Quizás se preguntarán por qué sería bueno hablar acerca de si la esposa de pastor debiera tener amigas. Parece obvio que sí, pero para muchas no lo es.
En un retiro para esposas de pastores, una vez escuché a una mujer decir que, cuando ordenaron a su esposo al pastorado, una señora de su congregación se le acercó para decirle que desde ahora tendría prohibido tener amigas en su iglesia. Le pregunté por qué. Ella me contestó que, según esta hermana, cualquiera que fuera su amiga causaría en las demás algún tipo de desventaja, ya que al estar más cerca de la esposa del pastor, tendría más privilegios.
La verdad es que muchas iglesias, personas e incluso nosotras mismas como esposas de pastores, tenemos expectativas que no necesariamente apuntan a una verdad bíblica. Hay tradiciones, estándares o anhelos que si bien pueden ser buenos, si no los ponemos ante la verdad del Evangelio, son una carga en vez de una bendición.
Soy mamá de tres hijas y esposa de pastor. Cuando tuve la oportunidad de escribir acerca de este tema, me sentí honrada y privilegiada porque el tema de la amistad es para mí de extrema belleza y valor. Todo lo que aquí te contaré lo he experimentado gracias al Evangelio y me ha permitido gozarme en lo que Él me ha regalado.
La pregunta de fondo es si la esposa de un pastor debería tener amigas en su congregación. ¿Es importante que las tenga? Si es un sí, ¿de dónde debieran salir estas amigas? ¿Debería tener solo amigas fuera de su iglesia?
Ahora, más que contestar estas preguntas, me gustaría sugerir que este es un tema que aborda nuestro corazón y quiero invitarte a que juntas permitamos que Dios nos examine y nos desafíe:
Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón;
ponme a prueba y sondea mis pensamientos (Salmo 139:23, NVI).
Amada hermana, que como yo estás casada con un pastor, quisiera compartir contigo tres preguntas que puedes hacerte para examinar tu corazón, para ver más claramente el Evangelio de Jesús y para vivir más plenamente en Él en cuanto al tema de la amistad.
¿Qué dice mi corazón?
Cada una de nosotras tiene una historia. Cada una de nosotras ha pasado por diferentes circunstancias, algunas han experimentado la belleza de la amistad y otras la traición. Muchas veces, lo que nos queda no son buenos recuerdos ni mucho menos ánimo de volver a encontrar alguna nueva amiga. El dolor nos recuerda experiencias no gratas y el recuerdo de esas experiencias se transforma en futuras señales de advertencia de algo peligroso para nuestros corazones. De ese modo, cuando nos vemos enfrentadas a algo similar, nuestra mente se protege e inmediatamente retrocedemos. Y así no damos pasos (ni queremos darlos) para tener una nueva amistad.
Además, nos pasa que no queremos mostrarnos tan honestas ni vulnerables. No queremos mostrar la realidad del ministerio que muchas veces no es nada romántico. Si bien es una bendición estar sirviendo a Dios en el ministerio pastoral, también trae sacrificios, renuncias y soledad. Esto es difícil de compartir, ya que luchamos con lo que el resto pensará de nosotras o de nuestros esposos al contarles a otros de esto.
La verdad es que necesitamos examinar nuestros corazones a la luz del Evangelio para ver si es que realmente hacemos esto porque deseamos cuidar la fe de nuestras hermanas o simplemente porque no queremos que cambie la imagen que otros tienen de nosotras. Esto desafía nuestra honestidad.
¿Qué dicen los demás?
Como te conté al principio, hay expectativas que las personas tienen con respecto a tu rol. Muchos esperan que por ser esposa de pastor tienes que hacerte cargo del ministerio de niños y/o del ministerio de mujeres, que sepas tocar guitarra, que nunca nos quejemos, que nunca estemos tristes, que nuestra fe siempre esté firme y que perseveremos frente a todo, pero no es así. Si esto fuera posible, seríamos mujeres que no necesitan un Salvador. Y no es así, necesitamos a Jesús día tras día. No es difícil imaginar cómo estas expectativas no ayudan en nada a que podamos profundizar en relaciones verdaderas de amistad.
Entonces, ¿qué dice tu corazón? ¿Cuáles son las expectativas de los demás en tu contexto?
Junto con lo que dice nuestro corazón y lo que los demás piensan de nosotras, podemos ver que tal vez nuestro corazón realmente no busca tener una amistad porque no sentimos la confianza de ser quienes somos o porque otras no nos ven como realmente somos. De una u otra forma, hablamos de lo mismo. Estamos mirando la amistad con los lentes de un evangelio basado en las apariencias y no desde los lentes del Evangelio de Cristo.
¿Qué dice Dios?
Cada mujer tiene su historia. Cada una de nosotras puede ver sus circunstancias de diferentes maneras. Pero si lo piensas, hay algo que todas tenemos en común con nuestras hermanas: la etapa en la que estamos viviendo.
Dentro de la gran historia de Dios, todas nosotras estamos entre la caída y nuestra redención final. Este tiempo es llamado el «ahora pero todavía no» y se refiere a que aún estamos viviendo en un mundo roto, caído que nos afecta a todos. En esta etapa, mi propio pecado me afecta y también afecta a los demás. Todos hemos sido heridos y también hemos herido. Todas hemos experimentado la vida en un mundo roto y sus consecuencias, pero al mismo tiempo estamos viviendo en la seguridad de la redención.
Después de que todo se quebró en Génesis 3, todo se echó a perder. Necesitábamos a Alguien que saliera al rescate. Necesitábamos a Alguien que arreglara este desastre, que tuviera el poder para redimir nuestras historias dañadas y sanar nuestras heridas. Gracias al amor de Dios, podemos deleitarnos en esta parte de nuestra historia, ya que, aun cuando vivimos en un mundo roto, podemos ver destellos de su belleza y podemos ver como Jesús salió a nuestro encuentro.
Hay tantas verdades con las cuales podemos alentarnos a seguir corriendo esta carrera juntas. Por ejemplo, recuerda dónde estás parada. ¡Un cimiento sólido, inamovible! ¡Cuán inmenso es el amor con el cual Dios nos ha envuelto!
[…] Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios (Efesios 3:17-19, NVI).
Tenemos mentes frágiles que olvidan. A causa de diferentes circunstancias, volvemos a mirar las cosas desde nuestros propios lentes y olvidamos la verdad para seguir corriendo la carrera hacia la meta.
Efesios nos dice cómo Pablo ora para que, junto con todos los santos, podamos comprender este amor tan grande, profundo, sin límites y sin ningún tipo de requisitos.
Cuán hermoso es que Dios nos haya permitido estar en comunidad. No estamos solas ni aisladas en una montaña. Somos parte de una comunidad y ese es un regalo que viene de Dios para que podamos disfrutar juntas de su inmenso amor.
La belleza del Evangelio es que no necesitamos los «5 consejos» para tener una verdadera amistad, sino que es la misma Palabra de Dios la que nos guía y nos anima en lo que necesitamos saber, en lo que necesitamos arrepentirnos y en lo que necesitamos ayuda para deleitarnos más en Jesús.
Como esposa de pastor, necesito tener amigas que me lleven a la cruz, pues no hay día en que no necesite recordar lo que hizo Jesús por mí. Hay momentos en los que me siento como el paralítico cuando necesitó de sus amigos para llegar hasta los pies de Jesús, ¿por qué? Porque hay días en los que no puedo sola. ¡Qué belleza es estar en comunidad! Necesitamos amistades en el Evangelio que vean nuestra necesidad sin juicio, sin expectativas, sin miedo, sino que con la misma compasión y misericordia que Jesús nos da día a día.
Recordando juntas la verdad
Querida hermana, el Evangelio te recuerda que puedes mostrarte tal cual eres porque:
- No hay nada que temer: eres 100 % amada.
- No hay nada que probar: eres 100 % justificada.
- No hay nada que perder: eres 100 % perdonada.
¡Qué hermoso es recordar esto! Y cuánto más hacerlo vivo en mis relaciones con otros. Lo que Cristo hizo por cada una de nosotras nos ayuda a recordar que podemos tener misericordia entre nosotras.
Cuando aprendí a aplicar el Evangelio a mi corazón con respecto a la amistad, fue muy liberador. He sido una mujer insegura por mucho tiempo. Aún lucho con esto en otras áreas, pero haberlo puesto en práctica hace algunos años con la ayuda de amigas que me llevaron con misericordia a los pies de Jesús cuando yo no podía, ¡fue un deleite!
Conocer el Evangelio no es lo mismo que ponerlo en práctica. Ponerlo en práctica es poder abrir el regalo completo y ¡deleitarte en él!
Entonces, querida colega, te animo a preguntarte: ¿la imagen que has proyectado de ti es genuina, es real? En caso de no serlo, ¿por qué no ha sido así? ¿Cuáles son tus temores? ¿Has mostrado la imagen de una mujer casi perfecta o la de una mujer sin tanto pecado? (Mis hijas tendrían mucho que decir sobre estas dos últimas preguntas). ¿Eres una mujer lejana que ha puesto límites? (No es malo ponerlos pero debe haber una puerta por donde se pueda entrar).
Amada esposa de pastor, necesitas recordar quién eres en Cristo, necesitas recordar su rescate y que estás parada en su amor. ¡No por tus méritos sino por sus méritos! Estás arraigada y cimentada en Él. Y no solo tú, sino que todo aquel que ha puesto su fe en Cristo.
No temas en mostrar tus debilidades, recuerda también que tú escoges cuán profundo ir con esto. No hay nada que probarle a los demás, pues lo que harás, lo vas a hacer con amor, recordando cuánto Dios te ha amado primero. Y si no cumples el estándar de algunos, no te preocupes, Jesús conoce tus limitaciones, su amor sobrepasa lo que podemos entender. Y Él conoce nuestros corazones.
Recuerda, no hay nada que perder al mostrar quién eres, pues el veredicto en Jesús, ¡ya ha sido dado! Eres 100 % amada, justificada y perdonada.
Vuelve a recordar ese día en que Dios, junto a tu esposo, los llamó para servirlo. Dale gracias al Señor porque hasta acá Dios no ha dejado de ser fiel. Puedes enfrentar a los demás, sin cargas ni máscaras, sin expectativas, sabiendo que la verdad te hizo libre y esa verdad en Jesús es digna de ser compartida con amigas para caminar juntas y para ver a Jesús cuando no lo puedan ver.
Te animo a buscar amistades donde puedas encontrar fortaleza y ánimo. Amistades que te desafían cuando tu corazón no tenga los lentes correctos. Ora para que Dios te ayude a cuidar tu corazón y los corazones de otros al tener buenas amigas y al ser una buena amiga en el Evangelio.
Ora conmigo:
Padre bueno, te damos tantas gracias porque todo lo que somos, todo lo que tenemos está en tus manos y está bajo la sombra de la hermosa cruz de Cristo. Ayúdanos a recordar quiénes somos en ti. Ayúdanos a recordar que todo lo que hacemos es para ti y para hacerte más conocido. Danos corazones humildes y enseñables para seguir aprendiendo de tu amor inagotable, para seguir hablando de tus proezas y maravillas. Señor, que esto haga que nuestro corazón esté siempre agradecido porque fuiste Tú el que vino a nuestro rescate; por lo tanto, no tenemos nada que perder, nada que temer ni nada que probar. En el nombre de Jesús. Amén.