Antes de ser pastor, fui profesor de primaria. Algo que me encantaba del sistema educacional inglés era el deseo de no solo brindarles a los niños mucho conocimiento, sino que también de darles las herramientas y las técnicas para continuar aprendiendo a lo largo de sus vidas una vez que terminaban la escuela. Lamentablemente, la introducción de las tablas de clasificaciones ha mermado esta perspectiva. El principal objetivo ahora es aprobar los exámenes para subir en la clasificación, por lo que se les enseñan a los niños técnicas para los exámenes y se les entrega la información necesaria para aprobar, en lugar de las técnicas y de las herramientas para llegar a ser aprendices a lo largo de la vida.
¡Obviamente, nuestras iglesias no tienen exámenes ni clasificaciones! Sin embargo, de lo que he podido observar en muchas de ellas, las clases de nuestros ministerios de niños siguen la segunda estructura del sistema de educación y no la primera. Anhelamos correctamente llenar las mentes de los niños con historias bíblicas y sana doctrina, y, ahora, espero, ¡¡¡con un conocimiento de quién es Dios y de por qué Él es bueno para nosotros!!! Pero, ellos necesitan más. Nuestros ministerios deben ayudar a los niños para que sigan aprendiendo por sí mismos sobre Dios, fuera de las clases que damos. Ellos necesitan las herramientas, las técnicas y las preguntas para ser autodidactas. Niños que entran a sus vidas adultas sabiendo cómo aprender de Dios por sí mismos y, esperemos, que también tengan las herramientas para ayudar a otros a aprender de ellos.
¿Cómo hacemos esto? En primer lugar, ¡deben estar conscientes de que quieren esto! Es difícil ser exitoso en algo cuando no se tiene un objetivo. Sin embargo, si este deseo de hacer aprendices es parte de su plan en sus clases, piénsenlo un poco mientras preparan cada una de ellas. Pero ¿cómo pueden hacerlo? De manera simple, involucren a los niños en el proceso de aprendizaje. Cuando son muy pequeños, necesitarán guiarlos y dirigirlos la mayoría de la clase, pero a medida que crecen eso será cada vez menos. Yo uso las dos preguntas que mencioné anteriormente (¡quizás demasiadas veces!) en cada clase que enseño a todo grupo etario. A los más pequeños (de 2 a 4 años), tendrán que entregarles prácticamente toda la información para la clase, pero siempre háganles las dos preguntas y denles tiempo para pensar un poco y responder. Incluso si no responden, al verlos a ustedes aprenderán que miran este libro —la Biblia— y que vienen a este lugar —la iglesia— ¡para aprender más sobre Dios, sobre por qué Él es bueno para mí y para el mundo!
Los niños más grandes sabrán las preguntas antes de que las hagan. Genial —¡bromeen con eso de vez en cuando!—. Sin embargo, a medida que crecen, dejen que pasen tiempo solos o de a dos buscando en la Escritura para responderlas por sí mismos. ¡Quizás verán cosas que ustedes nunca vieron y las conectarán a sus vidas y situaciones de formas maravillosas! Obviamente, necesitaremos darles más técnicas y herramientas para abrir la Biblia, pero ¿acaso no es eso lo que queremos? Estamos luchando para que lleguen a un punto donde no nos necesiten y tal vez a un punto en el que puedan tomar nuestro lugar. Debemos prepararlos para vivir la vida cristiana que está frente a ellos, descubrir y encontrar a Dios por sí mismos.
Entonces, pensemos, planifiquemos y démosle el tiempo y el espacio (con supervisión) para usar las herramientas que les estamos enseñando. ¿Cómo? Comencemos por usar cinco preguntas básicas que sus escuelas les están enseñando en cada materia: qué, dónde, cuándo, cómo y por qué.
Hagan que encuentren la idea principal de un pasaje o historia y vean qué les está enseñando sobre Dios. Enséñenles a buscar palabras o frases repetidas, sorpresas, etcétera. Hagan que se entretengan intentando descubrir cómo tal historia o pasaje en este libro encaja con lo que ocurre antes y después. Denles más o menos una idea de la gran historia de toda la Biblia y háganlos pensar en cómo esta parte encaja en el todo a fin de ayudarlos a ver cómo Dios se revela a sí mismo.
Tal vez piensen que esto es demasiado avanzado para ellos, pero yo no lo creo. En la escuela, ellos están aprendiendo e investigando por sí mismos cosas muy complicadas, pero los domingos les entregamos verdades muy simples sobre Dios y no los invitamos a pensar. Sí, con el tiempo ustedes necesitarán fortalecer las habilidades de los niños y enseñarles cómo hacerlo, pero para cuando tengan 11 años, yo esperaría que ellos estén usando Biblias reales (quizás con palabras simplificadas) y sean ellos mismos los principales investigadores. Siento que esta es una de las razones por la que los niños se aburren tanto en la iglesia. Me pregunto si es probable que esta sea parte de la razón de su mal comportamiento. A partir de lo que he observado, no estamos exigiendo ni desafiando lo suficiente a los niños. Si necesitan convencerse, ¡solo googleen el tipo de matemática y ciencias que están estudiando en la escuela!
¿Y ahora qué?
Mi mayor anhelo con estos artículos es que ustedes se pongan a pensar. Pasen un momento juntos pensando y conversando honestamente sobre lo que quieren del ministerio de niños. No recomiendo tener esta conversación sin involucrar a su pastor. Luego, una vez que tengan un objetivo, discutan lo que están haciendo actualmente en el ministerio y sean valientes. Si ayuda al objetivo, manténganlo; si no ayuda, incluso si es algo que sus iglesias han hecho por 30 años, desháganse de eso.
Trabajamos con estos niños por una o dos horas cada semana; hagamos que cada minuto cuente.
Para concluir, una palabra final: ora
Pueden tener el mejor objetivo para el ministerio, el mejor equipo de líderes armado, los padres desempeñando su parte cada día, pero a menos que Dios esté obrando, nada de lo que hagan importa. Nuestro mayor objetivo debiera ser que los corazones de los niños cambien para amar y servir al Señor. Esto es algo que ninguno de nosotros puede hacer. Solo Dios puede transformar los corazones y las vidas.
Por tanto, ora, ora y ora. Honestamente, creo que el cambio más significativo que cualquier iglesia puede hacer en su ministerio de niños es decidir reunirse como líderes cada domingo antes de que lleguen los niños para orar por 10 minutos. No discutir quién hará qué cosa, no para arreglar la sala, sino tener una lista con los nombres de los niños y orar por ellos, cada semana.
¡No logramos dimensionar lo que el Señor hará!