Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Bienvenidos de nuevo al pódcast. Bueno, ¿cuántas joyas son demasiadas joyas? Es una pregunta que nos preocupa en el pódcast debido a que ustedes preguntan sobre esto. Más importante aún, es una inquietud porque es un tema de preocupación en la Biblia, específicamente en 1 Pedro 3:3, un texto que nos ha provocado muchos correos electrónicos a lo largo de los años acerca de cómo limitar los adornos. Aquí hay una pregunta representativa que tomé de un esposo y padre. «¡Hola, pastor John, y gracias por este pódcast! Mi esposa y yo estamos tratando de averiguar si es bueno permitir que nuestra hija use esmalte de uñas. Tiene dos años y le encanta jugar a disfrazarse. No quiero que esto se convierta en una necesidad, pero supongo que está bien como expresión de su creatividad infantil. En última instancia, también es una pregunta para mi esposa. Ella a menudo no usa maquillaje o joyas, y estoy feliz con eso. Sin embargo, disfruta que le pinten los dedos de los pies. Considerando 1 Pedro 3:3–4, no conozco a muchas personas que argumenten que todos los adornos femeninos sean malos. Pero es claro que algunos sí lo son. ¿Dónde trazamos esa línea hoy?».
Permítanme comenzar con una observación general y analogía del Nuevo Testamento y después hablaré de algunos aspectos específicos. Consideremos una analogía entre el adorno del cabello, la ropa elegante y el uso de maquillaje por un lado, y las riquezas y abundancia por el otro. Esta es la analogía. El Nuevo Testamento no llama a las riquezas y a la abundancia malas en sí mismas, sino que el Nuevo Testamento entero tiene una trayectoria lejos del lujo y de la opulencia y se acerca hacia la simplicidad, hacia una especie de estilo de vida en épocas de guerra que es consciente de los peligros del dinero y de la apariencia de amar a este mundo más de lo que amamos a Dios.
Ahora bien, la comparación o la analogía es esta: la Biblia no califica a la moda, al maquillaje o a los peinados malos en sí mismos. Sin embargo, la trayectoria del Nuevo Testamento es hacia la simplicidad, la modestia, la belleza interior del carácter y hacia lo que podríamos llamar una vestimenta que no distrae y que revela la personalidad, en contraposición a la ropa que revela el cuerpo. Esa es mi observación general. Ahora hablemos de algunas cosas específicas.
Dos textos sobre la belleza
Sería bueno poner frente a nosotros dos de los textos más directos sobre la vestimenta y el adorno de una mujer y cómo ella se presenta a sí misma. Y hay, como puedes ver en estos textos, claras implicaciones para los hombres también, pero están dirigidos a las mujeres.
Tenemos 1 Pedro 3:3-4. Él está diciendo esto a las esposas que están casadas con maridos no creyentes, probablemente debido a la tentación de usar su realidad sexual para influenciar de alguna manera a este marido no creyente. Y Pedro está diciendo:
Que el adorno de ustedes no sea el externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea lo que procede de lo íntimo del corazón, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios.
Y aquí está 1 Timoteo 2:9-10:
Asimismo, [deseo] que las mujeres se vistan con ropa decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, no con oro, o perlas, o vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a las mujeres que profesan la piedad.
A partir de estos dos textos, podemos decir lo siguiente:
Tres principios para la modestia
Primero, no te enfoques más en la belleza externa que en la belleza interna. «Que el adorno de ustedes no sea el externo […], sino que sea lo que procede de lo íntimo del corazón […]» (1P 3:3-4). Este es el gran principio para las mujeres y, yo diría, obviamente, que también es para los hombres. Es como el ejercicio corporal. Nos gusta citar esto: «Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo» (1Ti 4:8). De este modo, el adorno externo, se podría decir, es de poco valor, y el adorno interno es valioso en todo sentido. Eso es lo primero que podemos inferir de estos textos.
Segundo, las restricciones de Pedro y Pablo no tienen la intención de ser totales. Y la razón por la que sabemos eso es porque justo después de decir: «Que el adorno de ustedes no sea […] peinados ostentosos, joyas de oro», dice: «Que el adorno de ustedes no sea […] vestidos lujosos» (1P 3:3). Esto no quiere decir: «no usen ropa»; quiere decir: «no destinen sus principales esfuerzos y preocupaciones en su ropa, sino en su belleza interior». No significa que no lleves joyas ni peinados.
Tercero, el lenguaje de Pablo en 1 Timoteo 2:9-10 sobre la vestimenta se refiere casi por completo a lo que es «adecuado» o «sobrio» o «apropiado» (estas son las frases griegas que me aseguré de entender correctamente):
- katastolē kosmiō: «indumentaria sobria».
- meta aidous: «con respeto a lo convencional o a lo que es adecuado».
- mē himatismō . . . polytelei: «no vestidos costosos, lujosos o llamativos».
- prepei gynaixin epangellomenais theosebeian: «como corresponde a las mujeres que profesan la piedad».
Ahora, la implicación de estas directrices parece ser esta: dentro de una cultura siempre cambiante, altamente corrupta en ese entonces y ahora, con elementos marginales de grunge, estridencia y provocación, enfócate en lo que tu ropa, tu adorno y tu maquillaje dicen de ti como persona, no en lo que dice de tu piel o forma. Palo llama a esto «como corresponde a las mujeres que profesan la piedad» (1Ti 2:10).
Feminidad fiel
Ahora, regresemos a la pregunta sobre la pequeña niña que quiere pintarse las uñas. Esto trae a colación el tema —y es un tema tan relevante— de la sexualidad masculina y femenina y lo que son. ¿Cuál es la diferencia entre masculino y femenino? Hace veinte años, podríamos haber sentido que no necesitábamos hablar de eso. Todos sabían lo que eso era. Bueno, ahora necesitamos estar alertas al hecho de que nuestra pequeña niña debería crecer con una conciencia alegre y reflexiva de que Dios la hizo una niña. Y nuestro hijo debería crecer con una conciencia alegre y reflexiva de que Dios lo hizo niño y no niña.
Así que diré sin vergüenza que deberíamos estar felices cuando nuestra hija de dos años quiera pintarse las uñas y nuestro hijo no quiera pintarse las uñas. Deberíamos afirmar su inclinación hacia esta expresión de feminidad y debemos desanimar a nuestro hijo en esta expresión de feminidad (y hay maneras sensibles de hacer esto). Y utilizo el término «expresión de feminidad» porque estoy completamente consciente de que el esmalte de uñas es una expresión cultural y no innata. No está en sus genes el que tenga que tener esmalte en sus uñas. Las niñas no nacen con uñas pintadas.
Sin embargo, lo que sí es innato, dado por Dios e innato, es que niños sanos que tienden hacia una masculinidad madura tienen la inclinación, por su naturaleza dada por Dios, a abrazar expresiones culturales apropiadas de la masculinidad. Y deberíamos ayudarlos con esto. Y niñas sanas que tienden hacia una feminidad madura tienen la inclinación, por su naturaleza dada por Dios, a abrazar expresiones culturales apropiadas de feminidad. Y creo que Pablo enseñó esto mismo en 1 Corintios 11:14. «¿No les enseña la misma naturaleza […]?» dice. Y enseña lo mismo en Romanos 1, donde dice que las personas están actuando en contra de la naturaleza (Ro 1:21-28).
Entonces, estaría agradecido de que mi hija quisiera pintarse las uñas. Y, junto con mi esposa, la entrenaría para que sepa cuán inocente y completamente insignificante es el esmalte en cuanto a su valor como persona y su influencia en el mundo. Queremos que ella tenga una cosmovisión tal, que incluso si pierde sus dedos en un accidente con una máquina, ella sabrá que puede ser una persona hermosa, valiosa y fructífera como una creyente de Cristo Jesús y como una hija del Rey del universo.
Llevando la atención hacia arriba
Así que, además de ordenar nuestras prioridades, además de abrazar lo bueno de la masculinidad y de la feminidad, y de vestirnos de maneras que son apropiadas y dignas de nuestra devoción a Cristo y de vestirnos de maneras que apuntan a nuestra persona en lugar de a nuestro cuerpo y además de evitar la arrogancia que busca desafiar la convención de manera impactante, además de todo eso, yo sumaría una preocupación especial de que criemos a nuestras hijas e hijos para no ser sexualmente provocadores.
Ahora bien, esto significa exponer menos piel, no más piel. Y significa menos leggings y camisas ajustadas. Y si una mujer se enoja conmigo por este punto y dice: «yo no necesito ajustar mi ropa de acuerdo a la tentación sexual masculina» (que es una réplica tan común si intentas decir algo sobre la modestia hoy en día), mi respuesta es: «eso es verdad. Tú no tienes que ajustar tu ropa de esa manera. Pero te voy a preguntar lo siguiente (algo que creo entienden las mujeres que quieren abrazar la belleza y la santidad femenina): ¿crees que el atractivo de la belleza aumenta por la cantidad de piel que muestras?».
Aquí está mi respuesta: los ojos que son atraídos por más piel, no son atraídos por más piel debido a que sea hermosa, sino porque es más piel, punto. Más piel no es más belleza, es un imán. No tiene nada que ver con la belleza. Tiene todo que ver con la pura, física y magnetizante piel. La verdadera prueba de si uno es bellamente atractivo no es cuán sensual se puede ser, porque el sexo y la belleza no son lo mismo en lo absoluto. Y una mujer piadosa sabe esto. Ella no quiere ser un imán de piel. Ella, con su ropa, quiere decir: «estoy agradecida de ser mujer, amo la hermosura de la sencillez, y Cristo es mi mayor tesoro».