El testimonio de un testigo ocular
Para poder apreciar el significado de la llegada del Mesías y así entender el verdadero significado de la Navidad, necesitamos viajar a través del tiempo, hacia la primera Navidad, antes de que este acontecimiento llevará este nombre. No podemos ofrecerte una máquina del tiempo, pero podemos apuntarte a los primeros testimonios escritos de la primera Navidad: los evangelios de Mateo y Lucas.
Estos autores de los evangelios escribieron sus relatos basándose en el testimonio ocular de otros; ni Mateo ni Lucas estuvieron presentes en esa crucial noche en Belén. Lucas incluso alerta explícitamente a sus lectores de que usa el testimonio de testigos oculares en su prefacio. El relato de Lucas es el de un cuidadoso historiador motivado por el deseo de presentar una narrativa precisa de los eventos que rodearon el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús con el fin de fortalecer la fe de sus lectores. Mateo no hace referencia específica de sus fuentes, pero su evangelio probablemente habría estado en circulación entre finales de los años 50 y principios de los 60, lo suficientemente temprano como para que los testigos oculares aún estuvieran vivos para proporcionar material oral y confirmar lo publicado en su evangelio.
El hecho de que Mateo y Lucas no estuvieron personalmente presentes para observar los eventos que registraron no minimiza el valor de su testimonio. Sus evangelios revelan una preocupación por presentar información cuidadosa y precisa. Se detecta una ausencia total de historias fantasiosas y exageradas que fueron inventadas sobre Jesús por varios autores en el segundo siglo. Los evangelios se asemejan al antiguo género de biografía, no de ficción.
Aunque no podemos saber con certeza qué testigos oculares contaron sus relatos, entre los candidatos más probables se encuentran María, la madre de Jesús, así también como sus medios hermanos, Santiago y Judas, ambos líderes de la iglesia primitiva, quienes sin duda conocían las historias sobre el nacimiento de Jesús. Podemos suponer con seguridad que José había muerto cuando Jesús comenzó su ministerio público, porque ninguno de los evangelios lo menciona, pero José debió haber compartido su relato con otros sobre las palabras del ángel, ya sea a María, a sus hijos, a Jesús o a otros amigos y parientes cercanos.
Un relato realista
Los relatos evangélicos del Nuevo Testamento sobre el nacimiento de Jesús, los llamados relatos de la infancia, brindan una perspectiva diferente de la mayoría de las presentaciones populares modernas. Son mucho más ricos y profundos que lo que puede comunicar una representación navideña para niños, una escena del pesebre sobre una chimenea o una tarjeta de Navidad. El bebé no habría tenido un halo y a pesar de la famosa frase de «Away in a Manger» [Allí en el pesebre]: «pero el pequeño Señor Jesús no llora», es casi seguro que habría llorado.
Tal vez el aspecto más difícil de apreciar para los lectores modernos sobre la venida de Jesús es el contexto judío, particularmente su conexión con el Antiguo Testamento. Aun cuando los relatos de la infancia son más significativos que las versiones culturales contemporáneas, carecen de muchos de los detalles que han sido añadidos a lo largo de los siglos.
Por ejemplo, no nos cuentan sobre la naturaleza del establo (cueva, al aire libre, madera, etc.); si había siquiera un establo; si había animales cerca o la cantidad de hombres sabios (si es eso lo que eran; ¿o eran astrólogos?). Los hombres sabios casi de seguro no llegaron la noche del nacimiento de Jesús, como muestra la mayoría de las escenas del pesebre producidas en masa, y la estrella no habría estado suspendida justo sobre el techo.
Separando la realidad de la ficción
Una lectura cuidadosa de los relatos de la infancia del Nuevo Testamento en su contexto histórico te ayudará a separar la realidad de la ficción y a despejar la maleza para que puedas encontrar verdaderamente al Cristo de la Navidad y ser cambiado por Él.
El judaísmo palestino del primero siglo se caracterizaba por un intenso anhelo y expectativa de que Dios liberara a su pueblo a la luz de las promesas del Antiguo Testamento. Los evangelios dan testimonio de esta expectativa, pero no son los únicos. El anhelo desesperado de un pueblo oprimido encuentra expresión en muchos otros textos de ese mismo periodo. Las expectativas mesiánicas del judaísmo del segundo templo eran tanto diversas como dominantes. Estos textos son significativos porque dan testimonio de las expectativas activas de que Dios actuaría por medio de sus agentes para cumplir sus promesas en la época del nacimiento de Jesús.
Los relatos evangélicos de la infancia dan testimonio de esta misma expectativa y proclaman audazmente que Jesús era el cumplimiento de todas estas esperanzas y sueños.