es bueno; quiero ver lo que está vacío y sin vida. Quiero discernir en los detalles. Por favor, hoy, ahora, dame gracia para poder andar con cuidado.