Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:18-20).
Cuando leemos la gran comisión de nuestro Señor Jesús, rara vez incluimos en nuestro pensamiento la necesidad de alcanzar a los niños de nuestra sociedad. Sin embargo, si lo leemos con cuidado, y consideramos la disposición de Cristo para con los más pequeños que nos muestra el resto de la Escritura, nos veremos obligados a enfrentar el problema:
Dejen que los niños vengan a mí; no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. En verdad les digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Marcos 10:14–15).
Vivimos en tiempos en los que la relación de afecto e instrucción entre padres e hijos está en crisis. En el 2015, el Consejo Nacional de Infancia en Chile desarrolló el plan «Yo Opino, es mi derecho», donde más de un millón de niños chilenos fueron encuestados. El estudio reveló que uno de los más grandes anhelos de los niños es «la generación de más espacios de comunicación con los adultos».
Mientras que alrededor nuestro el valor de invertir tiempo con los niños parece una antigua usanza que unos pocos buscan conservar, la Biblia de principio a fin nos revela un Dios cuya ternura se inclina particularmente hacia el amoroso cuidado e instrucción de los niños. Esto implica que, como individuos y comunidades cristianas, deberíamos tomar muy en serio la necesidad de hacer discípulos entre los más pequeños. A continuación, ofrezco cuatro verdades bíblicas para enseñar a los niños.
1. Los niños necesitan conocer la Biblia
Detrás de la idea de hacer discípulos entre los niños está la convicción de que la Escritura es clara y contiene todo lo que necesitamos saber para alcanzar la salvación. Esto implica que la Biblia, bien enseñada, es suficientemente comprensible para que incluso nuestros más pequeños entiendan que esta se trata de Jesús como Señor y Salvador. Si deseamos ver a nuestros niños creciendo en madurez, y deleitándose en la eternidad, debemos y podemos enseñarles la Biblia. Así lo dice Pablo en 2 Timoteo 3:15-17:
Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra.
2. El discipulado ocurre en la iglesia
La publicación Intergenerational Ministry (Ministerio Intergeneracional) apunta a la segregación etaria en la iglesia como el gran responsable de la deserción de adolescentes, ¡¿quién nos hizo creer que segregarnos sería fructífero?! La Biblia nos enseña una y otra vez que los niños forman parte de la asamblea cristiana. En el Antiguo Testamento, el libro de Éxodo nos enseña que mientras Dios comunicaba los diez mandamientos, «el pueblo» en su plenitud estuvo presente en la asamblea del Sinaí (véase Ex 19:25; 20:10). En el Nuevo Testamento, Efesios 6:1-3 asume su presencia mientras se leían las cartas apostólicas, y les otorga responsabilidad como discípulos de Cristo (véase también 1Jn 2:13 y Hch 2:38-39):
Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra.
Si deseamos discipular a nuestros niños, necesitamos ayudarles a cultivar relaciones heterogéneas que les permitan vivir su identidad como parte de nuestra comunidad local.
3. Los padres son los responsables de discipular a sus hijos
La Biblia enfatiza la responsabilidad de los padres en el discipulado de los niños. En el Antiguo Testamento, se refleja esta realidad en medio del gran evento de salvación (Ex 13:7–8, 14), y también durante la entrada de Israel a la tierra prometida en Deuteronomio 6:4–7:
Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
En el Nuevo Testamento, vemos como continúa este llamado a los padres de tomar la responsabilidad de la crianza de los niños «en la instrucción del Señor», en Efesios 6:4:
Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.
4. Los discipuladores necesitan adaptar su enseñanza
Nuestro empeño de discipular a los niños debe incorporar una intencionada adaptación en la forma de enseñar con el fin de ayudarles a entender. Y esta práctica radica justamente en la doctrina bíblica. Es la Biblia la que nos enseña que Dios se autolimita, se acomoda y se simplifica con la intención de revelarse a su pueblo. A esta realidad se le llama la doctrina de la condescendencia de Dios. El Nuevo Diccionario de Teología describe la condescendencia de Dios en estas palabras, «Dios nos habla de una manera apropiada a la capacidad del oyente, como un padre que se dirige a un hijo pequeño, o a un maestro con un alumno joven».
En el Antiguo Testamento, vemos la ternura de Dios cuando él se adapta al relacionarse con su pueblo para revelarse: frente a Moisés en la zarza (Ex 3:1-6) y frente a Israel en la nube y la columna de fuego (Ex 13:21). El Nuevo Testamento refuerza nuestro entendimiento de la condescendencia de Dios cuando afirma que nuestro entendimiento actual es solo un reflejo de la realidad que disfrutaremos en el cielo (1Co 13:9–12).
CONCLUSIÓN
El discipulado de los niños es parte del gran encargo que Cristo mismo le ha hecho a su pueblo. Al oír la gran comisión (Mt 28:18-20) debemos escuchar nuestro llamado a hacer discípulos de Jesús entre los niños, de manera que en cada una de nuestras iglesias busquemos obedecer al Señor dentro de sus directrices propuestas en su Palabra:
- Enseñándoles la Biblia
- Integrándolos a la vida de la Iglesia
- Animando y equipando a los padres para tomar la responsabilidad del discipulado de sus hijos
- Esforzándonos por enseñarles de manera comprensible
Sea cual sea el sistema de discipulado que adoptemos en nuestras familias e iglesias, debemos siempre reconocer sus debilidades, y trabajar arduamente por suplirlas. Si así lo hacemos, estaremos trabajando en beneficio de la vida actual y eterna de nuestros niños; les ofreceremos relaciones de cobijo y amistad en nuestras iglesias; fortaleceremos sus relaciones más formativas (con sus familias); y les permitiremos entender que nuestro Dios actúa tiernamente en los detalles del mundo que ha puesto frente a nosotros.
Padres y maestros: mientras vivimos recordando que nuestro Señor es quien nos ha enviado a hacer discípulos de nuestros niños, recordemos también su promesa: él, quien tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra, estará con nosotros animándonos, fortaleciéndonos y capacitándonos día tras día, hasta el fin. Mientras nos esforzamos en traer a los niños a la fe en Cristo, nosotros recordemos también confiar y depender de él en oración.
Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:18-20).