Si hiciéramos una encuesta a parejas casadas en cuanto a sus objetivos de administración del dinero, la mayoría de las respuestas se enfocaría en alguna forma de éxito financiero. La mayoría de las personas se esfuerza por acumular mejores casas, mejores autos, más juguetes y cuentas de jubilación más grandes. No obstante, cuando soñamos con la prosperidad y con seguridad económica, debemos preguntarnos: «¿de quién es el sueño?». Podría ser el sueño americano, pero ¿es el sueño del Jesús resucitado? Y puesto que lo que lo glorifica a Él también es para nuestro bien, ¿es un sueño que, en última instancia, beneficia a nuestra familia?
El proceso de descubrir la voluntad contracultural de Dios sobre el dinero y las posesiones puede ser tanto emocionante como liberador. Para mi difunta esposa, Nanci, y para mí, nuestro crecimiento en la administración económica era paralelo a nuestro crecimiento espiritual. De hecho, lo impulsaba. Aprendimos sobre la fe, la gracia, el compromiso, la generosidad y la provisión de Dios. Tuvimos discusiones desafiantes sobre la ofrenda que al final fortalecieron nuestro matrimonio y nos unió alrededor del objetivo común de invertir en la eternidad.
Al usar la palabra makarios, que significa «dar feliz», Jesús dijo: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20:35, NVI). Nanci y yo descubrimos que esa felicidad, no el deber, impregna una teología del dinero que honra a Dios. Cuando los discípulos saturados por la gracia y orientados hacia el Reino usan el dinero y las posesiones de Dios, cumplimos el primer y segundo mandamiento más grande. Acumulamos tesoros en el cielo y «p[odemos] echar mano de lo que en verdad es vida» (1Ti 6:19).
Los siguientes principios pueden ayudarte a ti y a tu cónyuge a desarrollar un estilo de vida de buena administración que dará dividendos, ahora y para siempre.
1. Reconozcan los peligros de una vida centrada en las posesiones
Aunque no hay nada inherentemente malo con el dinero, hay algo desesperadamente malo con la devoción al dinero. «Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo […] Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero […]» (1Ti 6:9-10).
Comprender los peligros del materialismo puede liberarnos para experimentar las alegrías de la administración centrada en Cristo. Jesús habla del «engaño de las riquezas» (Mr 4:19). El salmista advierte: «[…] aunque se multipliquen sus riquezas, no pongan el corazón en ellas» (Sal 62:10, NVI). Ninguno de nosotros es inmune a la naturaleza que cambia el valor de la riqueza.
Las cosas tienen masa, la masa ejerce gravedad y la gravedad nos mantiene en órbita alrededor de las cosas que acumulamos. Un amigo me dijo que cuando él y su esposa estaban recién casados, pasaban su tiempo dando paseos, jugando y leyendo juntos. Estaban contentos. Después, a medida que su ingreso crecía, se encontraron atrapados en un cambio de prioridades. Poco a poco, el dinero y las posesiones tuvieron prioridad sobre Dios, la iglesia y el tiempo significativo juntos.
Los estudios y la evidencia anecdótica han mostrado una conexión entre un aumento de los ingresos y la infidelidad matrimonial. Por supuesto, el punto no es el ingreso mismo, sino el estilo de vida que subyace. Un cristiano puede ganar USD $1 000 000 al año, dar generosamente, vivir modestamente y evitar muchas de las tentaciones agregadas a la inmoralidad. Lo que importa no es cuánto ganemos; es cuánto conservamos.
¿Cómo podemos reconocer si estamos cayendo en una trampa del materialismo? «Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt 6:21). Jesús está diciendo: «muéstrame tu estado de cuenta bancario, tu estado de cuenta de la tarjeta de crédito y tus facturas, y yo te mostraré dónde está tu corazón». Lo que hacemos con nuestro dinero es una declaración irrebatible de nuestros valores.
Dios declara: «[…] cuanto existe debajo de todo el cielo es mío» (Job 41:11). La propiedad de Dios sobre todas las cosas constituye el fundamento de una teología bíblica del dinero y el antídoto al materialismo. Intensamente consciente del hecho de que lo que tenemos es de Dios y no es nuestro, los administradores fieles del manejo del dinero regularmente le consultan a Él para implementar sus prioridades bíblicas de inversión.
2. Hagan de la generosidad una prioridad
Les animo a comprometerse a dar regularmente a su iglesia local y, por encima y más allá de ella, a las misiones y a otros ministerios. Comiencen por establecer una cantidad para dar (recomiendo algo no menor al 10 %) y aférrense a ello para que honren a Dios con sus primicias (Pr 3:9). Si quieren que bendiga sus finanzas familiares, no se pongan bajo la maldición de la desobediencia.
Así como el trueno le sigue al rayo, dar sigue a la gracia (2Co 8:1-2). Si la gracia de Dios los toca, ¡no pueden evitar dar con generosidad! Entonces, cuando Dios les confíe más, recuérdense por qué: «para que en toda ocasión puedan ser generosos» (2Co 9:11, NVI). (Contrario al evangelio de la prosperidad, Dios no nos prospera para aumentar nuestro estándar de vida, sino para aumentar nuestro estándar de generosidad).
Si no han tenido el hábito de dar, puede ser desafiante comenzar. No obstante, pregúntenle a las personas: «si tuvieras una reducción salarial del 10 %, ¿morirías?». ¡Por supuesto que no! Dios es lo suficientemente grande para cuidar de ustedes si dan un paso de fe y le regresan a Él lo que es suyo en primer lugar.
¿Qué pasa si tu cónyuge y tú no están en la misma página sobre dar? A lo largo de los años aprendí que mi deseo de dar sacrificialmente a veces podría parecerle insensible a Nanci. Cuando aprendí a ser más generoso con ella (y con nuestras hijas), Nanci ya no sintió que darle al Reino competía con las necesidades de nuestra familia. Por medio de muchas conversaciones, ella aprendió a encontrar cada vez más gozo en dar y yo aprendí a encontrar cada vez más gozo en crecer juntos y liderar, pero sin empujar ni tirar. Íbamos de la mano, incluso si a veces uno de nosotros iba un paso adelante. (A medida que pasaban los años, la que iba un paso adelante era cada vez más ella).
Por supuesto, Dios quiere que hagamos muchas cosas buenas con el dinero que no involucra dar. Debemos proveer para las necesidades materiales básicas de nuestras familias, por ejemplo (1Ti 5:8). Pero estas cosas buenas son sólo el comienzo. El dinero que Dios nos confía es un capital de inversión eterno. ¡Cada día es una oportunidad para comprar más acciones en su Reino!
3. Establezcan un presupuesto para que puedan gastar y ahorrar sabiamente
Puesto que las consecuencias a largo plazo son graves cuando una pareja no está de acuerdo sobre el dinero, no puedo enfatizar más la importancia de discutir asuntos financieros. Comiencen a hacer un registro cuidadoso de los gastos a fin de poder descubrir adónde se está yendo tu dinero actualmente. Luego, determinen a dónde se debería ir. Esto se convertirá en la base de su presupuesto. (Cuando era pastor, me reunía con familias que seguían un presupuesto y estaban bien con un ingreso escaso. Pero me reunía con otras que tenían mucho más y estaban regularmente en crisis económicas).
Para algunos, la manera más práctica de hacer un presupuesto es el sistema de sobres. Cuando se cobra el sueldo, el dinero se divide en sobres destinados a: ofrendas, vivienda, comida, gasolina, servicios públicos, entretenimiento, ropa, ahorros y así sucesivamente. Si no queda nada en el sobre de entretenimiento a mitad del mes, ya no hay más películas o salidas a comer. Si gastamos de más en un área, debemos gastar menos en otra para compensar. El sistema de sobres podría parecer anticuado, pero nos enseña que los recursos son limitados, lo cual es una lección invaluable.
¿Cuál es el equilibrio correcto entre cuánto damos, cuánto usamos para las necesidades y deseos, y cuánto para ahorrar? Creo que la tensión reflejada en esa pregunta es saludable. Podemos buscar en mucha oración la guía de Dios, decididos a seguir su liderazgo lo mejor que podamos discernir.
Jesús nos dice: «más bien, busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia, entonces todas estas cosas [lo que comen, beben y visten] les serán añadidas» (Mt 6:33, NVI). A diferencia de los paganos que «andan tras todas estas cosas» y «se preocup[a]n por el mañana», los creyentes pueden confiar en Dios (Mt 6:25-34). Si creemos que Dios puede crearnos, redimirnos, llevarnos por medio de la muerte para pasar la eternidad con Él, podemos creerle cuando dice que proveerá para nuestras necesidades materiales.
4. Eviten la deuda, excepto en raras ocasiones
La decisión de vivir endeudado (a excepción de cantidades manejables, como una hipoteca que esté dentro de sus posibilidades) es, en última instancia, debilitante para el alma y para un matrimonio. Nunca es sabio vivir por sobre sus ingresos. Invariablemente producirá conflicto en tu matrimonio.
Confiar significa creer que Dios cuidará de nuestras necesidades. Cuando nos endeudamos, sin embargo, normalmente lo hacemos para obtener deseos, no necesidades. Así que la Biblia nos advierte sobre la deuda. La NBLA traduce el comienzo de Romanos 13:8: «no deban a nadie nada». Esta frase parece prohibir la deuda. La NVI dice: «no tengan deudas pendientes con nadie». Esto permitiría la deuda, mientras se pague lo antes posible.
No obstante, no toda deuda es igual. Soy comprensivo con aquellos que están en situaciones donde, después de orar y evaluar, la deuda parece ser la única alternativa. En esos casos, nada es más sabio que darle primero a Dios, recortar gastos y pagar la deuda sistemáticamente lo más agresivamente posible.
Algunos consideran la hipoteca una excepción en relación a evitar la deuda, y se puede argumentar que tomar un préstamo para comprar una casa a un precio razonable es mejor que arrendar. Lamentablemente, muchos propietarios aspirantes compran casas que están fuera de su presupuesto. Una pareja que conozco tomó una hipoteca grande que dependía de ambos ingresos. Cuando la esposa quedó embarazada, se dieron cuenta de que para mantener la casa, tendrían que transar sus convicciones de no dejar a su hijo en la guardería mientras la madre trabaja.
¿Qué pasa con las tarjetas de crédito? Algunos las usan por comodidad, pagando el monto adeudado en cada estado de cuenta para evitar el interés. Nanci y yo hicimos esto. Este enfoque tiene ventajas, pero también tiene desventajas. La propia comodidad de tener una tarjeta de crédito a menudo es una responsabilidad, y constituye una tentación. A continuación, presento algunas pautas prudentes:
- Nunca usen tarjetas de crédito para nada que no esté presupuestado.
- Paguen toda la deuda de sus tarjetas de crédito cada mes.
- El primer mes que no puedan pagar la tarjeta de crédito completa, destruyan la tarjeta, páguenla y no saquen otra.
5. Disfruten la vida para la gloria de Dios
Como creyentes en una cultura materialista, deberíamos adoptar estilos de vida que liberen el dinero para promover el progreso del Evangelio. Y sin embargo, la respuesta no es ascetismo, creyendo que el dinero y las posesiones son inherentemente malignos. Nuestro Dios es un Dador generoso (Ro 8:32). Él provee placeres y comodidades que Él desea que disfrutemos: «entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1Co 10:31).
A lo largo de los años, Nanci y yo gastamos cantidades razonables de dinero en vacaciones que sirvieron para renovarnos. Aun cuando nuestras hijas eran pequeñas, tendríamos una noche de cita, pues creíamos que una de las mejores cosas que podíamos hacer por nuestros hijos era mantener un matrimonio fuerte. (Prioricen tener citas con sus cónyuges. ¡Pónganlo en sus agendas y en sus presupuestos!).
La Escritura dice que no debemos poner nuestra esperanza en lo material sino «en Dios. Él nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos» (1Ti 6:17, NVI). ¡Eso significa que no debemos sentirnos culpables por disfrutar de sus provisiones! Dios no espera que sus seguidores vivan como prisioneros en una celda, sin festejar ni celebrar nunca la vida. Él nos confía dinero para cuidar de nuestras necesidades y las necesidades de otros, pero también para que podamos disfrutar de la vida que Él nos ha dado.
Inviertan en la eternidad: juntos
Muchos cristianos acumulan sus riquezas en la tierra. Terminan retrocediendo hacia la eternidad, alejándose de sus tesoros. Cristo nos llama a cambiar nuestro rumbo: a acumular nuestras riquezas en el cielo. De esa manera, cada día nos acercamos más a nuestro Tesoro.
En sus últimos años, Nanci y yo reflexionamos en las maneras, por la gracia de Dios, en las que invertimos en la eternidad y servimos al Señor Jesús juntos. Lo que quedó tras nosotros fue significativo, pero lo que nos esperaba al otro lado de la muerte era aquello para lo que habíamos pasado nuestras vidas preparándonos.
Un poco antes de que ella falleciera, estaba sosteniendo la mano de Nanci, y ella dijo, con una sonrisa y lágrimas: «Randy, te agradezco por mi vida». Respondí, también llorando: «Nanci, yo te agradezco a ti por mi vida». Dios nos había usado para hacernos madurar el uno al otro espiritualmente y para hacernos mejores seguidores de Jesús. Sin duda, no hicimos todo de manera correcta, pero con la ayuda de Dios, buscamos acumular tesoros mucho más grandes en el cielo en lugar de en la tierra.
Los animo a poner a Cristo al centro de sus matrimonios y sus finanzas. Nunca se arrepentirán. ¡Las ganancias eternas les traerán gozo eterno y le darán gloria a su Salvador!