Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintiuno:
Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna (Hebreos 4:15-16).
Este pasaje nos dice que vayamos a Cristo en nuestra debilidad y en nuestro pecado. Sin embargo, a menudo preferimos una ruta opuesta a la de Hebreos 4:16. No puedo describirlo mejor que Heath Lambert:
Los castigos mentales no son útiles porque lidian con el pecado de una manera egocéntrica en lugar de enfocarse en Cristo. Meditar en cuán miserable y patético eres solo perpetúa el egocentrismo pecaminoso que te llevó a mirar pornografía la primera vez. Condenar el diálogo interno aún te mantiene en el centro pues reflexionas en lo que piensas que mereces por lo que hiciste… la única manera de romper este círculo vicioso es salir de ti mismo e ir a Jesús. Necesitas dejar de hablarte a ti mismo en condenación y comenzar a hablar con Dios en confesión (Finally Free: Fighting for Purity with the Power of Grace [Finalmente libre: peleando por la pureza con el poder de la gracia, Lambert, 26).
Jesús no necesita tu diálogo interno condenatorio; tampoco tú lo necesitas, pues no logra nada bueno. Lo que tú necesitas es creer en el Evangelio y valientemente acercarte al trono de la gracia. Es ahí, en nuestro Gran Sumo Sacerdote, donde encontrarás la sanidad que anhelas. Es ahí que encontrarás la misericordia y la gracia que necesitas con tanta desesperación.
Señor, fuiste tentado de la misma manera que nosotros. Agradezco que en donde yo he fallado, tú has triunfado. Sabes cuán fuerte puede ser la tentación; sabes lo que es estar en un cuerpo mortal. Puedes simpatizar con mi debilidad. Estoy agradecido porque conoces mi cuerpo y me recuerdas que no soy más que polvo (Sal 103). Rescátame de mi necio diálogo interno y reemplázalo con tus palabras de gracia. Dices que al confesar, quedo limpio. Ayúdame a creer en ti. Hoy me acerco a tu trono de gracia confiado de que me recibirás con misericordia y gracia para ayudarme en este tiempo de necesidad.