Hoy continuamos con nuestra serie sobre honrar a nuestros padres: la serie que considera cómo nosotros, siendo adultos, podemos cumplir con el quinto mandamiento. Detrás de esto se encuentra el hecho de que pocos de nosotros tomamos en serio el quinto mandamiento y la manera en que podemos cumplirlo activamente, incluso después de haber dejado la autoridad de nuestros padres. Nos hemos estado enfocando en Deuteronomio 5:16: «honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da». Ya hemos visto que este mandamiento no es sólo para los niños. A toda edad, tenemos una deuda de honor con nuestros padres y esto puede expresarse de varias maneras: perdonando a nuestros padres, hablando bien de ellos, estimándolos pública y privadamente, buscando su sabiduría, apoyándolos y proveyendo para ellos.
Está bien. Eso es bastante claro cuando tenemos una buena relación con nuestros padres, cuando nos crían bien, cuando nos aman y nos respetan. Sin embargo, ¿qué pasa con quienes fueron adoptados y nunca conocieron a sus padres biológicos? ¿Qué pasa con las personas que tuvieron padres difíciles, ausentes o abusivos? ¿Qué pasa con aquellos cuyos padres se comportaron de maneras completamente deshonrosas? ¿Esta deuda de honor se extiende incluso a ellos? En toda la retroalimentación que he recibido de esta serie, el foco se ha centrado más en estas preguntas que en cualquier otra. «¿Realmente esperas que yo honre a mis padres? Déjame contarte sobre ellos…».
He abordado este artículo con cuidado, con oración y con Biblia en mano. Mientras lo hacía pensaba en las personas que conozco y que amo, muchos de ellos de mi propia iglesia, que han tenido que navegar a través de terribles situaciones. Y en lo que puedo ver, todos los hijos deben honrar a sus padres. Admito que en algunos casos el daño cala muy profundo; que algunos traumas del pasado no pueden y no deben pasarse por alto. Y sin embargo, aún creo que existe una deuda de honor que todos le debemos a nuestros padres.
Un contexto diferente para el honor
Quiero comenzar cambiando brevemente nuestro contexto. Los padres no son las únicas personas que Dios nos dice que debemos honrar. Ellos no son la única fuente de autoridad con la que lucharemos para honrar. En Romanos 13, Pablo escribe sobre las autoridades civiles y dice esto: «Paguen a todos lo que deban: al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor» (Ro 13:7 [énfasis del autor]). Es importante reconocer que Pablo escribió estas palabras mientras estaba bajo el reinado de los gobernantes tiránicos romanos. Sin embargo, aún en este contexto, él exhortó a los creyentes de su tiempo a honrar y respetar al gobierno.
Douglas Moo señala que la historia de la interpretación de este pasaje «es la historia que intenta evitar lo que parece ser su significado puro» y advierte que «no debemos oscurecer [su significado] en una avalancha de calificaciones». El pasaje enseña que toda autoridad es finalmente una extensión de la autoridad divina de Dios delegada a los seres humanos, «porque no hay autoridad sino de Dios» (Ro 13:1a). También nos enseña que toda autoridad es una muestra de la soberanía de Dios, puesto que «las [autoridades] que existen, por Dios son constituidas» (Ro 13:1b). Existe un tipo de honor que debemos dar ya sea que la otra parte se lo haya ganado o no. Se lo debemos en virtud de estar en un puesto dado por Dios. Moo concluye, «el gobierno es más que una molestia que debemos aguantar; es una institución establecida por Dios para cumplir algunos de sus propósitos en la tierra». Por lo tanto, cuando honramos a nuestros gobernantes, honramos a Dios; cuando deshonramos a nuestros gobernantes, deshonramos a Dios.
Del gobierno a la familia
Mucho de lo que es verdad sobre las autoridades civiles también es verdad para los padres. Del mismo modo que la soberanía de Dios es expuesta al levantar gobernantes para liderar una nación, la soberanía de Dios es expuesta al escoger padres para que den a luz un hijo. De la misma manera en que Dios delega autoridad y responsabilidad en el gobierno, Dios delega autoridad y responsabilidad en nuestros padres. Así como Dios espera que honremos al gobierno como una extensión de su autoridad y de su soberanía, Dios espera que honremos a nuestros padres como una extensión de su autoridad y soberanía. Y así como honrar a los gobernantes es honrar a Dios, también honrar a los padres es honrar a Dios. Debemos darles a nuestros gobernantes y a nuestros padres todo lo que se les debe, dentro de eso honor. No hay excepción para los malos gobiernos ni para los malos padres.
(Para más información relacionada a la conexión entre el quinto mandamiento y Romanos 13, ver El catecismo menor de Westminster, pregunta y respuesta 63, 64 y 65. También El catecismo de Heidelberg, pregunta y respuesta 104).
Honrando lo deshonroso
Por lo tanto, ¿cómo honramos a los padres que se han comportado de una forma deshonrosa y aborrecible? Esto a veces pues ser muy difícil. A menudo esto requerirá que ejercitemos gran sabiduría y que nos movamos por líneas muy delgadas. Sin conocer casos individuales, hablar en general puede ser difícil y peligroso. Afortunadamente, Dios nos puso bajo el cuidado de pastores y guías para ayudarnos a navegar por dificultades como estas y hacemos bien en buscar su cuidado y consejo. Ofreceré algunas sugerencias generales, pero te pediría también que pienses, ores y te acerques a otros para obtener sabiduría. En el caso específico de abuso, Dennis Reiney entrega una guía sabia en su libro sobre el quinto mandamiento.
Distingue entre el honor y la obediencia. En un artículo previo, aprendimos que el honor no siempre involucra obediencia. Cuando los padres exigen lo que Dios prohíbe, debemos referirlos a las máximas autoridades de Dios o al gobierno. Cuando los padres sobrepasan sus límites y exigen obediencia de sus hijos adultos, también podemos rehusarnos a obedecerlos. Sin embargo, incluso mientras nos rehusamos a obedecer, aún podemos honrarlos. En lugar de explotar de enojo o de hacer un gran show de rebeldía, podemos responder con dignidad, tranquilidad y respeto, y aún así con una determinación de hierro. Esto podría hacer que nuestros padres no respondan mejor, pero al menos seremos inocentes ante los ojos de Dios.
Distingue entre la persona y la posición. Incluso si honrar a nuestros padres por medio de una relación podría ser imposible o poco sensato, aún podemos honrar la paternidad y la maternidad por la posición que tienen. Podemos aprender cómo la Biblia describe el diseño de Dios para los padres y determinar que sólo hablaremos bien de ellos. Los militares exigen que los soldados respeten el rango si no respetan al hombre y en cierto nivel podemos hacer lo mismo con los padres: honrar su posición cuando no podemos encontrar nada honorable en su persona. El hijo adoptado podría nunca llegar a conocer a sus padres biológicos, pero aun así podría evitar hablar mal de ellos y aún puede hablar bien sobre la maternidad y la paternidad.
Distingue entre el honor y la relación. En algunos casos, las acciones del pasado han sido tan deplorables que el hijo debe separarse de sus padres. Por ejemplo, Dios no exige que los hijos que fueron abusados sexualmente por sus padres no arrepentidos sigan sosteniendo una relación cercana con ellos en la adultez. Quizás lo mejor que pueden hacer para honrar a Dios en esta situación es rehusarse a deshonrar a sus padres. En tales casos, honrar a Dios puede significar enfrentar honestamente el trauma, dejando la venganza en sus manos y reconociendo ante Dios que Él no cometió un error al escoger a sus padres. Podría significar extender perdón a los padres (si es que lo buscan) o al menos una disposición a perdonarlos (si es que no lo buscan). Significa dejar ir la amargura, confiando en Dios a través del dolor y reflexionar profundamente en la muestra de su compasión en la cruz. Como mínimo significa absolver a Dios de toda culpa por lo que sucedió y confiar en que estas cosas no ocurrieron lejos de su soberanía.
Distingue entre el honor y el acuerdo. A algunos hijos les preocupa que honrar a los padres signifique estar de acuerdo con las odiosas posiciones que tienen. Un hijo cuyos padres son racistas podría creer que honrar a sus padres significa tolerar esas creencias racistas. Sin embargo, el honor puede ser extendido de tal manera que es genuino, pero aun así decidido. Después de todo, somos llamados a honrar a nuestros gobiernos a favor de la libre elección incluso mientras tenemos firmes posturas provida y desafiemos al gobierno a cambiar. Honrar a nuestros padres no significa necesariamente aprobar todo lo que han hecho o todo lo que ellos creen. He sido desafiado en esto por Caleb Kaltenbach quien, en su libro Messy Grace [Gracia confusa], cuenta cómo aprendió a honrar y respetar a sus padres homosexuales sin comprometer sus convicciones cristianas.
Distingue entre el honor y el permiso. Honrar a tus padres no significa que permitas su pecado o sus patrones pecaminosos. No significa cubrir lo que hicieron o lo que continúan haciendo o esconderlo de las autoridades civiles. Quienes fueron abusados no deshonrarán a sus padres si descubren ese abuso y buscan procesarlos con el máximo rigor de la ley.
Estas son cinco distinciones que podrían ser útiles a medida que consideramos los casos difíciles. Sin embargo, debemos estar conscientes de que también pueden ser peligrosas. Debemos cuidarnos de no caer en una definición de honor que sea tan estrecha que no tenga sentido. Como personas convencidas de la necesidad de honrar a nuestros padres, necesitamos meditar en Deuteronomio 5:16, Romanos 13:1-7 y otros pasajes clave, y luego responder a la convicción de Dios. Él nos ayudará, Él nos guiará a toda verdad, a toda obediencia (Jn 16:13).
Honor a quien se le debe honor
Mientras más leo y estudio la Escritura, más concluyo que Dios le pide cosas imposibles a su pueblo. Al menos, Él pide cosas que serían imposibles sin su presencia, sin su sabiduría y sin su poder. En los casos difíciles, honrar a los padres puede ser imposible; no obstante, el llamado aún sigue: «Paguen a todos lo que deban: …al que honor, honor». Para muchas personas este es el desafío más profundo; para todos nosotros, es un desafío para el cual necesitaremos desesperadamente la gracia de Dios.