En los momentos de duda, de dificultad y de pruebas se revelan nuestras creencias fundamentales sobre Dios y nuestra fe en Él. Entonces, ¿cómo pueden los cristianos tener fe en medio de la duda? ¿Cómo pueden confiar en el plan de Dios cuando sus vidas parecieran estar fuera de control y sus oraciones no tener respuesta o, como a veces se siente, incluso no ser escuchadas?
Si tú o alguien que amas ha pasado por esto, estas preguntas serán mucho más personales que teóricas. Quizás te hagas preguntas como, ¿es Dios bueno? ¿Es soberano? ¿Le importa?
Cuando las pruebas nos afligen, necesitamos una perspectiva correcta para nuestras mentes y auxilio para nuestro corazón. Es fundamental que realineemos nuestra cosmovisión con la Palabra inspirada de Dios: «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia» (2Ti 3:16).
La base de nuestra fe
La soberanía de Dios es una base sólida para nuestra fe. La soberanía de Dios significa bíblicamente que todas las cosas permanecen bajo su gobierno y nada sucede sin su dirección o consentimiento. Dios obra en todas las cosas para el bien de sus hijos (ver Ro 8:28), incluso en el mal y el sufrimiento. Él no comete maldad moral, pero puede usar el mal para buenos propósitos.
Pablo escribió, «[…] también en Él (Cristo) hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de Aquel que obra sobre todas las cosas conforme al consejo de su voluntad” (Ef 1:11). «Todas las cosas» es absoluto —sin excepciones—. Dios obra incluso en aquellas cosas que van contra su voluntad moral para llevar a cabo su objetivo y su plan. Podemos seguir el ejemplo de la Escritura y aceptar creer que un Dios soberano está completando los propósitos eternos en medio de situaciones dolorosas e incluso trágicas.
La prueba de nuestra fe
El sufrimiento y las dificultades de la vida pueden tener dos efectos en nosotros: o nos alejan de Dios, o nos acercan a él. Viktor Frankl, sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz, aunque no creía en Jesús como el Mesías, escribió en su libro The Unconscious God [El Dios inconsciente], «la tormenta extingue una fogata mientras que intensifica a un gran incendio, así también los problemas y las catástrofes debilitan la fe mal cimentada, mientras que fortalecen la fe que es firme».
Solo cuando te deshagas de esa fe desenfocada y falsa podrás reemplazarla con una fe bien cimentada en el único, verdadero y soberano Dios. Una fe que puede atravesar, e incluso encontrar fortaleza, por las tremendas pruebas de la vida.
La aflicción causada por la tragedia es ciertamente real para las personas cuya fe soporta el sufrimiento. Sin embargo, debido a que no ponen sus esperanzas en la salud, en la abundancia ni en la seguridad de las relaciones en esta vida, sino que en una vida eterna que está por venir, su esperanza se mantiene firme, independientemente de lo que suceda.
Fe significa creer que Dios es bueno y que incluso si no podemos verlo hoy, un día miraremos atrás y veremos claramente su soberanía, su generosidad y su bondad.
La maduración de nuestra fe
En nuestros momentos de duda, Dios promete que nunca nos dejará. Paul Tournier dijo, «cuando no exista ninguna oportunidad para la duda, no habrá ninguna oportunidad para la fe».
Confiar en Dios es una cuestión de fe. «Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Ro 10:17). Debemos sumergirnos en la Palabra de Dios. Así como un panel solar almacena energía que obtiene de la luz del sol, la fe se consolida solo al ser expuesta regularmente a la verdad y a la aplicación de esa verdad en las situaciones que enfrentamos en nuestras vidas. Por esta razón, se vuelve esencial que vayamos a una iglesia que enseñe la Palabra de Dios y que nosotros mismos la estudiemos diariamente. Cuando nuestras creencias se construyen en base a la verdad, es más probable que nos mantengamos firmes cuando las dudas nos aflijan.
La esperanza de nuestra fe
Debemos pedirle a Dios que nos libre de los ataques de incredulidad y desánimo de Satanás. Debemos aprender a resistirlo en el nombre de Cristo (Stg 4:7). Confiar en Dios para recibir la gracia de resistir en la adversidad es un acto de fe tanto como confiar en que Él nos librará de ella.
Dios promete en Hebreos 13:5 (NVI), «[…] nunca te dejaré; jamás te abandonaré». Esta inusual oración griega tiene cinco negativos. Kenneth Wuest lo traduce de la siguiente manera: “Nunca, nunca dejaré de sustentarte ni de defenderte. Nunca, nunca, nunca te abandonaré”. Cuando nos sumergimos en el hoyo más profundo y nos preguntamos si es que Dios existe, es Dios quien nos recuerda que Él permanece junto a nosotros.
Podemos confiar en que Dios nos está refinando a través de las pruebas, y que un día nos llevará a su gloriosa presencia.
El Señor Jesús nos dice, “cuando pases las aguas, yo estaré contigo […] cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará” (Is 43:2).
La presencia de Dios permanece con sus hijos, lo reconozcamos o no. En momentos de oscuridad, Dios nos llama a confiar en Él hasta que la luz regrese. «Pero Él sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro» (Job 23:10).
En este mundo de sufrimiento, tengo una profunda y perdurable esperanza, y fe para el futuro. No porque he seguido un montón de normas religiosas, sino porque durante cuarenta y tantos años he conocido a una persona real y he seguido conociéndola mejor. A través de su increíble sacrificio me ha conmovido profundamente, dándome un nuevo corazón y transformando mi vida por completo. La gloria sea a Jesús, ahora y para siempre.