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Mi amado Toviel:

Ha resucitado. ¡Ciertamente ha resucitado! Oh, sobrino, ¿no es la eternidad demasiado corta para alabarlo?

Lo que podemos ofrecer con adoración no es comparable con lo que Él merece. Debido al honor de su nombre, interrumpo mi canción para escribirte. Acabo de recibir información sobre los movimientos del enemigo contra tu joven. Debo correr al punto antes de tiempo.

Lucifer, tan cobarde y astuto como es, busca despojar al mundo de la gloriosa resurrección de nuestro Maestro. En sus manos, el espectáculo sin precedentes, la detonación divina —sin duda, el signo de exclamación de toda la historia— flotaría en sus mentes como algo vago añadido, alguna trivialidad brillante, alguna hermosa irrelevancia. Él apunta sus flechas al corazón.

No debemos preguntarnos la razón: Dios quebró sus mandíbulas con ello. Nuestro Maestro, el pecado de su pueblo y su muerte viajaron a la tumba juntos: sólo nuestro Señor regresó. Aún recuerdo escuchar los debilitados chillidos y silbidos cuando la luz brilló en esa tumba vacía en la tercera mañana. La efímera burla del diablo se transformó en horror. Su voz que alguna vez fue hermosa dio instrucciones con gruñidos sobre cómo cubrirían esto. Mientras los demonios se revolvían, el cielo tronaba: ¡aleluya!

Escucha la tumba vacía

En ese primer Domingo de Resurrección, el diablo, lastimosamente, se apresuró a pagarles a los soldados para que mintieran diciendo que los discípulos habían robado el cuerpo (Mt 28:12-15). Sin embargo, hoy el juego de manos toma formas más sutiles. Intenta afanosamente incluso distraer a los redimidos del gran espectáculo, colgando un conejito y algunos huevos de chocolate frente a ellos. 

Es tu gran deber y deleite llevar a tu hombre a la tumba vacía y mostrar su imperiosa relevancia. Tres puntos para comenzar.

1. Perdón comprobado 

Tu hombre a menudo es sacudido por la tempestad y despojado de su alegría santa porque no considera la tumba vacía con respecto a su pecado. Oh Toviel, ¡muéstrale una y otra vez —y no sólo en la Pascua— la maravilla de la resurrección después de la caída!

Recuérdale que nuestro Maestro no sólo invadió su propia creación, acampando entre ellos como hombre, sino que se sumergió hasta el fondo de un abismo oscuro, oscuro y aparentemente sin fondo de la justa ira de Dios para salvarlo.

Cada paso del vertiginoso viaje del Maestro lo llevó a acercarse más a este embravecido mar. No podíamos creerlo. Cuando era el tiempo correcto, él se sumergió —solo— incluso mientras quienes permanecían en la tierra coreaban: «¡crucifíquenlo! ¡Crucifíquenlo!». «A otros salvó; a Él mismo no puede salvarse» (Mt 27:42). (De no ser por su orden de retroceder, habríamos irrumpido por las puertas y los habríamos silenciado).

Y más bajó Él.

Hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo a las profundidades de la oscuridad desconocida para los hombres o los ángeles. Y al fondo, donde está lo más oscuro, sólo podíamos escucharlo clamar: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» —un lamento como nunca hemos escuchado antes ni después—. Cuando dio su último aliento, todo el cielo quedó en silencio.

Por tres largos días, las aguas quedaron quietas. La creación retuvo la respiración. Sus discípulos lloraron.

Pero en la mañana del tercer día, ondas se deslizaron por el agua. Desde las profundidades desconocidas, Él resucitó. «No era posible que Él quedara bajo el dominio de ella [la muerte]» (Hch 2:24). El cielo estalló. Las tumbas se abrieron. ¡Aquel que condenó al pecado en la carne fue declarado Hijo de Dios en poder! El Cordero que quitó los pecados de los hombres —más lejos de lo que está el este del oeste— regresó

Esto significa todo. Si su Salvador hubiera permanecido tragado en la tumba, ¿adónde mirarían para saber si se había consumado? La resurrección es indispensable para la confianza apropiada del perdón. «Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es falsa; todavía están en sus pecados» (1Co 15:17). Pero Cristo había resucitado, para su justificación (Ro 4:25).

Cuando Satanás avergüenza a tu hombre, señalando su pecado, apuntándolo a la tumba vacía, preguntándole: «¿quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por [ti]» (Ro 8:34) [énfasis del autor]. Muéstrale a cada Tomás con dudas las cicatrices de Cristo, ¡predicando el perdón de pecados!

2. Presencia asegurada

¿Qué significa esa gloriosa mañana de domingo para las apagadas y pesadas mañanas de los lunes? Todo. Su resurrección de los muertos significa que Él está con ellos.

Los hijos de Dios demasiado a menudo olvidan que su Hermano mayor vive. Lo ven activo en su pasado y, por fe, lo ven habitando su futuro, pero extrañamente, el momento a momento de sus vidas es el único lugar donde Él no está. Rara vez lo ven, como enfatiza el Señor resucitado, no solo como Aquel que era y que será, sino como Aquel que es (Ap 1:8). ¿Cómo? Porque Él resucitó.

Tu hombre demasiado a menudo adora a la tumba llena, conmemorando al héroe caído. Persiste, por así decirlo, en esos días sombríos entre ese inolvidable Viernes y este incomparable Domingo por la mañana. Y cuando su Salvador se acerca a Él, a menudo también lo confunde con quien cuidaba el huerto (Jn 20:15).

La piedra aún le impide ver al Cristo vivo. ¡Quítenla! Muéstrale la tumba vacía y pregúntale: «¿por qué busca[s] entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado» (Lc 24:5-6). Llévalo más allá de este interminable servicio de difuntos y hazlo marchar para unirse a esas filas que asaltan las puertas del Hades, no porque el recuerdo de su Señor esté con ellos, sino porque Él está con ellos (Mt 28:20).

La resurrección significa que nuestro Señor no está ausente. Su Cristo mismo —no es un sentimiento ni un recuerdo, tampoco un deseo hecho a una estrella— se levanta como un meteorito hacia ellos. ¡Oh Toviel, si sólo tuvieran ojos de fe para ver lo que nosotros vemos! Qué osadía, qué gozo insumergible, qué confianza inigualable tendrían si pudieran ver a su Sumo Sacerdote vivo intercediendo diariamente por ellos.

3. Futuro garantizado 

Su resurrección estremeció las murallas que separaban este mundo con el siguiente. La toma de poder ha comenzado.

La eternidad está invadiendo; sus fuerzas ya llegaron a la orilla. Un nuevo comienzo ha surgido: «Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía» (‭‭Col ‭1‬:‭18‬). Las puertas antiguas se abrieron de golpe. La escalera tocó la tierra. El cielo está entrando. Todo gracias a la obra decisiva del Hijo.

Él es el «primogénito de entre los muertos», con muchos que lo seguirán. La resurrección de nuestro Maestro garantiza la resurrección de su pueblo (2Co 4:14). Las defensas de la muerte quedaron destrozadas. La noche pasa rápidamente. Los muertos comienzan a moverse. Él está a la puerta. «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (‭‭1Co ‭15‬:‭22‬).

En un parpadeo, cuando suene la última trompeta, todos seremos hechos nuevos. Los cuerpos perecederos de los santos (plagados de enfermedades, afectados por la decadencia, con discapacidades, débiles) serán consumidos por la vida. El ámbito terrenal y el celestial se mezclarán; la nueva creación rebosará con Dios, con los ángeles y con los hombres. La tumba vacía señala la cercanía de la toma de poder divina. El dominó decisivo ha caído.

La gigantesca ola de la resurrección lavará los cementerios y se desparramará por toda la creación. El césped brillará de verde. El agua fluirá libremente. Los océanos latirán con la vida. Las aves cantarán canciones nuevas desde las copas de los árboles. Toda la creación «será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (‭‭Ro ‭8‬:‭21‬). El conocimiento de la gloria de nuestro Maestro cubrirá al mundo como las aguas cubren la mar. 

No es una idea adicional cegadora

Este día, este evento, no es una idea adicional cegadora: es todo. Su resurrección no es una planta plástica, que no da un olor intoxicante, que no muestra belleza real, que no tiene una función específica. Si Cristo no hubiera sido resucitado, entonces su fe sería en vano (1Co 15:14). Si tienen esperanza sólo en esta vida, son la lástima de la tierra (1Co 15:19).

¡Pero Él ha resucitado! ¡Ciertamente, ha resucitado!

Recuérdale que la resurrección significa perdón comprobado, presencia asegurada y futuro garantizado. Protege a tu hombre de la mentira de la irrelevancia deslumbrante. La resurrección comienza decisivamente el proceso, como otro de los hombres de nuestro Maestro ha dicho «de limpiar este mundo de todo dolor», para siempre y de una vez por todas. Él es el comienzo.

Tu encantado tío, 

Gabriel

Greg Morse © 2020 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
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Greg Morse

Greg Morse es el gestor de contenido de desiringGod.org y es graduado de Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa, Abigail, viven en St. Paul con su hijo y sus dos hijas.
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