¿Cómo realiza Dios la reprobación?
Cuando tienes dos opciones y escoges una de ellas, eso significa que no escogiste la otra opción. La iglesia primitiva escogió a Matías y no a Barsabás para ser un apóstol (Hch 1:23-25), y Pablo escogió a Silas y no a Marcos para viajar con él (Hch 15:39-40).
Si seleccionas a un cierto número de personas para algo, eso significa que no estás seleccionando al resto de las personas. La iglesia primitiva escogió a siete hombres y no a otros hombres para servir las mesas (Hch 6:1-6), y escogieron enviar a ciertos hombres y no a otros hombres a Antioquía (Hch 15:22-27). Después de que Jesús resucitó de la muerte, Dios ordenó que Jesús se apareciera «no a todo el pueblo», sino que específicamente a aquellos «testigos que fueron escogidos […] por Dios» (Hch 10:39-41).
Así es como funciona escoger en la cotidianidad de la vida. Si escoges una manzana de una fuente llena de manzanas, estás escogiendo sólo una y no estás escogiendo al resto de las manzanas. De manera similar, si Dios escoge salvar a ciertas personas, entonces Él escoge no salvar a las otras.
No obstante, la Biblia dice más que simplemente que Dios no escogió a algunos. La Biblia dice que Dios lleva a cabo la reprobación a través de medios. ¿Cómo Dios lleva a cabo su decreto de reprobación? Dios realiza la reprobación al endurecer los corazones, al cegar los ojos y al ensordecer los oídos[1].
¿Cómo Dios endurece el corazón?
Peter Sammons organiza cuidadosamente los medios de reprobación en cuatro categorías: abandono, endurecimiento, agencia personal y agencia no personal[2]. Creo que es más simple decir que el principal medio es endurecer y que las otras categorías son maneras en que Dios endurece.
Dios endurece al retener la gracia
Nuestros corazones pecadores son peores de lo que pensamos. No debe sorprendernos cuando una horda saquea una tienda cada vez que no hay policía presente o disponible. Dios amablemente ha dado a los rebeldes que lo odian todo tipo de gracia restrictiva a fin de que las personas no se comporten tan malvadamente como podrían (p. ej.: Gn 20:6; 1S 25:34, 39). Una manera en que Dios endurece el corazón de las personas es simplemente al retener la gracia. Dios retiene la gracia cuando esconde el mensaje de Jesús a las personas (Mt 11:25-26; Lc 10:21; cf. Mt 15:14). Dios retiene la gracia cuando quita las restricciones morales y entrega a las personas a lo que sus corazones pecaminosos desean (Ro 1:24, 26, 28).
Es por esto que A. A. Hodge describe endurecimiento como «indudablemente, un acto judicial en el cual Dios se retira de donde están los hombres pecadores —a quienes no ha elegido para la vida— para el justo castigo de sus pecados, retirando toda influencia misericordiosa y dejándolos a las tendencias sin restricciones de sus propios corazones y a las influencias no contrarrestadas del mundo y el diablo»[3]. R. C. Sproul explica:
Lo único que Dios tiene que hacer para endurecer los corazones de las personas es quitar los frenos. Les da más libertad de acción. En lugar de refrenar su libertar humana, la incrementa. Les deja seguir su propio camino. En un sentido, les da la soga con la que ahorcarse. No es que Dios ponga su mano en ellos para crear nueva maldad en sus corazones; meramente su santa mano deja de refrenarlos y les permite hacer su propia voluntad[4].
Dios endurece a través de personas pecadoras
Dios usa personas malvadas para lograr sus propósitos. Esto incluye a humanos como los hermanos de José (Gn 50:20); a los sabeos que asesinaron a los criados de Job y se llevaron su ganado (Job 1:15); a los babilonios (Hab 1) y a Judas (Jn 17:12). Esto también incluye a Satanás y a los demonios (1Cr 21:1; Job 1:7-12). Dios puede cumplir su decreto de reprobación al endurecer corazones y cegar vistas por medio de personas malvadas (ver 2Ts 2:8-10; Ap 13:5, 8, 17:8, 12-18).
Dios endurece con la verdad
Dios endurece a las personas con la verdad (p. ej.: Is 6:9-10; Mt 13:14-15). Esto me recuerda a los enanos traidores al final del libro de C. S. Lewis, La última batalla. Los enanos sienten que están confinados en un establo completamente oscuro y cuando Lucy recoge algunas flores frescas y le pregunta a Diggle, el enano, si puede olerlas, él responde enfurecido: «¿cómo te atreves? ¿Qué es eso de meterme un montón de repugnante porquería de establo en el rostro?»[5]. Para quienes son salvos, la verdad es el «aroma fragante de Cristo […] olor de vida para vida», pero para otros el mismo mensaje es «aroma fragante […] olor de muerte para muerte» (2Co 2:15-16). Los creyentes consideran que Jesús, la piedra angular, es «[…] preciosa […]», pero «los que no creen» rechazan la piedra angular y los incrédulos «[…] tropiezan porque son desobedientes a la palabra, y para ello estaban también destinados» (1P 2:6-8).
¿Eso es justo?
Roger Olson, un teólogo arminiano, dice que si la reprobación fuera cierta, es difícil para él distinguir a Dios de Satanás:
Llevado a su conclusión lógica, de que incluso el infierno y todos los que sufrirán allí eternamente están predestinados por Dios, Dios es, por lo tanto, en el mejor de los casos, moralmente ambiguo, y en el peor, un monstruo moral. He llegado tan lejos como para decir que este tipo de calvinismo, que le atribuye todo a la voluntad y al control de Dios, hace difícil (al menos para mí) ver la diferencia entre Dios y el diablo[6].
¿Es justo que Dios endurezca, ciegue y ensordezca a los pecadores? ¿Es justo que Dios logre la reprobación al retener la gracia y al endurecer corazones, cegar vistas y ensordecer oídos? Es crucial recordar dos verdades:
1) Dios es el Creador supremo y nosotros somos sus criaturas. Pablo anticipó la objeción es «injusto»:
Me dirás entonces: «¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a su voluntad?». Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: «Por qué me hiciste así?». ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario? (Romanos 9:19:21).
Dios es todopoderoso, todo bueno, todo conocedor y todo sabio, y nosotros no lo somos. Por lo tanto, no debe sorprendernos que no lo comprendamos completamente ni sus caminos.
2) Cuando Dios endurece, ciega y ensordece a una persona al retener la gracia, esa persona no es inocente, sino que ya es culpable. Dios muestra misericordia a ciertos pecadores y endurece a ciertos pecadores.
No somos personas inocentes y neutrales a quienes Dios escoge para salvar o pasar por alto. Cada uno de nosotros es un rebelde contra el Rey, un idólatra, un malvado traidor. Y Dios soberana y misericordiosamente escogió rescatar a algunos pecadores y condenar al resto.
Dios finalmente provoca la reprobación, pero no de la misma manera que escoge soberanamente salvar a personas. Dios endurece, ciega y ensordece a los pecadores, pero no de la misma manera en que ablanda corazones, abre ojos y abre los oídos de los pecadores. Michael Horton contrasta cómo Dios endurece y ablanda corazones:
Dios no es activo en endurecer corazones así como lo es al ablandarlos. La Escritura sí habla de que Dios endurece corazones, no sólo en Éxodo 7:3 y Romanos 9:18, sino que también en Josué 11:20; Juan 12:40; Romanos 11:7; 2 Corintios 3:14. Asimismo habla de pecadores que endurecen sus propios corazones (Éx 8:15; Sal 95:8; Is 63:17; Mt 19:8; Heb 3:8, 13). Sin embargo, ningún pasaje habla de pecadores que ablandan su propio corazón ni que se regeneran a sí mismos. Sólo los seres humanos son responsables de la dureza de su corazón, pero sólo Dios ablanda y, de hecho, recrea el corazón de sus elegidos (1R 8:58; Sal 51:10; Is 57:15; Jr 31:31-34; Ez 11:19, 36:26; 2Co 3:3, 4:6; Heb 10:16). En resumen, sólo Dios nos puede dejar a la deriva en caso de reprobación, pero requiere el gran trabajo del Dios trino salvar a los elegidos, incluyendo la muerte del único Hijo engendrado del Padre[7].
No debemos concluir que el hecho de que Dios endurezca, ciegue y ensordezca contradiga su bondad. Dios da gracia común (no salvífica) a todos los humanos. A menudo da más bendiciones materiales temporales a los no creyentes que a los que sí creen. No obstante, los incrédulos son pecadores a pesar de la bondad de Dios y merecen condenación (Ro 2:4-5). «Porque todo el que hace lo malo odia la Luz, y no viene a la Luz […]» (Jn 3:20; cf. Jn 6:44, 65); «no hay quien busque a Dios» (Ro 3:11). Los incrédulos son agentes morales responsables que rechazan voluntariamente lo que Dios ha revelado sobre sí mismo. Dios es justo y bueno, y Dios siempre hace lo que es justo y bueno (Gn 18:25; Sal 119:68).
Este artículo es una adaptación del libro Predestination: An Introduction [Predestinación: una introducción] escrito por Andrew David Naselli.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.