Justo al comienzo de mi embarazo, había leído que la llegada de un bebé sería como un tsunami, uno que traería desorden y sacaría todo de su lugar, pero que a la vez, sería un caos hermoso y que con el paso del tiempo se iría para traer todo de vuelta a su lugar.
Así que después de 39 semanas y 1 día, allí estaba yo, finalmente viviendo y disfrutando la belleza de la maternidad y de ese hermoso caos del que ya me habían hablado.
Leí muchos textos sobre el tema. Leí blogs y recibí consejos, todo con el fin de ser una buena mamá y de intentar prepararme para el desafío. No obstante, todo se resumía básicamente a lo mismo: «soporta», «todo va a pasar», «en los momentos más difíciles, recuerda, estás haciendo lo mejor que puedes», «mira todo el esfuerzo que estás haciendo y siéntete orgullosa, ¡eres una mamá increíble!». Además, recibí mensajes de otras madres que me aconsejaban: «no te preocupes por ordenar la casa», «intenta dormir cuando el bebé duerme», «tómate un tiempo solo para ti», «yo puedo cuidar a tu bebé para que salgas a pasear o para que puedas tener un tiempo con tu esposo». Todo esto es válido, son buenos consejos, pero esto estaba moldeando mi maternidad. Aunque a menudo me sentía sola y a veces perdida, pensaba: «es parte del desastre que trajo el tsunami y no soy la única que está pasando por esto». Eso me traía un poco de consuelo y fuerza para continuar.
Bueno, en realidad, no pasaba mucho tiempo antes de que volviera a sentir que algo andaba mal. Entonces, sentía la necesidad de repetirme siempre, casi como una oración: «la maternidad es muy difícil, pero es un caos hermoso, es solo una etapa y todo pasará». Y así esperaba que la angustia se fuera. Al conversar con otras mamás, percibí que todas estaban viviendo una fase de aceptación. Al fin y al cabo, así es como se debe sentir, así es el principio de la maternidad. Pero, ¿será todo esto verdad?
Comencé, entonces, a pensar que tal vez habíamos romantizado demasiado este desorden y empecé a percibir el problema. El problema no es el desorden en sí, el problema es que nadie te advierte que después de un tiempo tendrás que organizarlo todo y que te sentirás tan perdida, no por el desorden en sí, sino porque no sabes por dónde comenzar. Nos dijimos tanto que disfrutáramos del desorden, que se nos olvidó decir que no puedes vivir el resto de tu vida así.
El gran punto es, ¿por dónde comenzamos a ordenar todo ese desorden que el tsunami dejó?
Seguí pensando en la maternidad como un tsunami que viene y desordena todo, pero algo me molestaba de esta analogía. Me molestaba porque me recordaba otra analogía, una que Jesús contó y que está registrada en Lucas 6:47-49. Si creciste en la iglesia como yo, probablemente también tengas esa imagen bien clara en tu mente: una tormenta, olas fuertes y dos casas. La casa construida sobre la arena, derrumbada, y la casa construida sobre la roca, permaneciendo allí, intacta y firme.
Una verdad tan clara y sencilla que sabía desde mi niñez, de repente se perdió en medio de tanta información. El contenido que consumí sobre la maternidad no consideró una vida firme sobre la roca. Y eso me hizo creer y moldear mi maternidad en una mentira, más bien en una verdad a medias. Sí, la llegada de un hijo desordena muchas cosas, pero hay una manera de no perder el lugar de nuestra paz y fortaleza: afirmar nuestros corazones en la Palabra de Dios.
Si eres una madre como yo y te sientes perdida o culpable por no vivir tu mejor momento espiritual, te digo que no eres la única, es parte de la experiencia de este gran cambio. Pero no te voy a decir que está bien sentirse así y que debes aceptarlo; no te voy a decir que es parte de la experiencia de ser madre; tampoco te voy a decir que no seas tan exigente contigo misma ni que se trata de una fase que pasará con el tiempo, lo que te voy a decir es: ¡prioriza tu vida espiritual!
Deja los platos sucios, el baño sin limpiar, pero asegúrate de pasar tiempo con Dios. Ora mientras amamantas, lee o escucha la Biblia mientras tu bebé duerme, medita en la Palabra de Dios mientras cambias pañales. Si tu bebé juega de manera independiente, aunque sea solo por 5 minutos, tómate ese tiempo, escribe o dibuja o haz lo que te guste hacer. Pídele a tu esposo o a alguien que cuide a tu bebé, específicamente para que tengas tiempo de calidad con el Señor. Luego, si tienes tiempo, haz todo lo demás. Pero asegúrate de priorizar lo que debe ser nuestra prioridad. No dejes que nadie te diga que una vida devocional desordenada es parte del inicio de la maternidad, porque no debería serlo en ningún momento de nuestras vidas.
Yo no quiero ponerte un peso más en tus quehaceres o hacerte sentir mal con el poco tiempo que yo sé que tienes, sino todo lo contrario. Te quiero recordar las palabras de Jesús quien nos enseña a no solo oír sus palabras, sino que a ponerlas en práctica. Él también te invita a ir hacia Él, cansada, cargada, desordenada, así cómo estás, porque es en Él y solamente en Él que podemos encontrar verdadero descanso.
Y por último, a la luz de las palabras de Mateo 11:28-29:
Quita todo el peso, las presiones, la culpa,
La búsqueda por perfección y por control.
Respira.
Míralo a Él.
Aprende de Él.
Contempla su corazón manso y humilde.
Contempla y percibe quién es Él.
Y, entonces, vas a entender que no hay otro lugar.
No hay otra manera.
En Él está el descanso para tu alma.