He sido madre de cuatro adolescentes —tres que ya son adultas y un hijo que todavía está en esa etapa—. He tenido cientos (o probablemente miles) de conversaciones con mis hijos. La mayoría de ellas han sido significativas y memorables. Sin embargo, como todos los padres y adolescentes pecadores, también hemos tenido conversaciones difíciles, y con los años (¡espero!) he aprendido mucho de mis errores.
La siguiente es una lista de siete «recordatorios» que me han servido en esas desafiantes conversaciones. No son reglas, sino directrices de la Escritura que me han ayudado al tratar de conducir esas conversaciones en una forma que glorifique a Dios. He incluido citas y versículos claves que han inspirado esos pensamientos.
Dependiendo del Espíritu Santo en oración, quisiera animarte a:
1) Comunicarte humildemente con tu adolescente.
«Los adolescentes detectarán rápidamente la sinceridad de la mamá o el papá observando su humildad. Recordemos que somos personas débiles hablando con otras personas débiles que, casualmente, son más jóvenes que nosotros». (Rick Horne)
«Lo que más sirve recordar es que tu adolescente es más parecido que diferente a ti (…). En la vida de mi adolescente hay muy pocas luchas que no reconozco igualmente en mi propio corazón (…). Acércate [a la conversación] como alguien que también peca». (Paul David Tripp)
Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios. (Romanos 3:23)
2) Posterga la conversación si estás enojado(a).
Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. (Efesios 4:29)
Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse. Así, humildemente, debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos a su voluntad. (2 Timoteo 2:24–26)
Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. (Santiago 1:19–20)
3) Posterga la conversación si tu adolescente está enojado(a).
«Hay ocasiones en que puede ser muy dañino insistir con los preceptos religiosos. Tu hijo está enojado. La irritación pecaminosa de su mente queda en evidencia por el rubor de sus mejillas y la violencia de sus gestos. ¿Vendrá ahora la madre para hablar con él sobre la maldad de sus sentimientos y el disgusto de Dios? ¡No! Estaría fuera de lugar». (John S.C. Abbott)
Iniciar una pelea es romper una represa; vale más retirarse que comenzarla. (Proverbios 17:14)
4) No alargues la conversación.
«Evita sostener conversaciones largas y tediosas sobre temas religiosos. La mente de un chico no puede fijarse durante mucho tiempo en un solo asunto sin agotarse. Cada palabra pronunciada cuando ya es evidente que está cansado será más dañina que benéfica». (John S.C. Abbott)
«Escucha, no le des un sermón. Habitualmente, en unos 2 minutos y medio puedes decir todo lo necesario antes de comenzar a repetirte». (Kenneth Maresco)
El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua. (Proverbios 10:19)
5) Corrige sólo lo que debes; pasa por alto lo que puedas.
Muchas cosas me quedan aún por decirles, que por ahora no podrían soportar. (Juan 16:12)
El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa. (Proverbios 19:11)
6) Reconoce tu propio pecado.
«Aun si tienes el 10% de la culpa en un conflicto dado, las palabras de Jesús en Mateo 7 [3-5] se te aplican tanto como si hubieses tenido el 90% de la culpa. Debes reconocer el 100% de tu 10%. Lo que Jesús está enseñando es que, en cualquier conflicto, lo primero y más importante que debes reconocer es la forma en que tu propia ceguera y pecado contribuyeron al problema». (Rick Horne)
¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Déjame sacarte la astilla del ojo», cuando ahí tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano. (Mateo 7:3–5)
7) No dejes que la conversación termine sin haber animado a tu adolescente.
Más bien, mientras dure ese «hoy», anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado. (Hebreos 3:13)
Panal de miel son las palabras amables: endulzan la vida y dan salud al cuerpo. (Proverbios 16:24)
La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra. (Proverbios 12:25)