Espero que hayas leído los primeros dos artículos de esta serie. Sé que te podrían haber frustrado y quizás quedaste pensando que ¡solo agregué más trabajo! Allí abordé muy poco de lo que hacemos cara a cara con los niños domingo tras domingo. Afortunadamente, en este artículo sí lo haré. Exploraremos dos temas: el primero, solo es un recordatorio —espero— de lo que ya estamos intentando enseñar cada semana en nuestros ministerios; el segundo, es algo esencial para el crecimiento de cada niño como creyente, pero es algo, temo, que ni siquiera está en nuestros radares.
¿Qué es lo principal que debemos enseñarles a los niños?
1) Dios. ¿Por qué?
¡Si no sabemos cuál es nuestro objetivo, probablemente, no lo lograremos!
A veces, lo que intentamos hacer es tan obvio que lo damos por sentado ¡y terminamos fracasando en llevar a cabo exactamente lo que queremos hacer! Por años, fui el director de un ministerio de niños en una gran iglesia del Reino Unido. Parte de mi rol era entrenar a los líderes de niños y observar qué estaban haciendo para ayudarlos a mejorar. Una de las cosas que llamó mi atención una y otra vez era que, generalmente, fallábamos en hacer aquello que creíamos que estábamos haciendo. Al observar lecciones muy bien preparadas, muy atractivas y completamente bíblicas, pude ver que generalmente dejábamos pasar lo central que necesitábamos hacer. Obviamente, esto era mi responsabilidad como el encargado de entrenar a los líderes. Entonces, ¿qué estábamos dejando pasar?
¿Cuál es el objetivo final de un ministerio de niños en la iglesia? ¿Qué es lo principal que queremos enseñarles a los niños? ¿Qué es aquello que no queremos dejar pasar? ¿O a quién no queremos pasar por alto?
Dios. ¡Es tan obvio que el enfoque central de nuestra enseñanza debe ser Él! No solo lo que Él ha hecho, sino Él. Quién es Él realmente; cómo es Él; qué le gusta; qué no le gusta; etc. Tristemente, en mi experiencia, he visto demasiadas clases donde se habla mucho sobre Dios; que están organizadas de manera excelente y se hacen brillantemente, que enseñan las historias de la Biblia de maravilla; que enseñan las doctrinas fundamentales de la fe, pero que en realidad no comunican nada a los niños acerca de Dios. Sí, los niños sabían historias y verdades bíblicas, pero cuando hablaba con ellos después de cada clase era obvio que no conocían mejor a Dios.
Cuando me di cuenta de esto, cambié el entrenamiento con los líderes. Establecimos a Dios como el centro de nuestro ministerio. No quería que lo olvidáramos ni lo pasáramos por alto cuando volviéramos a enseñar la Biblia. Por lo tanto, en los siguientes años de entrenamiento, ilustraba este punto al pedirles que volvieran a contar una historia de la Biblia simple y bien conocida. Siempre escojo historias porque quiero que los líderes piensen y mejoren en ver a Dios en y a través de la Biblia. Al principio, haría este ejercicio para engañarlos con el fin de mostrarles cuán fácil puede ser enseñar la Biblia y pasar por alto a Dios mientras lo hacemos. Les pedía que no solo recontaran la historia, sino que intentaran volver a contarla en sus propias palabras con énfasis en lo que la historia está intentando enseñar. En un comienzo, cualquiera haya sido la historia (David y Goliat; Moisés y el canasto; etc.), contaban la historia de manera bastante adecuada, pero casi siempre fallaban en mencionar a Dios y lo que Él estaba haciendo en y a través de la historia. Este simple ejercicio a veces era realmente embarazoso, pero el punto se hizo evidente para ellos: es muy fácil enseñar la Biblia, pero podemos fracasar completamente en enseñar algo acerca de Dios.
Por esta razón, en el entrenamiento de líderes, siempre enseño que ellos necesitan tener una oración objetivo para cada clase que darán. Para que el punto fuera muy claro, decidimos que nuestras oraciones objetivo de las clases debían comenzar de la siguiente manera: «en esta clase quiero enseñar que este pasaje/historia muestra que Dios es…».
¿Por qué esto es tan importante? ¡Espero que sepas la respuesta a esta pregunta sin que yo la responda! ¿Por qué es tan importante que Dios esté al centro de todo lo que estamos enseñando? ¡Porque Dios es el centro de todo! Él está llevando a cabo sus planes y propósitos en y a través de todas las cosas, en todas partes, en todo momento. Por esta razón, la oración objetivo que debemos tener para cada clase debe ser algo como «en esta clase quiero mostrar que Dios es…».
Este es nuestro trabajo número uno, porque solo cuando las personas ven que Dios está en el centro de todo y obrando para nuestro bien, sabrán cuál es su lugar y rol en este mundo. Nadie tendrá la vida plena que Jesús ofrece ahora ni en la eternidad a menos que veamos la vida así: ¡Dios está en el centro de todo y nosotros no! ¿Acaso no queremos esto para nuestros ministerios de niños? Niños que caminan viendo a Dios obrar en sus vidas, que buscan tenerlo al centro de todas las cosas que hacen cada día porque saben que es absurdo no hacerlo. Si fallamos en la simple tarea de mostrarles cómo Dios está en el centro de cada parte de la Biblia a medida que les enseñamos, ¡cómo podríamos esperar que ellos lo vean al centro de todas las cosas que ocurren a su alrededor en su cotidianeidad fuera de la Biblia!
Ahora bien, es cierto, les pedí a los líderes que volvieran a contar las historias donde no era obvio ver lo que Dios estaba haciendo, pero con esta oración objetivo, nos forzamos a buscar a Dios e intentar ver lo que Él está haciendo. Lamentablemente, a menudo, en historias donde es imposible no ver a Dios obrar (p. ej., Elías en el monte Carmelo), me parece que no estamos acostumbrados a pensar de esta manera por lo que simplificamos demasiado lo que está ocurriendo y convertimos a Dios en una persona predecible y aburrida.
Vemos la historia de Elías en el monte Carmelo y rápidamente decimos que esto nos muestra que Dios es poderoso. Sí, eso es cierto y es parte de la historia, pero, ¡por favor!, hay tanto más ocurriendo aquí. ¿Cómo se manifiesta su poder? ¿Qué muestra eso sobre Dios y el alcance de su poder? ¿Qué hizo Él específicamente con su poder? ¿Por qué? Podríamos seguir y seguir…
En nuestras clases de Escuela Dominical, tenemos el mal hábito de reducir a Dios a una lista muy pequeña de atributos. Si decimos cualquier cosa sobre Él, solo decimos lo obvio con poca profundidad y pensamiento.
¿Cuáles son las clásicas? ¿Cuáles son esas mismas cosas que terminamos enseñándoles a los niños en la iglesia en casi cada una de las clases a las que ellos van? He observado que, más o menos, reducimos el Antiguo Testamento a cuatro verdades básicas:
- Dios es poderoso (y nosotros ni siquiera exploramos las entretenidas y variadas maneras en que Él demuestra su poder);
- Dios hace y cumple promesas (la primera cosa del Antiguo Testamento, probablemente —y aburridamente— que les enseñamos sobre Dios);
- El pecado enoja Dios;
- Dios ama a su pueblo.
Me atrevería a decir que el 95 % de las clases que he observado donde han enseñado el Antiguo Testamento y alguna de las verdades clásicas recién mencionadas, saltan directamente a la muerte de Jesús para concluir. Con una conexión inteligente o no tan inteligente concluiríamos la clase con Jesús muriendo para salvar a los niños. Cada historia apuntaría a la cruz, pero solo a la muerte de Jesús y casi nunca a su encarnación, a su vida y sus obras o a su resurrección. Por supuesto, me encanta el hecho de que Jesús haya muerto en mi lugar para mi salvación, pero nunca me sorprende cuando un padre me dice que su hijo o hija está aburrido en la iglesia. Sin duda lo están, mostramos a Dios como alguien tan aburrido, gris y predecible. ¡Qué crimen! ¡Dios es cualquier cosa menos aburrido, gris o predecible!
N. B.: ¡para las clásicas del Nuevo Testamento simplemente cambia la palabra Dios por Jesús!
No te desesperes, con poco tiempo y poco esfuerzo podemos cambiar esto. Sin embargo, esto no comienza cuando te sientas a preparar la clase para el domingo que viene. Comienza cuando estás sentado solo, con tu Biblia abierta, leyendo un poco de ella cada día (o un par de veces a la semana para empezar), pensando tú mismo sobre quién es Dios y cómo es Él a partir de lo que estás leyendo. Deuteronomio 6, el pasaje que usamos para inspirar a los padres (y a los líderes de los niños) a enseñarles a los niños sobre Dios, comienza al enseñarte que antes de que les enseñes cualquier cosa a los niños, necesitas conocer tú lo que estás enseñando y tenerlo en tu propio corazón primero.
No puedes dar lo que no tienes. Para enseñarles bien a los niños los domingos el enfoque principal debe estar en conocer a Dios tú mismo, en toda su belleza y riqueza antes de que se lo transmitas a otros. Creo que le damos a los niños un pequeño Dios aburrido porque solo tenemos a un Dios limitado y no entretenido en nuestros corazones.
Les enseñamos a los niños que son pecadores que necesitan salvación cada semana porque, en lo profundo, de eso se trata nuestra fe. Esto es lo único que nos emociona sobre el cristianismo. No obstante, hemos sido salvados para algo: hemos sido salvados para conocer a Dios, para estar en relación con Dios, para disfrutar a Dios en su plenitud ahora y para siempre. Espero que sepas que Dios es realmente bueno, bondadoso, tierno, entretenido y gracioso y podría seguir y seguir. Sin embargo, aparte de orar por los niños, debemos velar por asegurarnos de que, en el ministerio de niños, tú seas un aprendiz, que tú mismo seas un discípulo de Jesús; alguien que anhela conocer mejor a Dios; alguien que está dando pasos activos (pequeños pasos) en tu propia vida para hacerlo.
Por tu bien así como por el de los niños de tu iglesia, cuando escuches un sermón, asistas al grupo en casa semanal de tu iglesia, leas un artículo en la página web de Acceso Directo o leas la Biblia solo, por favor, pregúntate: ¿qué me dice esto sobre Dios? Aun si Dios no se menciona, detente y piensa en ello. Por favor, mantente haciendo una lista de cosas que estás aprendiendo sobre Dios; por favor, no dejes de agregar cosas a ella y adaptarla. Estoy convencido de que, con la ayuda de Dios, esto te ayudará en tu vida diaria a medida que te esfuerzas por vivir como un aprendiz de Jesús. Estoy convencido de que te traerá mayor gozo y quizás sonrías un poco cuando pienses en Dios. Estoy convencido de que te hará preocuparte menos en la vida. Estoy seguro de que te hará orar más y tendrás más contentamiento. Y luego, tendrás más que «regalar» cuando enseñes sobre Dios domingo a domingo.
Con el tiempo, el ministerio de niños en tu iglesia será más enriquecido porque lo que estás enseñando sobre Dios será más profundo y más emocionante, ya que lo que conoces de Él es más grande, mejor y más maravilloso de lo que era. Pero hay más todavía…
2) ¿Por qué enseñarles que Dios es bueno para ellos?
La pregunta: «¿qué me dice esto sobre Dios?», en mi opinión, realmente puede cambiar, para mejor, el trabajo que estamos haciendo en nuestro ministerio de niños. Sin embargo, no es suficiente para transformar sus vidas, incluso si tuvieras una lista de cien respuestas profundas, hermosas y ricas a la pregunta de quién es Dios.
No es suficiente. Si queremos tener niños que amen profundamente a Dios, que tengan un contentamiento real en la vida y que anhelen seguirlo incondicionalmente, ellos necesitan más que solo conocimiento de Él y sus diferentes atributos. Necesitan ver y conocer por qué esos atributos sobre Dios son buenos. Buenos en sí mismos y buenos específicamente para ellos y el mundo.
Un niño, cuando crezca, no tomará decisiones sacrificiales para seguir a Dios si no sabe que Dios es bueno, que Él está de su lado, que Dios está con él y que seguir su camino siempre es bueno aun cuando su presencia no sea obvia y cuando todos a su alrededor le estén diciendo que no lo haga.
Necesitamos mostrarles una y otra vez no solo quién es Dios, sino también que Él es bueno. Necesitamos que ellos vean que seguir a Dios y sus caminos es bueno. Es bueno para ellos y es bueno para el mundo. Repite esto, de la misma forma en que yo lo estoy haciendo aquí, para guardarlo en tu (y en sus) mente y corazón. Necesitamos que ellos vean esto miles de veces, en cada parte de la Biblia, una y otra vez. Necesitamos hacer esto vez tras vez para que cuando la vida sea difícil para ellos y no sientan que Dios es bueno, cuando no puedan ver que seguirlo a Él o a uno de sus mandamientos es bueno para ellos, continúen siguiéndolo y obedeciéndolo porque en sus mentes y en sus corazones saben que Dios es bueno y que sus caminos también lo son.
¿Cómo podemos hacer esto? ¿Cómo podemos crear un ministerio que logre esto? Bueno, no podría ser más simple. Hazte la pregunta cada semana y, después que hayas visto que Dios es…, pregúntales: ¿por qué esta verdad que hemos visto hoy sobre Dios es buena para nosotros y para el mundo?
Su santidad, su creatividad, su amor, su bondad, su humor, su sabiduría; que Él habla, que Él siempre ha sido, que Él odia al pecado, que Él controla todas las cosas para su bien, que Él es poderoso y que Él cumple sus promesas, etc., todas son cosas buenas para nosotros y para el mundo, todo el tiempo y para siempre.
Por lo tanto, en sus iglesias, en sus ministerios de niños hagan la pregunta. ¿Por qué esta o esa verdad sobre Dios es buena? ¿Buena en sí misma, buena para nosotros y el mundo? Por favor, haz la pregunta, siempre pregúntala, en cada clase que enseñes desde el más pequeño hasta el más grande, porque esta simple pregunta puede cambiar el juego. Creer que Dios es bueno es una verdad fundamental que necesitamos ver, conocer y creer para vivir vidas fructíferas
Ahora, en este punto, sé que algunos de ustedes podrían estar una vez más frustrados leyendo este artículo. ¡¡¡Matt, dijiste esto en tu artículo anterior!!! ¡Bueno, sí! Pero en mi opinión, si la única cosa que los ministerios de niños hicieran fuera mirar a una parte de la Biblia y hacerse estas dos preguntas: 1) ¿qué nos dice esta verdad sobre Dios? y 2) ¿por qué esto es bueno para nosotros y para el mundo? Esos ministerios habrían cambiado y dado vida a esos niños y familias.
Dicho esto, ¡espero que lo que veamos en el siguiente artículo sea nuevo para ti!