Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día catorce:
¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! (Salmo 1:1-2).
La Palabra de Dios corta y hace cortes profundos. Este tipo de corte no siempre se siente como una bendición para aquellos que viven en impureza, pues duele, convence, hiere mientras penetra nuestros corazones y expone nuestro pecado. La Palabra de Dios nos pone al descubierto ante Yahweh. Pero también nos fortalece y nos sostiene. La Palabra de Dios es el arma que Dios empuña (y que nosotros empuñamos) en nuestra pelea contra la impureza. Es a través de su poderosa Palabra que tú corazón cobró vida. Y será por medio de su poderosa Palabra que nuestros corazones impuros serán transformados a la imagen de su Hijo.
Si queremos tener pasión por Dios, esta solo vendrá por medio de una pasión por la Palabra de Dios. Si queremos ser recatados de la tierra de los burladores y del consejo de los malvados, entonces debemos estar bajo la Palabra de Dios. Es ahí donde nuestro deleite en Dios crecerá. Por lo tanto, debemos orar para que el Señor nos dé una pasión perdurable por su Palabra.
Padre, te agradezco por tu Palabra. Aunque me mata, sé que también me restaura. Sé que naturalmente no tengo una pasión por tu Palabra. No me inclinaré hacia la lectura ni hacia la meditación de tu Palabra. Sin duda no la voy a atesorar naturalmente. No obstante, por medio de tu Espíritu, tu Palabra será un deleite para mi corazón. Dame una pasión perdurable por tu Palabra, una pasión diferente a cualquier otra que haya tenido antes. Usa tu Palabra para conquistar mi pecado y mi incredulidad.