Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
La pregunta de hoy viene de un niño de 8 años, Joshua. Llegó a nosotros por medio de su mamá, una ávida oyente de nuestro pódcast. Esta es la pregunta de Joshua: «Querido pastor John, a mi mamá le gusta escuchar su pódcast cuando dobla la ropa limpia. Gracias por llenar su estanque mental. Tengo una pregunta: ¿a usted le gustaba estudiar cuando tenía 8 años? A mí no me gustan las matemáticas y me enojo cuando tengo que estudiarlas. No sé cómo no enojarme y no sé cómo confiar en Dios. ¿Por qué debo confiar en Dios para estudiar matemáticas? Mi mamá me dice que lo haga para Él, pero no me gustan y no quiero. Mientras más lo intento, más difícil es. Sin embargo, sé que hacerlo hace feliz a mi mamá».
Quisiera hablarle a Joshua directamente. Así que, mamá, anda a buscarlo. Hola, Joshua. Soy el pastor John. Muchísimas gracias por enviar tu pregunta sobre las matemáticas y contarnos sobre cuánto no te gustan. Te prometo que cuando tenía 8 años, tampoco me gustaban. Es más, cuando estaba en tercer grado, reprobé matemáticas el primer semestre. En esos tiempos, los profesores calificaban de esta manera: insatisfactorio, satisfactorio, muy bien, excelente (en lugar de usar A, B, C, D). Obtuve la nota más baja posible, insatisfactorio, en mi libreta de notas. Así que, no solo no me gustaban las matemáticas, sino que también no era bueno para ellas en absoluto. Y como tú, me parecían muy difíciles.
También, Joshua, como tú, tuve una mamá y era una buena mamá. Ella me ayudó a seguir intentándolo hasta que en tercer grado, apenas pude aprobar la asignatura de matemáticas. Por lo tanto, intentaré animarte, Joshua, a que no te des por vencido, sino a que hagas lo mejor que puedas, sin importar lo difícil que sea. Quiero animarte de cuatro maneras para que sigas perseverando.
1. Dios hizo un mundo matemático
Dios hizo que el mundo estuviera lleno de matemáticas. ¿Sabes, Joshua? Los números son como las palabras. Puede que no lo hayas pensado. La palabra perro nombra un animal real y nosotros nombramos a ese animal con el nombre perro. Sin embargo, un perro real no es una palabra, ¿no es así? Las palabras nos ayudan a comunicarnos mutuamente sobre lo que es real. Sin palabras, todo lo que podríamos hacer es apuntar a las cosas. Por lo tanto, las palabras son muy útiles aunque solo sean palabras. No son cosas reales, pero nombran cosas reales. Ahora, así es con los números también. Representan cosas reales o cantidades reales de cosas reales.
Por ejemplo, si tuvieras 2 árboles de plátanos en tu patio, como mi familia cuando crecí, y en uno de ellos hay 4 plátanos y en el otro hay 4 más, y al día siguiente alguien de la escuela te pregunta: «Joshua, ¿cuántos plátanos hay en los árboles de tu patio?», tú podrías decir: «4 en un árbol y 4 en el otro». O podrías decir: «8 plátanos», porque 4 + 4 = 8 plátanos. Esto es matemáticas, pero esos números representan plátanos reales. No son solo números; representan cosas reales que puedes comer y de las que puedes hablar.
Dios hizo un mundo de plátanos, perros y miles y miles de otras cosas reales que puedes contar. Puedes designarlos con números y nombres. Ese es el tipo de mundo que Dios hizo. Por lo tanto, cuando estudiamos matemáticas, intentamos entender la manera en que Dios hizo al mundo. Este es el mundo de Dios y a Él le encanta cuando su pueblo, que incluye a los niños de 8 años, estudia su mundo, lo entiende y lo usa para su gloria.
2. Dios hizo las matemáticas para que fueran útiles
Lo anterior nos lleva a la segunda manera de animarte. Dios hizo que las matemáticas fueran muy útiles en este mundo. Él las hizo para ayudarnos. Joshua, déjame contarte dos historias, dos ilustraciones:
Supón que en una bencinera, donde tus papás cargan el estanque del auto con bencina, notas que ahí tienen una oferta de 3 barras de chocolate por $1 dólar y le preguntas a tu mamá: «¿me das $1 dólar, por favor, para comprarme esas barras de chocolate?». Y ella te dice: «claro, aquí tienes $2 dólares. Cómprale a tu amigo también». Le pasas al vendedor tus $2 dólares y le pides las barras de chocolate. Supón que él te entrega 5 barras de chocolate y toma tus $2 dólares, ¿qué le vas a decir?
Si has estudiado matemáticas lo suficiente en tercer grado, como yo intenté hacerlo, y ya te aprendiste las tablas de multiplicación, sabrás que si puedes comprar 3 barras de chocolate por $1 dólar, puedes comprar 6 con $2 dólares, porque aprendiste en tercer grado que 2 × 3 = 6, no 5. Y si no lo aprendiste, te irás con 5 barras en lugar de 6, porque no sabías usar las matemáticas.
En otras palabras, las matemáticas son muy útiles para ser felices en este mundo, porque 6 barras de chocolate me hacen más feliz que 5. Mientras más creces, Joshua, más importantes llegan a ser estos números.
Esta es otra historia seria: estás cazando ardillas en el bosque con tu rifle y, de pronto, 4 lobos feroces aparecen frente a ti. Muestran sus colmillos y pareciera que van a atacarte. Sabes que no puedes combatir 4 lobos feroces y salvar tu vida. Es posible que puedas luchar contra 1 lobo, pero no contra 4. En silencio, revisas tu arma y notas que solo te quedan 3 balas.
Entonces, haces el cálculo matemático que aprendiste en tercer grado: «si mato a un lobo con cada una de mis 3 balas, entonces solo quedará 1 lobo que combatir, porque 4 − 3 = 1. Mi vida depende de este cálculo matemático». Apuntas con cuidado y matas 3 lobos. Cuando el cuarto ataca, puedes usar tu rifle y romperle la cabeza. ¡Hay camino que recorrer! Joshua, te prometo, las matemáticas no solo obtendrán las barras de chocolate que debes tener, sino que pueden salvarte la vida. Realmente pueden hacerlo.
3. Dios hizo sabios a los padres
Este es el tercer ánimo para ti. Dios hizo a tu mamá y a tu papá con mucha sabiduría sobre lo que necesitas para tu vida en el futuro (sabiduría que tú aún no tienes, porque solo tienes 8 años). Una de las razones por las que Dios les da papás a los niños es para que ellos puedan aprender de sus padres a vivir la vida y evitar cientos de errores. Me parece que tú tienes buenos papás, Joshua. Yo también los tuve. Ellos no me dejaron rendirme cuando sentía que debía hacerlo, porque ellos sabían lo que sería bueno para mí. Y yo todavía no sabía lo que sería bueno para mí cuando fuera mayor.
Yo quería jugar afuera en la tierra con mis camiones junto a mi amigo Sonny. Eso era todo lo que quería hacer. No quería estudiar ni siquiera quería ir a la escuela. No me gustaba la escuela en tercer grado. Sin embargo, estoy tan agradecido de Dios por darme una mamá y un papá que sabían lo que era mejor para mí, porque yo no lo sabía. La Biblia dice, y tú lo sabes, «Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor […]» (Ef 6:1). Y me encanta que lo diga. Me alegra haberlo hecho.
4. Dios te hizo para que confiaras en Él
Esto me lleva ahora, Joshua, a la última forma de animarte. Dios te hizo para que muestres cuán bueno y grande es Él al confiar en que Él te ayudará. Dios también me hizo a mí para eso. ¿Y adivina qué? Él me cambió. Él me cambió para que en décimo grado amara la geometría (un tipo de matemáticas). Finalmente, había un tipo de matemáticas que realmente me gustaba. Era como una historia de detectives. Encuentras las pistas, las juntas y descubres la solución al problema. Era como encontrar al malo de la película y ponerlo en la cárcel.
Sin embargo, Joshua, para ser honesto, aparte de la geometría, generalmente le tenía miedo a las matemáticas. Cuando terminé la última clase de matemáticas básicas que se requería en la universidad, sentí que había salido de un oscuro túnel hacia la despejada luz del día por el resto de mi vida. Nunca, nunca, nunca tendré que tomar otro curso de matemáticas. ¡Hurra! Se sintió como una liberación, como salir de prisión.
Este es el asunto, Joshua: aun cuando hoy no te gusten las matemáticas, algún día te gustarán, porque creces y cambias. Tu cerebro cambia. O quizás, cuando crezcas no te gustarán las matemáticas y estarás muy contento cuando ya no tengas que estudiarlas más. Y está bien. Dios te hizo de la manera en que eres. No tienes que crecer para convertirte en un matemático. Sin embargo, un poco de matemáticas es bueno para todos, te lo prometo.
Mi última palabra de ánimo es esta: cuando tu mamá y tu papá digan que necesitas terminar tu tarea de matemáticas, debes decir: «sí, señora» o «sí, señor». Y luego susurra una oración a Jesús: «Jesús, por favor, ayúdame. No quiero hacer esto. No me gusta hacerlo. Pero lo haré porque mamá me lo dice y el pastor John dice que es bueno para mí. Así que confío en que me ayudarás». Y Joshua, Él lo hará. Y tu confianza en Él mostrará cuán grande es Él.