Cuando era pequeñita, nunca asocié estar sola con ser rechazada. Amaba mi tiempo sola porque dedicaba horas a «hacer realidad» mi imaginación fantástica de princesas y palacios sin interrupción.
Ahora no soy muy diferente de lo que era en ese tiempo. Aún me encanta tener tiempos lejos del mundo. Me encantan las cafeterías y amo hablar con Dios en voz alta; disfruto la libertad que ofrece estar sola. Sin embargo, si no soy cuidadosa, mi corazón distorsionará y torcerá la realidad para que crea que estar sola es lo mismo que ser rechazada. Muchas veces, mi alegría de estar sola es saboteada por la comprensión de que estoy sola porque no soy la favorita de nadie.
Aunque me avergüenza admitirlo, hay días en los que la soltería se siente como el patio de recreo de la escuela. Como cuando ves a tus amigos y eligen personas para ser parte de un grupo y comienzas a esperar y a preguntarte: «¿cuándo me van a escoger?».
En mi mundo ideal, todos pueden llegar a ser el favorito de alguien. El dolor que provoca el rechazo en la soltería viene de la naturaleza desequilibrada de las relaciones. Tengo personas favoritas: mis amigas más queridas y más cercanas (mis primeras prioridades después de Jesús). El caso es que ellas tienen esposos e hijos y, por lo tanto, yo no soy la favorita de ellas. Ellas son mi familia, pero yo no soy la de ellas y eso es doloroso.
El problema es que tú y yo estamos quebradas: somos inseguras y temerosas. Fuimos creadas para que alguien aparte de nosotras nos diga cuán valiosas somos. Sin embargo, ese Alguien no es humano. No existe persona en la tierra que tenga el poder de decirnos cuán valiosas somos o que valga tanto de modo que asegure nuestra identidad.
Jesús habla sobre el peligro de recibir aceptación de personas con el fin de darte algo nuevo. El instinto de las personas es asegurarte de que es válido querer o incluso necesitar aceptación de otros, pero Jesús dice algo diferente. Él dice que la aceptación y el amor de otro ser humano no debe desearse y ni siquiera recibirse con el fin de llenar el vacío que hay dentro de nosotras. Él dice que cuando la aceptación que otros nos dan aumenta nuestro sentido del yo y nuestra seguridad, nos priva de la capacidad de estar satisfechas en Él. Y esto no es algo que inventé; es lo que Él dijo. Si queremos saber por qué no estamos satisfechas en Jesús, esta es la respuesta: recibimos aceptación de los hombres y no la buscamos en Dios.
Jesús se acerca a los fariseos y básicamente les dice que ellos no lo quieren porque Él no recibe adoración de los hombres con el fin de obtener valor e identidad.
Luego les hace la siguiente pregunta: «“¿Cómo pueden creer [o estar satisfechos], cuando reciben gloria los unos de los otros, y no buscan la gloria que proviene del único Dios?”».
Esta es la pregunta de Jesús: ¿de qué manera podrías ser satisfecha por Dios cuando la atención del hombre te da valor? ¿De qué manera puedes ser satisfecha por Dios cuando no buscas aceptación e identidad en el único Dios? ¿Por qué tratas al hombre como si tuviera el poder para darte valor por medio de débiles palabras cuando ese poder le pertenece solo a Dios? Existe solo una Persona que puede darte valor por medio de palabras para que finalmente comience a quitar ese doloroso miedo e inseguridad.
Es por esa razón que no dudo en afirmar que el dolor que provoca el rechazo que enfrentamos en la soltería es uno de los regalos más dulces que Dios nos ha dado. Nos da la ventaja de estar satisfechas en Dios. La clave para la satisfacción en Él tiene dos partes: no recibir tu valor de las palabras de los hombres y buscarla en Dios. El dolor que experimentamos en la soltería ocurre porque la primera condición ha sido cumplida. Me duele porque mi soltería en sí misma parece haberme robado la oportunidad de obtener aceptación de los hombres. Ahora, el desafío es dejar ir mi deseo de buscar y de asegurar esa aceptación, o de aferrarme a los restos que pude haber recogido de la aceptación humana para tratar de hacerme sentir menos insegura o no rechazada. El desafío es buscar mi aceptación en Dios.
La recompensa es grande: tendrás una fe y una satisfacción más profundas en nuestro Señor y Salvador. ¡Caramba! Eso suena maravilloso.
Si no eres la favorita de un hombre mortal, estás en buena compañía. Además de mí, tú también estás en compañía de Alguien que fue el «despreciado y desechado de los hombres». Él se negó a recibir la gloria de los hombres y en su lugar buscó la gloria, la paz y la alegría perfectas que vienen del Padre.
Desperdiciarás el rechazo en la soltería si permites que otros te acepten para darte identidad, en lugar de buscar la aceptación que solo viene de Dios. Dios ha diseñado esta hermosa etapa en tu vida para que puedas decir: «¿a quién iré?». Cuando necesites aceptación, y no tengas un esposo al cual acudir y las etapas de la vida de tus amigas cambien con el tiempo, cada vez tendrás menos «opciones» de donde obtener aceptación. Nuevamente dirás: «no, realmente, ¿a quién iré ahora para encontrar aceptación?». Te darás cuenta de que no tienes otras opciones. Si quieres aceptación tendrás que confiar en que Dios la proveerá. No te avergüences por tu inseguridad. No intentes cubrir, disimular o satisfacerla con pensamientos o ánimos positivos de los hombres mortales. Deja que este deseo te lleve a aferrarte a Dios como tu única esperanza. Permite que nadie más que Dios (ni tus amigos ni tú) te convenza de que eres valiosa y amada. Deja que su Palabra sea el único bálsamo para tu alma quebrantada.
Malgastarás tu dolor del rechazo si no permites que la aceptación de Dios avive tu rol en la comunidad y en la iglesia. Mientras más busques la gloria que viene del único Dios, más valiosa serás para quienes sufren y están quebrantados a tu alrededor, en tu iglesia y en tu ciudad. El domingo, en lugar de mirar a tu alrededor y preguntarte por qué no le importas a nadie, tendrás toda la aceptación que necesitas para mirar a tu alrededor y buscar personas a quienes puedas amar; no personas para que te amen. Podrás ser una verdadera amiga cuando ames desde la abundancia no desde la escasez. Ahora que no estás buscando que tu identidad sea satisfecha por las palabras y por la aceptación de otros, finalmente eres libre para decir la verdad sin miedo. Eres libre para llevar las cargas sin tomar en cuenta el costo. Eres libre para celebrar con aquellos que celebran y llorar con aquellos que lloran sin la distracción de la codicia.