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Los vendedores ambulantes me fascinan. Los he rechazado una infinidad de veces, pero no ha sido personal. En lo profundo, los admiro. Me gustaría ser más como ellos.

No parecen afligidos por el temor al hombre. Se atraviesan en medio del pasillo, hacen contacto visual, sonríen y luego te ofrecen sus perfumes o fundas de celular. Ellos saben que no queremos escuchar, pero hablan de todas maneras. Una mujer me atrapó hace poco con su fuerte acento. Alzó su voz y cuando me vio pausar, supo que tenía mi atención. Ella olía el miedo. Antes de saber que había pasado, mis hijos tenían enormes globos en sus manos y juguetes en sus brazos, y ella les preguntaba cuáles les gustaban más. Era tan insistente que escuché su mensaje.

«¿Por qué no comparto el Evangelio así?».

¿Cuántas veces, para usar la ilustración, me siento a un lado, esperando que me cuestionen hombres y mujeres perdidos preguntándose por cierto hombre llamado Jesús? ¿Cuán a menudo aprovecho momentos, hago contacto visual, alzo mi voz y cuento la buena noticia de Jesucristo a aquellos que no se reúnen voluntariamente conmigo en la iglesia?

Tengo las mejores noticias que compartir, la más grande oferta que proclamar; al mejor precio para nuestros oyentes. ¿Los vendedores ambulantes serán más valientes? «No tengo la personalidad», respondes. Eres tímido e introvertido. Tus padres nunca tuvieron que decirte que no hablaras con extraños. Tus incomodidades hacen que la Gran Comisión se sienta más como una gran carga. ¿Cómo puedes superar tu inquietud de participar mejor en la misión de Cristo?

Quiero ayudar a apagar este temor. Debemos estar contándoles a las personas sobre Jesús, no pagarles a los pastores para que hagan ese trabajo por nosotros. Y prefiero optar por consejos prácticos, sugiriendo dos cursos de acción que rara vez se consideran. Asumiré tu propio amor por Cristo, tu oración constante, tu dependencia del Espíritu, tu conocimiento del Evangelio, una preocupación cada vez mayor por los perdidos y un celo por el nombre de Dios. ¿Cómo los tímidos pueden llegar a ser más valientes para la gloria de Dios?

Desensibilizar los miedos

Piensa en nuestro vendedor ambulante. ¿Es indiferente al rechazo? No, pero ha sido desensibilizado. El primer par de días en que sus ofertas tímidas fueron desatendidas podrían haber dolido, pero cien días después, su temor se ha atenuado. El «no, gracias» ya no le mueve más el piso. No es personal. A medida que se presenta día tras día y conversa con personas que no conoce sobre productos que la mayoría no quiere, su temor se hace más manejable.

La exposición gradual y repetida a lo que tememos lo disminuye. Sabemos esto. Cuando nuestros hijos entraron por primera vez a la piscina, empezamos en la parte más baja con ellos y poco a poco los llevamos a la parte más profunda. No los lanzamos directamente a la parte profunda.

Es lo mismo con el evangelismo. Nos equivocamos cuando asumimos que nuestras únicas opciones son sumergirnos de cabeza o quedarnos a un lado de la piscina. Puedes entrar al agua estratégicamente. Puedes familiarizarte con lo que se requiere en el evangelismo antes de evangelizar. No es todo o nada.

Digamos que te estableces el objetivo de acercarte a un extraño en el parque local y compartir el Evangelio con él para el final del verano. No obstante, te incomoda hablar con extraños. Incluso te aterra. Pero una parte de ti quiere. Lo necesita. Estás cansado de ser esclavo al temor y sabes que debes hacerlo, que puedes hacerlo, con la ayuda de Dios.

Pero ¿ahora qué? Una respuesta: desensibilizate. Comienza diciendo un significativo «hola» a cinco extraños cada día por dos semanas. Personas en el parque, que caminan por fuera de tu casa, en el almacén. Luego, la siguiente semana agrega: «hola, ¿cómo estás hoy?». Después de un buen tiempo enfrentando tus temores en oración, prepara el camino para un «hola, esto podría sonar extraño, pero soy cristiano y si no te importa quisiera preguntarte si hay algo por lo que pudiera estar orando por ti». Y luego, «hola. Soy cristiano y he descubierto la mejor noticia del mundo y creo que todos deberían escucharla. ¿Te gustaría que la compartiera contigo?».

Las personas te mirarán con extrañeza. Algunos dirán cosas que no esperas (tanto negativa como positivamente). Dios será honrado y, en el tiempo (esperamos) las almas serán salvadas. El evangelismo siempre requiere fe y valentía, pero dar pasos en oración para desensibilizarse ante el miedo puede ayudar. Las montañas se reducen a laderas, luego a un grano de arena, por medio de intentos repetidos.

O quizás tu temor es el rechazo. Algunos de nosotros necesitamos escuchar más «no», a propósito. ¿Cómo? Me han sugerido hacer solicitudes que sabes que serán declinadas a fin de enfrentar tu miedo. Pregúntale al chico de Chipotle si es posible comprar un burrito y obtener uno gratis. Pregúntale a la chica de Starbucks que te dé un café gratis. Mientras lo pidas con buen humor, algo así podría ser un poco humillante y bueno para nosotros. Con el tiempo, te lo tomarás menos en serio, tendrás menos miedo al aterrador «no» y ofrecerás el Evangelio con más libertad (recibiendo muchos «no» en el camino). Con mucha oración, desensibilízate de este miedo al enfrentarlo en dosis controladas. 

Desarrolla tu voz

«Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto» (Pr 18:21). La lengua tiene el poder de promover la vida o la muerte, y no existe otro lugar más evidente para esto que al compartir el Evangelio. Algunos podrían aliviar su conciencia al decir que la fe es un asunto privado entre ellos y Dios. No obstante, decimos junto a David y Pablo: «Creí, por tanto hablé» (2Co 4:13 [énfasis del autor]). 

Pero puede que no hables mucho. Te pones nervioso: tus manos sudan, tus hombros se ponen tiesos, tu garganta se seca. Estoy convencido de que la mayoría de las personas tímidas son tímidas porque no se comunican con seguridad. Como mínimo, son más tímidos de lo que serían si hablaran con más confianza. Su falta de fuerza, claridad o musicalidad vocal sostiene la mentira interna de que los demás no desean escucharlo. No suenan agradables. Por lo tanto, su inseguridad crece y, de ese modo, permanecen en su caparazón, atribuyendo todo a su personalidad fija.

Le he preguntado a hermanos introvertidos: «si tu voz sonara más agradable, más confiable, tuviera un sonido más resonante y claro, ¿hablarías más de lo que lo haces ahora?». Sus respuestas son predecibles. Por supuesto que lo harían. El temor de no sonar bien ahoga cualquier intento. Estoy convencido de que el trabajo de la voz se descuida mucho en general, pero especialmente, en el caso de las personas tímidas en la iglesia. Algunas de las personas que más vale la pena escuchar son las más calladas entre nosotros; por humildad, sí, pero también por falta de confianza al usar su instrumento.

Y este silencio construye murallas entre nosotros. Tal es el poder y el milagro de la voz. Tu voz es un canal de expresión del alma. La voz puede revelarte, unirte a otros, compartir no sólo tu mensaje, sino tu yo más profundo con los oyentes. Cuando los coaches de voz hablan sobre el discurso, te das cuenta de que no ofrecen presentaciones improvisadas en clases o en el trabajo; ofrecen liberarte. Saben que la voz es el canal de nuestros pensamientos, emociones, convicciones y el camino que nuestro hombre interior recorre para reunirse con otros. Las palabras nos comunican. Y los cristianos sabemos que eso es profundamente teológico. Nuestro Dios es un Dios que habla y que ha existido eternamente con la Palabra. Nosotros reflejamos su imagen y nos revelamos a nosotros mismos por medio de las palabras.

Por lo tanto, cuán trágico es que este canal esté obstruido y condenado por años de abandono, inseguridad y malos hábitos. Sé esto de primera fuente. A lo largo de mi vida, he hablado poco. He estado estudiando la voz para intentar compensar el tiempo perdido. Y he descubierto que puedes aprender cómo usar tu voz. No tienes que seguir llevando una vida de ermitaño en un habla mediocre, quebradiza y entrecortada. Puedes hablar con pasión, dinamismo, incluso fácilmente a veces, al otro lado del mucho esfuerzo. Desde el corazón, la boca puede hablar con competencia.

Por lo tanto, mejorar los hábitos vocales puede abrir un estilo de vida más conversacional y confiado para hablar de todas las cosas, incluso de lo más importante: Jesucristo. Así como has aprendido malos hábitos, puedes aprender buenos hábitos. Tu instrumento está intacto; sólo necesita ser ajustado. Léele libros alegremente a tus hijos. Toma suficiente agua a lo largo del día. Habla lo que piensas y lee en voz alta cuando sea posible. Dale libertad a tu expresión facial. Ejercita trabalenguas. Masajea tu rostro. Tararea con frecuencia. Canta en el auto y canta más fuerte en la iglesia. Practica compartir el Evangelio con tu cónyuge. Fortalece tu zona abdominal. Puedes mejorar tu voz. Con instrucción (respirar desde el diafragma, articular, relajar, tener buena postura, proyectar tu voz) tendrás más confianza para evangelizar. Los cristianos siempre hemos valorado el alfabetismo porque leemos la Escritura; y deberíamos también valorar la voz para hablar el Evangelio.

Necios por Cristo

Ninguna habilidad ni estrategia compensará el verdadero amor por Jesús, el verdadero amor por las almas y el verdadero deseo de que otros compartan tu gozo. Necesitamos al Espíritu de Dios. Necesitamos conocer el Evangelio. Necesitamos nacer de nuevo. Necesitamos orar. Necesitamos aceptar ser considerados necios por Cristo, ser debilitados y rechazados por Cristo. Ningún tipo de personalidad, temores reducidos o habilidades perfeccionadas pueden reemplazar estas necesidades.

Sin embargo, creyente tímido y silencioso, necesitamos tu voz, tu historia, tu perspicacia para la gloria de Cristo. Podrías ser más un Andrés que un Pedro, pero tienes que hablar. Fuiste salvado para hablar de Cristo y sus excelencias. Tu pequeña esquina del mundo necesita que des testimonio del Evangelio de la gracia de Dios. Expón tus temores, entra en las dificultades, desarrolla confianza en tu voz y sé libre para hablar de Cristo para la gloria de Dios. Cristo es demasiado bueno y la eternidad está tan cerca, para quedarse en silencio.


Publicado originalmente en Desiring God. Usado con permiso.
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Greg Morse
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Greg Morse

Greg Morse es el gestor de contenido de desiringGod.org y es graduado de Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa, Abigail, viven en St. Paul con su hijo y sus dos hijas.
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