Nota del editor: este es el primero de una serie de cuatro artículos que fueron publicados originalmente en 9Marks acerca del diseño de una reunión de adoración comunitaria. 9Marks no promueve una forma específica de abordar el diseño de un servicio de adoración. Sin embargo, este es un buen ejemplo de cómo un pastor le enseñó a su iglesia sobre la adoración comunitaria. Aquí puedes encontrar la Parte 1.
Hemos estado usando la metáfora de la arquitectura de la iglesia como una manera de pensar en el diseño de nuestros servicios en el Día del Señor. Al diseñar un edificio, se tienen en cuenta sus partes, su fluidez y sus líneas visuales en el auditorio. Se pondrá mucho cuidado a esto.
No obstante, más importante que la forma de nuestro espacio de reunión es la forma de nuestra reunión misma. ¿Cuáles son sus partes y cómo fluyen la una de la otra? Esas son las preguntas que consideraremos en esta publicación.
Otra manera de decir esto es: «¿qué es la liturgia?». «Liturgia» es una palabra latina que significa: «trabajar en nombre del pueblo». En nuestra iglesia, normalmente la denominamos «orden de la adoración» o «diseño de servicio».
Recuerda, queremos que nuestra reunión esté formada por y llena de la Palabra de Dios. Esta publicación se trata de la parte «formada» de esta obligación. Como hemos dicho, la adoración formada por la Palabra confía en los medios de Dios para la obra de Dios a medida que nos entregamos a los elementos comunes de la oración, el canto, la lectura, la participación en el bautismo y en la Cena del Señor, y la predicación.
Pero hay más. Como nuestros ancianos lo describen:
Asimismo, entretejemos estas cosas para contar la historia del Evangelio. Normalmente, hacemos esto progresivamente, aunque de manera sutil, desde un llamado a la adoración y a la alabanza gozosa, a la confesión y a la seguridad, hasta la oración por la Palabra, la predicación y concluimos con una respuesta de gratitud y una bendición. Aunque la historia del mundo nos aleja de Dios y de su gracia, queremos que la historia de nuestras reuniones se despliegue y nos envuelva en el Evangelio y la gracia de Dios.
Desarrollemos más esto:
Hay niveles de detalle en el boceto de un edificio. Aquí es lo mismo. Para nuestros propósitos, nos mantendremos en cinco movimientos: un movimiento juntos en el Evangelio con nuestra bienvenida y llamado a la adoración; un movimiento a través del Evangelio con lecturas, oraciones y canciones; un movimiento bajo la Palabra a medida que el Evangelio es proclamado; un movimiento alrededor de la mesa donde el Evangelio se representa en las ordenanzas, y un movimiento hacia fuera con el Evangelio en nuestra bendición.
Bienvenida y llamado a la adoración
Este es nuestro primer movimiento, un movimiento juntos. En nuestros comentarios introductorios, tomamos el ejemplo de cómo los apóstoles saludaban a las iglesias y le recordaban a los santos de nuestra comunión en la gloriosa obra salvadora de nuestro Señor trino. A lo sumo, un par de breves «avisos» para recordarnos que no estamos aquí como individuos, sino que como familia.
Lo que las iglesias por mucho han denominado un «llamado a la adoración» marca el comienzo formal de nuestro servicio. ¿Quién inició esta reunión? ¿Quiénes son estas personas con las que estamos en la sala? ¿Qué estamos haciendo aquí exactamente? ¿Qué esperamos que ocurra? El llamado a la adoración responde estas preguntas desde la Palabra de Dios. Nos recuerda que nuestra reunión es una respuesta a su grandeza y gracia. Él nos llamó a salvación y Él nos llama a esta reunión. Por medio de la Palabra, Dios nos habla (incluso mientras hablamos la Palabra los unos a los otros) con declaraciones, exhortaciones, invitaciones y razones para adorarlo.
Un breve ejemplo: «grande es el Señor, y digno de ser alabado en gran manera» (Sal 145:3). Aquí tenemos una exhortación del Señor y una razón para ella. O, de los labios de Jesús, una invitación con una promesa: «vengan a mí, todos los que están cansados y cargados y Yo los haré descansar» (Mt 11:28). O «ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1P 2:9).
Estos son el tipo de cosas que necesitamos escuchar antes de que hagamos cualquier otra cosa. Él habla y nosotros respondemos.
En un nivel práctico, el llamado a la adoración centra nuestra atención de lo que sea que acaba de suceder en el auto y la dirige a un conjunto de temas para el servicio: uno enfocado en lo que Dios ha revelado sobre sí mismo y otro en nuestra respuesta. Envuelto en un par de comentarios selectos, este encuentro con la Escritura constituye la apertura a nuestro servicio.
Práctica del Evangelio
El cuerpo de nuestro servicio que lleva a la predicación sigue un patrón general que nos mueve a través de la verdad del Evangelio: Dios, pecado, Cristo, respuesta. Dicho de otra manera, seguimos el patrón de adoración, confesión, seguridad y agradecimiento.
Este flujo refleja el patrón de la Escritura. La narrativa más larga de la Biblia comienza con Dios, procede con nuestro fracaso en el jardín, avanza hacia la historia de la misericordiosa salvación de Dios y, basándose en esa obra, nos llama a arrepentirnos y a creer. Cuando los apóstoles escribieron sus cartas a las iglesias, de igual forma ellos trabajaron de parte de Dios y de su gloriosa gracia (Ef 1-3) hasta nuestra humilde respuesta humana (Ef 4-6).
Nos movemos a través de la historia del Evangelio con canciones, oraciones, lecturas de la Escritura y lecturas históricas. Existen ciclos más pequeños a través de esta historia del Evangelio dentro del movimiento más grande de nuestros servicios. Muchas canciones cubren la gama de la obra de Cristo, por lo que comentarios transicionales ayudan a mover nuestra atención a un énfasis particular en una canción dada.
Oración por iluminación y predicación
La manera en que el apóstol Pablo le habló a Timoteo y a su iglesia sobre la predicación nos dice algo: «en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su Reino te encargo solemnemente: predica la Palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción» (2Ti 4:1-2). Al predicar, debemos ir juntos bajo la Palabra: eso es bajo su autoridad, gobierno y bendición.
La predicación de la Palabra de Dios es la pieza central de nuestra reunión.
Hablar y escuchar la Palabra es un acto espiritual. Por esa razón, oramos. Antes de que la Palabra sea predicada, le pedimos a Dios que ilumine la Palabra para nosotros, que abra los ojos de nuestros corazones para ver y recibir la Palabra de Dios como verdadera (Ef 1:15-13). Normalmente, esta oración toma la forma de una canción con comentarios de nuestro líder del servicio para resaltar esta transición en el servicio. Mínimamente, involucra la propia oración del predicador antes de que abra la Palabra.
Todo fluye hacia y desde la Palabra predicada. Trabajamos a través de los libros de la Biblia con sermones cuya forma y objetivo son la forma y objetivo del texto y cuyas divisiones siguen las divisiones naturales de un libro. Todo esto asegura que los argumentos, exhortaciones, consuelos y énfasis de la Palabra moldeen nuestra iglesia más que los intereses o fortalezas de cualquier predicador.
Bautismo y la mesa del Señor
Las señales pactuales del bautismo y de la mesa del Señor son simbólicas en que estas representan visualmente las realidades espirituales invisibles. Esa es una razón por la que las ordenanzas siguen la predicación de la Palabra. Aparte de la Palabra predicada, estas pequeñas imágenes son ininteligibles. No obstante, combinadas con la proclamación de la Palabra, estos símbolos nutren nuestra fe.
Estos son actos individuales, pero también comunitarios llevados a cabo juntos como una congregación. Son profundamente personales: con la primera señal, entramos y damos la bienvenida a otros en la familia; con la segunda, nos reunimos alrededor de la mesa para comer con nuestro Señor hasta que Él venga.
Respuesta y bendición
Para este movimiento final juntos, buscamos la canción adecuada para llevar la respuesta más apropiada al sermón. Esto podría involucrar agradecimiento, consagración, comisión, adoración o una combinación.
Después de eso, vamos hacia afuera con una bendición. A lo largo de nuestras Biblias hay muchas bendiciones hermosas, bendiciones para el pueblo de Dios. Estas son una manera natural para nosotros de irnos. Para este momento de despedida y de envío, sacamos bendiciones de la Biblia, pero también creamos las nuestras. Las variadas bendiciones de la Biblia son una invitación para que elaboremos las nuestras basadas en la faceta de la gracia de Dios predicada en la Palabra de Dios.
Hacemos otras cosas también, aunque no semanalmente, las que incluyen profesiones de fe, oraciones de intercesión por nuestra iglesia y las naciones, testimonios de la Palabra de Dios en acción o varios minutos para mezclarse con saludos personales.
El engaste y el diamante
Por ahora, probablemente hayas notado un par de características de nuestra liturgia. Voy a explicitar un par de cosas aquí al final.
En primer lugar, queremos que nuestros servicios sean predecibles semana a semana. Es la naturaleza de una liturgia que nos pongamos en un ritmo, a un hábito espiritual como iglesia. La previsibilidad no tiene que significar monotonía. Casi todos los guionistas de telecomedias, podcasters y YouTubers usan una plantilla. Por décadas, los programas nocturnos han comenzado con un monólogo y han terminado con una banda. Lo que cambia es el contexto que usan para llenarlo.
En segundo lugar, queremos ser flexibles. La bienvenida siempre se dará al principio, pero podríamos tener que mover algunas de las otras partes por aquí y por allá. Confesaremos nuestros pecados, pero podríamos hacer eso en varias maneras, con variaciones en el énfasis o la forma. Podríamos leer la confesión y cantar de nuestra seguridad. Podríamos cantar una confesión o escuchar una lectura sobre nuestra seguridad. A veces un pastor podría liderar un elemento o a veces podría hacerlo un músico. En todo esto, lo que es crucial es que dejemos de lado la presunción y clamemos a Dios: «tiendo a vagar, Señor, lo siento» y luego cantamos con todo el corazón acerca de su rostro amoroso, de su gracia soberana y de las ropas lavadas con sangre que nos permiten ver y cantar.
Finalmente, es nuestro enfoque ser litúrgicamente sutiles. Las iglesias hacen esto de maneras diferentes. Por nuestra parte, tenemos una estructura definida para nuestros servicios, pero generalmente no dejamos que la esencia de ninguno de los temas o elementos se muestre demasiado. Llamamos a esto una liturgia subexpuesta o una «liturgia astuta». Normalmente, no decimos: «este es nuestro tiempo de confesión», sino que decimos e incluso imprimimos algunas señales en nuestra orden de adoración.
Un taco necesita una tortilla, un edificio necesita un conjunto de planos y un diamante necesita un engaste. Así es como funciona una liturgia para darle forma a nuestras reuniones dominicales. Es una forma de llenar nuestras reuniones con el contenido apropiado: la Palabra del Evangelio. Al mismo tiempo, no intentamos ser elitistas litúrgicos, incapaces de adorar en una iglesia que no maneja el servicio de la misma manera. Queremos que nuestra congregación alabe al Señor, no a la liturgia.
Sólo estaremos a la altura de la forma litúrgica que da forma a nuestro servicio cuando planifiquemos que la verdad del Evangelio llene nuestro servicio. Ahí es dónde iremos en nuestra tercera publicación.