Dios no hace las cosas de la manera en que nosotros pensamos que debe hacerlas. Ese tema surge al leer historias de personas aparentemente conversas que dejaron la iglesia o al escuchar a personas que explican por qué dejaron el cristianismo basadas supuestamente en argumentos intelectuales. Dios no encaja con nuestras expectativas. No obstante, él no es como nosotros; es completamente diferente.
Aunque no lo dicen exactamente con estas palabras, el argumento dice algo como esto: si Dios es perfecto y bueno, él debe haberse revelado a sí mismo más claramente, él debe haber preservado la Escritura sin variantes textuales, él debe haber producido una Biblia menos abierta a tantas interpretaciones diferentes (debe de alguna manera ser transhistórica y transcultural), él debe haber quitado completamente el mal y el sufrimiento de inmediato.
Estos argumentos podrían decirse con otras palabras: si yo fuera Dios, habría hecho las cosas de manera diferente. En comparación con nuestra razón ilustrada, las acciones de Dios son vistas como carentes y deficientes. Nuestras preferencias, sabiduría, racionalidad y expectativas se transforman en el estándar al cual Dios debe someterse o, de lo contrario, es rechazado por ser falso e indigno de confianza. Parece no quedar lugar para una evaluación humilde de los límites y de la fragilidad de la capacidad y racionalidad humana.
Escándalo y locura en la cruz
A menudo Dios no hace las cosas de la manera en que nosotros como humanos pensamos que debe hacerlas. El ejemplo más claro es la crucifixión de Jesús. Pablo argumenta que «nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles. Sin embargo, para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres» (1Co 1:23-25).
Pablo no está abrazando el fideísmo, la fe ciega ni el anti-intelectualismo; él está reconociendo los límites de la racionalidad humana y de la realidad de que Dios no está obligado a actuar como pensamos que debe hacerlo. La crucifixión podría haber sido escandalosa para los judíos y ridícula para los gentiles, pero era el plan de Dios para salvar y restaurar a sus representantes portadores de su imagen.
Escándalo y locura en Navidad
Las narraciones navideñas nos son tan familiares que a menudo fallamos en ver cómo se parecen a la crucifixión: sin duda escandalosa, una locura debatiblemente, pero sin embargo, era el plan de Dios para cumplir sus promesas y salvar a su pueblo.
En primer lugar, la concepción de la virgen fue escandalosa. José mismo asumió que hubo infidelidad e intentó divorciarse de María. Alrededor de 100 años después de que Mateo escribiera su Evangelio, Orígenes describió el común contrarrelato judío no cristiano.
Él lo acusa de haber «inventado su nacimiento de una virgen», y lo censura con haber «nacido en un cierto pueblo judío, de una pobre mujer campesina, que obtenía su sustento al hilar y a quien su esposo expulsó –un carpintero de oficio– porque era culpable de adulterio. Una mujer que después de que su marido la alejó de él y de que vagó por un tiempo, dio a luz escandalosamente a Jesús, un hijo ilegítimo» (Orígenes, Against Celsus [Contra Celso] 1.28, en The Ante-nicene Fathers [Los padres prenicenos], 4.408).
Estas afirmaciones no tienen evidencia confirmada que hayan sobrevivido al primer siglo, pero es lo suficientemente fácil ver cómo surgieron en respuesta a las declaraciones cristianas sobre la concepción de Jesús en la virgen. ¿Podría Dios haber hecho las cosas de una manera menos abiertas al ridículo? ¿O no podría él haber provisto más pruebas sobrenaturales? Por supuesto que podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Y los escépticos se burlan. Mientras tanto, los cristianos celebran esta verdad como una manera en que Dios decidió actuar para salvar al mundo por medio de su Hijo Jesús, completamente Dios y completamente hombre.
En segundo lugar, la encarnación misma es increíble de creer: ¿realmente Dios necesitaba convertirse en hombre? Justino Mártir describe la primera crítica al cristianismo de mediados del segundo siglo,
Debes sentirte avergonzado cuando haces afirmaciones similares a las de ellos [religiones greco-romanas] y, en su lugar, [debes] decir que este Jesús nació hombre de hombres. … Te esfuerzas por demostrar algo increíble y casi imposible; [concretamente], que Dios soportó nacer y convertirse en hombre (Justino, Dial 67-68, en The Ante-nicene Fathers [Los padres prenicenos], 1.231–232).
Podría ser difícil de creer, pero Dios se hizo hombre; él se unió a nuestro dolor, a nuestro sufrimiento y a nuestra muerte con el fin de vencer a la muerte por todos nosotros. Como lo deja claro el libro de Hebreos, él experimentó nuestras limitaciones y tentaciones con el fin de convertirse en nuestro perfecto y eterno Sumo Sacerdote y con el fin de ofrecer un perfecto y último sacrificio por el pecado. ¿Podría Dios haberlo hecho de una manera diferente, menos dolorosa y menos vergonzosa? Quizás, pero no lo hizo.
En tercer lugar, ¿por qué el nacimiento humilde? ¿Por qué nacer en pobreza, en oscuridad y en debilidad? Estamos tan familiarizados con la historia de Navidad que fallamos con ver cuán contradictorio es todo esto. Al salvar al mundo, Dios parece haber tomado la ruta más difícil que se puede imaginar. Así como la tentación de Satanás de darle a Jesús instantáneamente la soberanía del mundo sin sufrir la cruz, así también podrían haber existido un par de maneras más fáciles y más rápidas para hacer esto. Sin embargo, como Pablo nota, la «locura» de Dios es más grande que la sabiduría del hombre (1Co 1:25).
Confía en Dios para que sea Dios
Mientras reflexionas sobre tu vida, tus luchas, tus desilusiones, tus victorias, tu fe y tu esperanza durante este tiempo de Navidad, recuerda que Dios es Dios y nosotros no lo somos. La muerte de Jesús en la cruz fue al mismo tiempo locura para los sabios del mundo, para quienes estaban condenados y demostración de poder y sabiduría de Dios para aquellos que creen. Él no siempre hace las cosas de la manera que esperamos o deseamos que lo haga, sino que cuando se trata de Dios, ¿no deberíamos saber que, a esta altura, debemos esperar lo inesperado?
La fe en Dios ciertamente no nos da seguridad (en el sentido de vivir en una burbuja mágica en la que nada malo podría pasar y se nos garantice éxito en cada circunstancia), pero sí nos asegura increíblemente. Por tanto, porque él es fiel y bueno, podemos confiar y adorar sin siempre entender completamente.
El cristianismo no comenzó, sobrevivió ni se expandió primordialmente a través de la argumentación intelectual, sino que por medio de una demostración del Espíritu, que es el verdadero poder de la Navidad.