Podría decirse que el analfabetismo bíblico de los cristianos está en su punto más alto, y es difícil exagerar sus escalofriantes consecuencias. Sé que en la iglesia diversas cosas cambiarán inevitablemente —por ejemplo, las nuevas formas que adoptan las canciones y los himnos—, y está bien. Lo que no está bien es que el pueblo de Dios descuide la Palabra de Él.
Me encanta la gente joven, y paso mucho tiempo con ellos. Soy profesor de tenis en la secundaria, y a comienzos de este mes hablé en Momentum, una conferencia para estudiantes en la iglesia Good Shepherd Community. Estoy viendo suceder muchas cosas buenas en las vidas de los adolescentes. Sin embargo, no es menos cierto que estamos criando una generación de jóvenes de videos, computadores, juegos electrónicos, teléfonos móviles y entretenciones exteriores en que cada vez menos jóvenes aman los libros. Sí, hay muchas y notables excepciones, pero lo anterior es la clara tendencia. Siendo un creyente joven, devoré grandes libros como por ejemplo El conocimiento del Dios Santo, de A. W. Tozer, Conociendo a Dios, de J. I. Packer, Mero cristianismo, de C. S. Lewis, y Él está presente y no está callado, de Francis Schaeffer. Estos y muchos otros libros están disponibles para los jóvenes en la actualidad, pero no muchos los están leyendo.
Y lo más importante, la propia Biblia es un libro; sesenta y seis libros en uno. Si nuestros jóvenes no son lectores, no serán lectores de la Palabra de Dios. Y si no son lectores de la Palabra de Dios, sus vidas espirituales no tendrán futuro. Los próximos líderes de la iglesia no sabrán lo que Dios ha dicho, y cuando eso suceda, ¿cómo podrá la iglesia funcionar como el cuerpo de Cristo estando desconectada de la mente de Cristo?
Ya estamos viendo la primera ola de analfabetismo bíblico entre muchos de los actuales líderes de la iglesia. Cuando la Escritura dice que un anciano debe ser «capaz de enseñar», esto implica mucho más que habilidades de comunicación. Requiere un conocimiento operativo activo de la Palabra de Dios. En mi opinión, nadie debería ser líder de la iglesia —anciano, supervisor, pastor o cualquiera que dirija la iglesia— a menos que estudie diariamente la Palabra de Dios y la conozca mucho mejor de lo que conoce a los concursantes de los reality shows. Y debería sentir mucha más pasión por la Escritura que por los programas de televisión, las películas, el fútbol, las carreras automovilísticas, la política, los blogs u otros intereses.
Trágicamente, los adultos cristianos, incluyendo muchos líderes actuales de la iglesia y aun algunos pastores, están tan inmersos en la cultura popular, y son tan indisciplinados, que no apagan el televisor ni se dedican al estudio diario de la Palabra de Dios y la lectura de libros cristianos centrados en ella. ¿Qué clase de ejemplo le estamos dando a la próxima generación? ¿Qué estamos haciendo para motivarlos y ayudarlos a apagar las distracciones, silenciar los teléfonos móviles y convertirse en estudiantes apasionados de la Palabra de Dios, escuchando el suave murmullo de Dios (1R 19:12) que, de lo contrario, será ahogado por nuestro incesante ruido cultural?
Hace poco oí a un experto en alfabetización y lectura citar las estadísticas del analfabetismo funcional, incluyendo el hecho de que muchos jóvenes no pueden leer, y muchos que PUEDEN leer, NO leen. Es alarmante. Aun niños cristianos criados en hogares e iglesias evangélicas son tristemente ignorantes de la Escritura.
En lo referido a enseñanza y conocimiento bíblico, la iglesia a la que asisto probablemente estaría en el 90º percentil. Sin embargo, hace diez años, mi esposa hizo preguntas bíblicas a una clase de niños de 11-12 años en nuestra iglesia, de los cuales casi todos pertenecían a hogares cristianos y eran asistentes regulares. Era un grupo grande, pero ¿cuántos crees que sabían la respuesta a la pregunta «¿Quién fue el padre del Rey Salomón?»? En total, uno, que casualmente era hijo de pastor —aunque muchos hijos de pastor podrían no haberla sabido—.
Mi punto no es que conocer datos bíblicos te haga piadoso. Evidentemente no es así. Podríamos criar a una generación de pequeños fariseos que conocieran todos los versículos pero no sintieran amor por Dios. Sin embargo, los niños que aman a Dios solo perseverarán y se harán más santos si se alimentan de la Palabra de Dios.
¿Estamos memorizando la Escritura? ¿Estamos animando a nuestros hijos a memorizar versículos, y haciéndolo con ellos? ¿Tenemos un plan sistemático de algunos cientos de versículos, para memorizar y repasar con nuestros hijos, que cubran áreas básicas de la teología cristiana? ¿Cómo podemos esperar que nuestros hijos cultiven y perseveren en una cosmovisión cristiana sin ayudarlos a almacenar la Palabra de Dios en sus corazones?
Hace poco le dije a un pastor de mi iglesia que, si tuviera que volver a empezar, y pudiera ayudar a recomenzar nuestra iglesia, tendría un curso permanente de panorama bíblico y doctrina bíblica, y reforzaría la educación de nuestros adultos e hijos para asegurarnos de cultivar un ambiente en que la gente fuera conducida al texto de la Escritura, semanalmente en la iglesia y diariamente en sus hogares. Estudiar cada día, meditar, conversar y vivir las verdades de la Palabra de Dios… eso es lo que necesitamos urgentemente.
Muchos que han crecido en nuestras iglesias conocen a todos los personajes de los programas de televisión por nombre, pero si se les exigiera nombrar a las doce tribus de Israel (o incluso a los apóstoles, en muchos casos), no nombrarían más de un par. Pídeles mencionar dos textos que indiquen que Cristo es el único camino a Dios, y no necesitarás adivinar por qué la gente no está compartiendo su fe en Cristo. No saben qué compartir. ¿Cómo puedes compartir lo que no sabes? ¿Cómo puedes saber si no conoces la Palabra de Dios?
Dios promete que su Palabra no volverá a Él vacía sin cumplir el propósito con el cual la envió. La Palabra de Dios, en las manos de su Espíritu Santo, tiene el poder de transformar vidas, de moldearlas para la eternidad. Sin embargo, nuestra santificación, como individuos, familias e iglesias, estará limitada si no miramos fija y constantemente la Palabra de Dios. Jesús oró «Santifícalos en la verdad; tu Palabra es verdad» (Jn 17:17).