Todos los temores son profecías sobre el futuro. Comienzan desde un pequeño pensamiento (un ladrón podría robar mi bicicleta; el coco me comerá antes de que termine la noche) y crecen desde ese punto. Sin embargo, estos temores necesitan ser alimentados para crecer y para llegar a ser apocalípticos.
Crecí en un momento de la historia en el que esos temores fueron muy alimentados. Estaba en la primaria durante el punto más alto del Temor Rojo[1]; el libro Late Great Planet Earth [La agonía del gran planeta tierra] era un éxito de ventas y los medios ampliaban la información frente al peor suceso global. Al tener todo este material a disposición, no era necesaria una gran imaginación para que los cristianos pensaran en que el Ejército Rojo usaba dispositivos demoníacos para detectar cristianos y capturarlos con entusiasmo usando la peor tortura existente con el fin de que renuncien a Jesús o de que mueran. Era, pensaba, el peor de los tiempos.
Luego, crecí y me di cuenta de que cada época es, en realidad, el peor de los tiempos. La verdad es que siempre tenemos ayuda para que nuestros temores crezcan. Siempre existe una nueva amenaza.
A continuación, les comparto algunos temores comunes de una lista que puede ser interminable:
- El temor al colapso moral total de la cultura que nos rodea
- El temor al colapso y al caos económico
- El temor a los extremistas islámicos
- El temor a virus, a plagas y a químicos peligrosos resistentes, y así sucesivamente…
Dos populares líneas defensivas
¿Cómo podemos protegernos contra todos estos temores? Una línea defensiva es la racionalidad; es decir, dejar que los datos y los hechos mitiguen nuestros temores. Piensen, por ejemplo, en los extremistas islámicos. Puesto que la mayoría de las religiones crecen por medio del traspaso de la fe de los padres a sus hijos, las estadísticas sugieren que no existirá una mayoría islámica en el futuro previsible porque simplemente existen más cristianos que musulmanes en este momento. Incluso si hubiera un aumento en la cantidad del promedio de familias islámicas, no haría mucha diferencia en el futuro predecible: temor aliviado.
Una segunda defensa contra estos temores tiene que ver con imaginar lo peor y prepararse para ello. Advertir a otros, construir un refugio o simplemente seguir imaginando lo peor como si fuera un talismán para el momento en que lo peor aparezca.
Estas defensas, por supuesto, son alivios temporales; no obstante, no podemos confiar en los datos, en que todo esté a nuestro favor o en nuestra preparación personal. Confiamos en una Persona. Cualquier respuesta a temores futuros que enfatice la información y la preparación por sobre la confianza es, en esencia, impía. La información y la educación no son malas, pero no son nuestra primera respuesta. El pueblo de Dios va a él primero: «¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!» (2Cr 20:12).
Recibiremos gracia
A medida que nos volvemos al Señor, miramos primeramente a la promesa más grande de todas: «nunca te dejaré; jamás te abandonaré» (Heb 13:5). Nuestros pecados son lo que nos alejan de Dios, pero ahora el perfecto Sumo Sacerdote ha hecho un sacrificio perfecto y, luego de haber hecho expiación por los pecados, descansó. El sacrificio por el pecado ya está hecho; nos garantiza su presencia. No enfrentaremos nuestros temores solos.
Dentro de esta promesa se incluye el hecho de que él nos dará la gracia diaria que necesitamos. La imagen del Antiguo Testamento detrás de esto es el regalo del maná. Con el fin de evitar que depositaran su confianza en lo almacenado, lo dado era suficiente para el día y no podía almacenarse para el siguiente. El mañana traerá nuevas misericordias, maná fresco y abundante gracia.
La gracia nos fortalece para descansar en Dios y permanecer firmes de cara a cualquier sufrimiento o tentación que el mundo pueda exhibir; de cara a cualquier temor que se haya hecho realidad (1Co 10:13). Su presencia nos asegura que vamos a «recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos» (Heb 4:16). La gracia prometida deja nuestras predicciones obsoletas. Aun si ellas fueran ciertas —lo que normalmente no es así— no podemos predecir la gracia que será derramada sobre nosotros en ese día futuro. Al contrario, imaginamos el futuro con la gracia que tenemos para las dificultades de hoy y esa gracia es suficiente sólo para hoy, no para mañana. El mañana vendrá con una nueva reserva de gracia.
Volvamos a contar la historia.
Al tener esta gracia futura a la vista, volvemos a contar la historia de nuestras vidas y la historia de la historia. Piensen en el Salmo 23, por ejemplo, como un modelo. Por gracia, nos transformamos en las ovejas del Señor. La alegría y el descanso están a la orden del día. Sin embargo, las ovejas deben estar en continuo movimiento y ese viaje incluye problemas, como vimos cuando el Cordero de Dios se sometió a su Pastor en el mismo camino. El problema puede ser intenso; puede incluir Asiria, Roma y otras amenazas que pueden matarnos. Pero la historia no termina ahí: nuestros enemigos estarán observándonos a la distancia mientras nos sentamos a la mesa para comer del banquete de Dios. Ellos serán avergonzados; seremos familia de aquel que es digno de honor. En nuestro camino a la casa del Señor, sin temer al maligno, oremos para que se haga su voluntad tanto en la tierra como en el cielo (Mt 6:10). El peregrinaje nos lleva a la casa de Dios, donde su voluntad se hace continuamente. La historia de la Escritura siempre termina bien.
Ciertamente, la vida y la historia termina gloriosamente para el pueblo de Dios y mientras miramos a ese fin, podemos predecir esto: la gracia de Dios puede perseguirnos de tal manera que tememos cada vez menos al mal.
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección. | Traducción: María José Ojeda
[1] N. del T.: El Temor Rojo se trataba de la preocupación por la influencia comunista en la sociedad y por la infiltración de comunistas en el Gobierno de los Estados Unidos.