Antes de responder esta pregunta, necesitamos evaluar dónde está realmente arraigada nuestra vida: nuestra identidad y a quién estamos sirviendo. En primer lugar, quisiera recordarte que ser la «esposa de…» no es tu identidad. Si estás en Cristo, eres una hija de Dios. Tu identidad está fundamentada en quién te creó y en quién te llamó a servir. Eres, también, una pecadora salvada por gracia. Por ende, una mujer que descansa, que se afirma y que encuentra su fortaleza en el Evangelio de Cristo. Tu identidad descansa, entonces, en el sacrificio de Jesús en la cruz y, todo lo que haces junto con todas las expectativas del mundo y las tuyas, deben ser vistas a través de los ojos del Dios que te salvó.
Ahora y, después de mirar y pararnos firmes en nuestro lugar seguro, nuestra roca que es Cristo, hablemos del ministerio junto a nuestros esposos.
Recuerda el día cuando Dios los llamó a ambos al ministerio
En medio de las consecuencias de vivir en un mundo roto, donde hay tristezas de todo tipo, mi propio pecado y el pecado de los demás, no es de sorprender que nuestra armadura se vaya desgastando (Ef 6:11), que nuestras fuerzas disminuyan y que el corazón se desaliente.
Por esta razón, en medio de nuestras batallas, necesitamos oír palabras que animen nuestros corazones para llevar a cabo los roles que Dios nos ha dado. Necesitamos recordar el momento cuando Dios nos llamó a servirle, sobre todo cuando es tan fácil olvidar que el ministerio al servicio de la iglesia ¡es precioso!, que somos testigos de tantos testimonios, de tantos milagros y cambios de vidas que nos llenan de gozo en nuestro gran Dios.
Sé que a pesar de todo esto el ministerio no deja de ser difícil y acompañar a nuestro esposo puede ser un gran desafío. Con esto en mente, quisiera animarte a buscar dos cosas que nacen desde nuestra identidad inamovible como hijas de Dios y que te ayudarán a perseverar en el ministerio acompañando a tu esposo pastor.
1. Busca que Jesús esté en el primer lugar de tu corazón
Recuerdo que cuando estuvimos junto a mi esposo en el seminario bíblico, nos mantuvimos leyendo biografías. Un día llegó a nuestras manos la biografía de Charles Spurgeon, en donde se contaba una hermosa enseñanza que había recibido su esposa:
Al principio de su matrimonio, a Susannah le resultó difícil entender la naturaleza de su papel como la esposa del gran predicador. En medio de una crisis ella buscó guía en su paciente madre, quien le dio algunos consejos útiles. Le dijo que Charles no era un hombre común y que toda su vida debía estar dedicada al servicio del Señor, por lo que Susannah «nunca debería interponerse tratando de ponerse a ella primero en el corazón de su esposo». Susannah decidió entonces alinear sus deseos con los de su esposo y poner la obra del Señor primero en su propio corazón.[1]
El ejemplo de Susannah me animó tanto a poner a Jesús en el primer lugar de mi corazón. Sin embargo, debo decirte que esto estará en tensión con la emoción de querer estar nosotras en el primer lugar en el corazón de nuestros maridos en medio del ministerio. Si a esto le añadimos la avalancha de consejos externos fundamentados en el feminismo de estos días, la batalla se vuelve aun peor.
Volvamos a la verdad y veamos esta hermosa enseñanza de Susannah a la luz del consejo de Tito 2:3-5:
Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
Es un hecho que en la actualidad el amor hacia el hogar se está perdiendo. De alguna u otra forma, el principio sobre el cuidado y el amor que Tito dice que se debe enseñar a otras mujeres ha sido difícil de rescatar en nuestra era.
Ya sea que estés a tiempo completo en casa o que tengas un trabajo fuera de ella, te animo a que abraces el consejo de Tito con la ayuda de Dios y que busques de todo corazón la enseñanza correcta con respecto al hogar, el matrimonio y la crianza. De esta manera, tendrás la dirección para tener un hogar con Cristo al centro y en el primer lugar, y donde tus hijos y tu esposo puedan sentir que después de un día de trabajo están llegando a un lugar que será un oasis en medio de un mundo roto. Un oasis donde se respire la esperanza de Cristo, donde las armaduras se vuelven a pulir, donde se recuerda el amor inagotable del Padre y donde se encuentra perdón en medio de las heridas. Un hogar donde se respire a Cristo, sus enseñanzas y su corazón en cada decisión, en cada gesto y en cada adorno.
Tito además dice «que enseñen lo bueno». Estas palabras son tan importantes, sobre todo porque en el ministerio tenemos constantemente nuestras casas llenas, ¿verdad? A nuestras casas llegan personas que vienen a estudiar, a encontrar ánimo, a buscar más de Dios. Y el hogar del cual Tito habla es un hogar donde existe solo una cosa que está en primer lugar. Al final del versículo 5, dice: «para que la palabra de Dios no sea blasfemada». Sí, se trata de Dios en primer lugar; de su hermosa Palabra predicada y puesta en práctica.
Susannah después escribió: «Nunca olvidé la enseñanza de ese día. Aprendí mi dura lección de memoria, recordar no buscar hacer valer mi derecho de su tiempo y su atención cuando algún servicio de Dios lo requiera»[2].
Es cierto que como esposas anhelamos sentirnos cuidadas, amadas y escuchadas por nuestros esposos pastores. Está bien sentirlo y también quererlo. Mi deseo no es que pienses que anhelar tener la atención de tu esposo está mal y que debes negarte todo el tiempo. Todo lo contrario, es importante que tu esposo pastor sepa que lo necesitas en distintas circunstancias, ¡él debe conocer el corazón de su esposa! Aun así, te animo a tener un corazón enseñable, atento a la voz del Espíritu Santo, que nos muestra cuando estamos siendo egoístas y orgullosas y cuando necesitamos parar y pedir ayuda.
Y, querida amiga, no eres invisible para Dios, Él es «el Dios que ve» (Gn 16:13). Él ve cada cosa que haces con un corazón servicial y lleno de amor. Persevera en esto y recuerda que Él ve también tu necesidad y tus anhelos. Espera en el Dios de tu salvación, que tiene poder para cambiar tus circunstancias o para darte ánimo y gozo para seguir sirviendo junto a tu esposo mientras lo buscas a Él.
2. Busca tener el carácter de Jesús
Una vez escuché decir: «se dice ¿ayuda idónea o ayuda errónea?». Me causó mucha gracia el juego de palabras, pero, meditando en ellas un poco más, me di cuenta de cuánta realidad puede haber también en ellas.
Sabemos que el carácter de una mujer puede ser de mucha influencia y podemos usarlo para traer tanto bien, pero también para traer tanto mal. Hay muchos dichos que hablan acerca de que el hombre tiene poder, pero que la mujer tiene más. Por ejemplo: «él es la cabeza, pero ella es el cuello». Esto es tan destructivo porque enseña sutilmente que la influencia que Dios te dio puede ser usada para tu beneficio.
Como lo vimos recientemente, el carácter de una hija de Dios está sostenido y arraigado en la verdad de que Jesús debe estar en el primer lugar de nuestro corazón.
Al buscar rápidamente una definición para la palabra carácter en Google me encontré con estas definiciones de Oxford Languages:
- Conjunto de rasgos, cualidades o circunstancias que indican la naturaleza propia de una cosa o la manera de pensar y actuar de una persona o una colectividad, y por los que se distingue de las demás.
- Naturaleza propia de cada cosa que la distingue de las demás.
Las dos definiciones hablan de que el carácter distingue, resalta y diferencia. A la luz de esto, la Biblia nos dice claramente: «Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gá 3:20). Si Cristo vive en nosotras, nuestro deseo es que Él sea lo que más resalte y distinga nuestro carácter. Porque ¿qué deseo mostrar más? ¿Mi carácter o el de Él? El carácter de alguien rescatado por Cristo será otrocéntrico, como lo fue el de nuestro amado Jesús.
En los evangelios podemos ver tantas veces a Jesús dando ejemplos de servicio con tanto amor y propósito. Cuando lavó los pies de sus discípulos, por ejemplo, incluyó a Pedro, quien lo negaría, y a Judas, quien lo entregaría en traición. Su carácter mostraba amor servicial, para que los demás pudieran ver a Dios cuando no podían verlo.
Que nuestro anhelo sea ayudar, influenciar, animar y amar a nuestros esposos de una manera que honre a Cristo. Demos un vistazo a nuestros corazones y a nuestros deseos, teniendo la certeza de que podemos acercarnos «[…] con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna» (Heb 4:16).
Un amiga me comentó sobre un consejo que había recibido de una mujer en el ministerio acerca del matrimonio: «Debes entender que tu esposo no es tuyo, está al servicio del Señor al igual que tú para servirle a Él. Verás el privilegio que es compartir a tu esposo y las cosas estarán mucho mejor».
Así que profundicemos y preguntémosle a nuestros corazones: ¿cómo reacciono cuando mi marido llega enojado, triste o frustrado por el proceder de algunos hermanos de la iglesia? ¿Cómo reacciono cuando llegan las críticas hacia Él? ¿Qué consejos salen de tu boca cuando esto pasa? ¿Eres en ese minuto ayuda idónea o «errónea»? Y pregúntale a tu esposo: ¿cómo puedo ayudarte más en momentos de estrés o de frustración? ¿Qué necesitas de mí para plantar la iglesia o para liderar la iglesia? ¿A quién de tu confianza puedo llamar cuando vea que necesitas ayuda?
Acompañaremos mejor a nuestros esposos en el ministerio cuando estemos paradas en nuestra identidad inamovible como hijas de Dios; cuando busquemos al Padre para llevar ante Él nuestros corazones; cuando pidamos su ayuda con el fin de tener a Jesús en primer lugar; y cuando busquemos mostrar su carácter en el lugar donde Él nos ha llamado a servir. Que Dios nos use para acompañar a nuestros maridos en el servicio con el único fin de que muchos más puedan conocerlo, amarlo y encontrar su gozo en Él en medio de cualquier circunstancia.
[1] Gómez Perez, Giovanni (2020, junio). Susannah Spurgeon: la piadosa esposa de Charles Spurgeon. BITE Project. https://biteproject.com/susana-spurgeon/
[2] Garrido, Beatriz (2020, febrero). Susannah Spurgeon, el precioso regalo de Charles. Protestante Digital. https://www.protestantedigital.com/follas-novas/50033/susannah-spurgeon-el-precioso-regalo-de-charles