Para quienes están familiarizados con la Reforma inglesa, el nombre de Latimer suena incompleto por sí solo; exige ser acompañado por Ridley.
Los obispos Hugh Latimer y Nicholas Ridley están atados juntos en la historia principalmente porque fueron atados juntos a la misma estaca el 16 de octubre de 1555, al lado norte de Oxford. Sin embargo, Latimer y Ridley compartieron más que un martirio. Los obispos también se unen juntos a la lista de los reformadores más influyentes de Inglaterra: hombres y mujeres cuya lealtad a la Escritura y a la gloria de Cristo transformó a Inglaterra de ser un reino católico romano a ser un faro de la Reforma.
Tanto Latimer como Ridley vivieron durante los reinados de cuatro monarcas ingleses: Enrique VII, Enrique VIII (el que tuvo todas esas esposas), Eduardo VI y María I (alias «María la Sanguinaria»). Ambos fueron testigos del arrastre y la fuerza de la Reforma bajo la tentativa aceptación de Enrique VIII, la aceptación cálida de Eduardo VI y la violenta resistencia de María I a la doctrina reformada. Sin embargo, ellos fueron todo menos observadores casuales.
Latimer, el predicador
Latimer, nació cerca de 1485, pasó los primeros 30 años de su vida como un católico entusiasta (o, en sus palabras, como «un obstinado papista»). «Era un obstinado papista como lo era cualquier persona en Inglaterra», escribió, «puesto que cuando tuve que hacer mi licenciatura en divinidad, mi discurso entero giró en contra de Felipe Melanchthon [la mano derecha de Lutero]».
Sin embargo, poco después del discurso contra la Reforma de Latimer, un joven teólogo de Cambridge llamado Thomas Bilney se acercó a él con una petición. ¿Latimer le permitiría a Bilney explicarle en privado su propia fe reformada? Latimer estuvo de acuerdo, y desde ahí en adelante él «comenzó a olfatear la Palabra de Dios y abandonó a los doctores en teología y tales tonterías». Latimer comenzó a recolectar las flechas que él le había estado lanzando a la Reforma y comenzó a apuntar el arco en dirección opuesta. A lo largo de las próximas décadas, él se distinguió como un ferviente predicador reformado, a veces disfrutando del favor de Enrique VIII; en otros momentos, temiendo su persecución (dependía del ánimo del rey).
Quizás los años más fructíferos del ministerio de Latimer vinieron bajo el corto reinado de Eduardo VI, de 1547 a 1553. A pesar de su edad, Latimer ayudó al arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, en la reforma de la iglesia inglesa y también predicó como un hombre que no podía dejar de hacerlo. Según J. C. Ryle: «probablemente, ninguno de los reformadores sembró las semillas de la doctrina protestante con tanta sabiduría y eficacia entre la clase media y baja como Latimer».
Luego, en 1553, la reina María llegó al poder, y Latimer fue enviado a una celda en la Torre de Londres.
Ridley, el erudito
Ridley, casi veinte años menor que Latimer, nació cerca del 1502, cerca del límite con Escocia. A lo largo de las cinco décadas posteriores, él se convertiría en uno de los intelectuales más perspicaces de Inglaterra, llegó incluso tan lejos que memorizó las cartas del Nuevo Testamento (en griego).
Después de asistir a Pembroke College en Cambridge en sus años de adolescencia, Ridley continuó sus estudios en Francia, donde probablemente se encontró con las enseñanzas de la Reforma. A diferencia de Latimer, Ridley no dejó un registro claro de su paso del sacerdocio católico a la predicación reformada. Sin embargo, sí sabemos que él firmó el decreto de 1534 contra la supremacía papal, que aceptó el cargo de capellán de parte del arzobispo Cranmer tres años después y que renunció a la doctrina católica de la transubstanciación en 1545. Cuando llegó a ser obispo de Londres en 1550, él reemplazó los altares de piedra en las iglesias de Londres por tablas de madera planas. Según Ridley y los reformadores, la Comunión era un banquete espiritual, no un sacrificio.
Las capacidades académicas de Ridley lo llevaron rápidamente de un cargo de prestigio a otro, incluso bajo el reinado caprichoso de Enrique VIII. Desde Canterbury a Westminster, a Soham, a Rochester, a Londres, Ridley estudió, predicó y, una vez que Eduardo VI ascendió al trono, se dedicó a las reformas de Cranmer.
Pero entonces la reina María llegó al poder, y Ridley se unió a Latimer en la Torre.
La vela de Inglaterra
En octubre de 1555, después de pasar dieciocho meses en la celda de la torre, Latimer y Ridley se juntaron en una estaca en Oxford. Latimer con un hábito y una capucha, y Ridley con su toga de obispo, los dos hombres hablaron y oraron juntos antes de que un herrero los atara al madero.
Ridley fue el primero en fortalecer a su amigo: «Ten buen corazón, hermano, puesto que Dios mitigará la furia de la llama o nos fortalecerá para soportarla». A medida que el montón de palos comenzaba a incendiarse debajo de ellos, Latimer tuvo su turno. Alzó la voz para que Ridley pudiera oírlo, y clamó: «ten consuelo, maestro Ridley, ten valor; encenderemos este día una luz como una vela en Inglaterra, que por la gracia de Dios, confío que nunca se apagará»
Tres años después, María I murió y el reino fue traspasado a su media hermana, Isabel, una reina protestante. Y la vela de Latimer y Ridley estalló para pasar a ser una antorcha.