Cuando estaba embarazada de mi primer bebé, mis dulces amigas me hicieron el más precioso baby shower. Estuvieron todas: mis 20 a 30 amigas. Las anfitrionas organizaron un juego de preguntas específicas de nuestro embarazo donde cada chica tenía que adivinar las respuestas. La que generó más risas fue: «¿qué es lo que a Abbey le emociona más de ser mamá?». Me puse nerviosa y escribí algo que se sintiera apropiado como «la hora del baño» o «sonrisas de encías», pero todas las chicas del salón conocían la verdadera respuesta: «amamantar». No podía esperar a amamantar a nuestro bebé y, evidentemente, no era un secreto.
Leí todos los artículos y libros. Fuimos a las clases (sí, «fuimos». Le pedí a David que viniera, pero me arrepentí bastante apenas pusieron el video étnicamente diverso y completamente no censurado). Solo pensaba que la lactancia materna era lo más hermoso, lo más natural y lo más maravilloso. En este punto, quizás algunas de ustedes están pensando que soy una persona totalmente rara, pero si lo estás pensando, tal vez este no sea un artículo para ti.
Este es un artículo para aquellas de ustedes que se sienten como yo, que tuvieron la expectativa idealista del postparto en las que sus bebés se pondrían instantáneamente en sus pechos, acoplándose a la primera oportunidad que tuvieron, y lactando como un campeón. Este es un artículo para aquellas de ustedes que pensaron que serían completamente capaces de proveerles a sus bebés todos los nutrientes ricos en grasas necesarios para el primer par de meses de vida. Este artículo es para aquellas de ustedes que pensaron que se daría naturalmente y para quienes resultó ser una de las cosas más difíciles que jamás hayan hecho. Tengo algunas palabras para ti, mamá.
1. Tu valor no está determinado por tu capacidad de amamantar
Nuestra enfermera entró cerca del mediodía después de un día y medio en el hospital. Nos dijo que todo lo que necesitábamos hacer era firmar los papeles y éramos libres para irnos. Miré el formulario que me dio, en el que un círculo indicaba mi intención de amamantar a este bebé… este bebé que gritaba cada vez que lo ponía en el pecho y no se acoplaba por más de «dos misissipis» a la vez. «¿Cuánto nos cobran para quedarnos hasta las 7:00 p. m.?», pregunté. «No hay extras. Se paga por el día», contestó ella. «Bien», comencé a decir obstinadamente, «nos quedamos hasta que pueda hacer esto de la lactancia materna». Y nos quedamos. Después de muchas horas de que asesoras de lactancia tocaran, posicionaran, sugirieran, señalaran, halagaran, animaran y usaran pezoneras de lactancia, finalmente accedí a irme partiendo de la base de que no creía que iba a hacer pasar hambre a mi hijo. Cuando llegamos a casa, pasarían dos semanas antes de que él pudiera lactar en cualquier posición, excepto recostado de lado. Tenía que recostarme cada vez que él tenía hambre, y no podía haber ningún ruido. Cero. De otra manera, la cena se cancelaba.
Mis recuerdos de intentar mantener la pezonera puesta mientras él se sacudía frenéticamente en mi pecho, llorando con su rostro enrojecido y desesperado son materia para pesadillas. Sabía que realmente él no iba a pasar hambre. Encontraríamos la manera de alimentarlo de una manera u otra, pero la dificultad era aterradora debido a lo que temía que esto podría significar para mí. «¿Acaso esto no debería ser “normal”? ¿Qué anda mal conmigo? ¿Qué significa para mí que esto no sea fácil para nosotros? ¿Por qué él no me quiere? Soy su mamá. ¿Y si no podemos hacer un vínculo?».
En esos momentos, en mi mente, mi valor dependía de la capacidad de mi hijo de acoplarse y comer. Sin embargo, la verdad es que no es así. Mi valor, y tu valor, no tienen nada que ver con nuestros méritos. Tienen todo que ver con ser creadas a la imagen de Dios y con la fe en la obra consumada de Jesús.
2. El amor por tu bebé no se mide por tu capacidad de amamantar
Existen algunas cosas que puedes controlar; hay otras que no puedes controlar. Nuestra responsabilidad como mamás es hacer lo mejor que podemos con lo que se nos ha dado en el poder y la fuerza del Espíritu de Dios. Si eso, para ti, es la trágica combinación de un pezón corto y alteraciones en el paladar, no significa que no ames a tu bebé si cambias a leche de fórmula; significa que sí amas a tu bebé porque quieres verlo florecer. El bienestar de tu bebé es más importante que la realización de tu sueño idealista. Y solo porque «La liga de la leche» diga que amar a tu bebé significa amamantarlo, no significa que siempre será fácil. La manera más tangible de amar a tu hijo es satisfacer sus necesidades: presumiblemente, la mayor de ellas en esta etapa es que sea alimentado.
3. No estás sola
Sí, para algunas mamás, la lactancia materna es fácil, natural y espontánea. Sin embargo, no es así para todas. No te atrevas a pensar que eres la única que está batallando con esto. El enemigo quiere aislarte en vergüenza. Busca a otras mamás a tu alrededor. Permite que te ayuden a identificar y resolver el problema. Aprende de ellas. Deja que te consuelen. No estás sola y no fuimos diseñadas para luchar aisladas.
4. La lactancia materna no es lo esencial
Tuve este pensamiento todo el tiempo al comienzo de la vida de Will: «si estuviéramos en los 1800… él no podría sobrevivir». ¡Basta! Si estás pensando esto… no. No son los 1800. Estamos en el 2020. Aférrate a los recursos y a los medios que Dios te ha provisto para asegurarte de que tu bebé esté saludable. Si vives en un país del primer mundo, tu bebé no va a morir si no puedes amamantarlo. Sin embargo, se siente así a veces, ¿no? Quizás la muerte no es tu miedo… quizás son las estadísticas sobre la inteligencia o el vínculo o la salud. La lactancia materna es buena y hermosa, pero si sientes que no poder amamantar es el fin del mundo, tal vez sea un ídolo. Un ídolo es cualquier cosa que adoremos que no sea Dios; cualquier cosa que no sea Jesús a la que le pidamos que nos salve; cualquier cosa que queramos más que a Él y a su camino. ¿Has transformado esa cosa buena en algo esencial al punto de que no eres capaz de ser fiel en administrar y mantener una mentalidad de Reino?
5. La lactancia materna no es tu justicia; Jesús lo es
¿Temes lo que las personas podrían pensar si supieran que estás suplementando con leche de fórmula o que la estás considerando? Te tengo buenas noticias: Cristo es tu justicia. No eres salva por las opiniones de otras o por tu habilidad de amamantar a tu bebé. Eres salva por la preciosa sangre de Jesús. Él no está sentado a la diestra del Padre diciendo: «perdónala, ella amamantó a su bebé». ¡No! Él le está diciendo a Dios que te perdone en base a lo que Él ha hecho. No hay condenación para quienes están en Cristo Jesús. Nada depende de tu capacidad de desempeño; y darle leche de fórmula a tu bebé no es pecado.
6. Dios está en control incluso cuando todo se siente muy fuera de control
Esta es la única manera en la que puedo pensar para describir la forma en que se sintieron ese par de semanas: fuera de control. Y no me gustó en lo más mínimo. Sin embargo, hay verdadero consuelo al reconocer que Dios está íntimamente involucrado en esos pequeños detalles del postparto y del cuidado de niños. Él sabe exactamente cómo va a proveer para ti, para tu familia y para tu pequeño bebé. Verbaliza esas palabras en voz alta a medida que luchas con la lactancia materna o al intentar evitar que el agua de la ducha golpee tu cuerpo adolorido y lleno de ampollas. «Dios, Tú ves y Tú sabes. Por favor, dame paz mientras me convences de que Tú estás en control. Te ruego que uses esto para hacerme más como Jesús al enseñarme a confiar más completamente en ti».
7. Dios siempre nos da lo que necesitamos para aprender a confiar en Él
Él hace que todas las cosas sean para nuestro bien, y nuestro bien está inexplicablemente ligado a su gloria. Él es glorificado con nuestra adoración, con nuestra necesidad, con nuestra posición de dependencia de Él. Podrías sentir que no eres capaz de darle a tu bebé lo que necesita, pero tu experiencia de lactancia materna podría tratarse más de Dios dándote lo que necesitas en una etapa determinada para aprender a confiar en Él, incluso si eso significa negar un deseo. ¿Puedes recibirlo? Miro hacia atrás a la intensidad de esos días y cómo me llevaron de vuelta a estar de rodillas y a regocijarme en esa forma de sufrimiento, porque sí produjo resistencia y más confianza en la presencia y la ayuda de Dios. Él está obrando en tu vida a través de esta lucha.
8. La gratitud es la puerta al gozo
Si estás desesperada por cómo va o no va tu viaje de la lactancia materna, te animo a pasar más tiempo agradeciendo a Dios por las maneras en que puedes ver su provisión para ti y para tu bebé. Nombra cada cosa en la que puedas pensar. No pasará mucho tiempo antes de que tu corazón sea movido a adorar y a agradecer, incluso al estar mezclado con nuestro dolor. El salmista nos da esta fórmula para orar una y otra vez… expone todo ahí, luego serás llevada al agradecimiento.
9. Un poco de descanso puede marcar la diferencia entre la perspectiva y la desesperación
Por favor, mamá, si estás sollozando por esto… te lo ruego, llama a una amiga para que vaya a tu casa y se siente con tu bebé por una o dos horas, y anda a tomar una siesta. Todo se ve muy, muy diferente cuando estás descansada. Y a veces esto termina siendo más útil de lo que podrías imaginar… Una mamá calmada y relajada es un regalo para tu bebé. Oro por ti ahora, para que puedas descansar y exhalar.
10. Estas pocas semanas son solo eso… recuerda la eternidad
Él sabe lo que es mejor… lo prometo, lo prometo, lo prometo. ¿Cómo lo sé? ¡Mira la Biblia! Un gran y grueso libro de historia tras historia de un Dios que sabe mejor y que obra para el bien de su pueblo. ¡Y mira tu vida! Verás que es fiel una y otra y otra vez. Pasa a un plano general y ve la dificultad de la lactancia materna en la historia cósmica de la redención y anímate. Sus buenos propósitos no pueden ser frustrados. Él está contigo y por ti, y te verá a través de este tiempo aparentemente sin fin. Incluso si el resultado a corto plazo no es como esperabas.
Según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes. Mediante la fe ustedes son protegidos por el poder de Dios, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo (1P 1:3-5).
Eso es cierto y seguro.