Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día diecisiete:
No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos, a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza (1 Timoteo 5:1-2).
Como hombres, se nos ha enseñado desde pequeños a convertir a las mujeres en objetos, a no verlas como personas creadas a la imagen de Dios, sino que como objetos que existen para nuestro placer. A medida que batallamos por la pureza, confiamos en que Dios comienza a transformar nuestras mentes, nuestros corazones y nuestra visión de las mujeres. Es un maravilloso alivio cuando el Señor extiende su gracia y comenzamos a ver una evidencia cada vez mayor de que estamos dando muerte al pecado de la inmoralidad sexual. Cada victoria es una victoria que debemos celebrar. Sin embargo, una victoria no es el final de nuestra búsqueda de santidad personal. El Señor no nos llama ni nos da poder para meramente dejar el pecado, sino que también nos llama y nos da poder para vestirnos de rectitud.
Una cosa muy buena, es dejar de ver pornografía, pero es otra cosa, y una mucho mejor, que el Señor transforme y restaure nuestra visión de las mujeres. Lejos de su gracia continuaremos viendo a las mujeres como objetos (solo que esta vez serán objetos que debemos evitar en lugar de ser objetos para consumir). El objetivo del Señor es mucho mayor: él nos dice que veamos a las mujeres más jóvenes como nuestras hermanas en Cristo y a las mujeres mayores como nuestras madres en el Señor. Oremos para que el Señor transforme nuestra visión de las mujeres y las veamos con sus ojos.
Padre, te doy gracias por el regalo de las mujeres. Fueron asombrosa y maravillosamente hechas para reflejar tu gloria. Me apena que nuestra cultura vea a tus hijas como nada más que objetos sexuales. Me entristece aún más ser culpable de unirme a la cultura en eso. Señor, cautiva mi corazón y transforma mi mente de tal forma que vea correctamente al sexo opuesto. Que trate a las mujeres más jóvenes como a hermanas con toda pureza y a las mujeres mayores como a madres con toda dignidad. Despierta en mi corazón un amor profundo y santo por mis hermanas en Cristo. Amén.