Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del podcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
El Pastor John y yo grabamos un par de episodios en vivo y en persona en Nashville en nuestro verano de 2019. Terminamos nuestra sesión de grabación en vivo con una pregunta de la audiencia sobre la crianza de adolescentes no cristianos. Esta es la pregunta y la respuesta del pastor John.
«Hemos recibido algunos correos electrónicos realmente importantes y valiosos de parte de personas de este lugar que están criando adolescentes no cristianos, adolescentes que no han profesado su fe. Varias de las preguntas tienen que ver con obligar a sus hijos a ir a la iglesia. Recibimos una pregunta de una mujer llamada Angela que creció yendo a una misa católica romana cada domingo. Su papá la obligaba a ir y ella comenzó a resentir el cristianismo. Con el tiempo, llegó a la fe, se casó con un hombre piadoso y ahora está involucrada en una maravillosa iglesia. Sin embargo, ella mira hacia atrás y se pregunta: mientras crías adolescentes (especialmente en los años intermedios y finales de la adolescencia) y ellos no tienen ningún interés en el Evangelio o en la iglesia, ¿cuánto deberíamos exigirles ir a la iglesia? ¿Dónde está el límite entre esperar que vayan a una reunión de la iglesia el domingo y ser pacientes con ellos y no dar la impresión de que el cristianismo es algo que se les impone?».
Cría desde el vientre
No puedo simplemente intervenir en el comportamiento de un chico o chica de 16 o 17 años sin retroceder un poquito. Sé que esta no es la pregunta que se hizo, pero permítanme solo decir: no somos Dios y no creamos a nuestros adolescentes completamente, pero sí lo hacemos en parte. Comenzamos a criar adolescentes cuando están en el vientre, por cómo oramos por ellos cuando están en el vientre. Afectamos el comportamiento de un adolescente cuando tiene 2 años.
Observo a muchos padres jóvenes hoy. Ellos parecen creer que no pueden controlar el comportamiento de un niño o piensan que es un error hacerlo. El niño arruina o transforma en completo caos cada relación, cada cena, cada almacén, y el papá o mamá parece no tener poder. Eso no ayuda al adolescente. Se avecina, tú sabes, 12 o 13 años después.
Un niño pequeño necesita sentirse profundamente seguro; profundamente amado, apreciado, disfrutado; y profundamente bajo autoridad. Estas cosas no son contradictorias, y todo niño lo sabe. Los niños quieren límites y muchísimo amor dentro de los límites. Por lo tanto, hay un sistema que me encantaría ver implementado, para que incluso cuando un chico (de 14, 15 o 16 años) comience a cuestionar y finalmente diga, en una noche aterradora y terrible: «papi, ya no creo más en esto; creo que nunca lo hice», la estructura de crianza en ese momento sea tal que el chico no sea un rebelde enloquecido contra la familia, sino que casi un rebelde con el corazón roto contra la familia.
Quizás. Es decir, todo es un continuo, ¿cierto? Tenemos hijos que simplemente se oponen brutalmente a mamá y papá por cualquier razón, y otros que son sumisos, pero no creyentes. Y lo que tú haces en medio de ese continuo es realmente difícil.
Ama sin cesar
Aquí tienen que evitar la ira, porque, les digo, todo en ti simplemente colapsará ante la noticia. Mi hijo en el cual he invertido por 15 años acaba de decirme que lo más preciado en mi vida no es preciado para él. Simplemente es lo peor que puede pasar, peor que la muerte. Es peor que la muerte.
Te lo dicen y tú tienes que evitar la ira y profundizar para intentar sacar información y escuchar con todas tus fuerzas, porque hay cosas ocurriendo que tú desconoces. No sabes lo que está pasando dentro de este chico. No sabes qué escuchó en la iglesia. No sabes qué escuchó en la escuela. No sabes cómo lo tratan sus amigos. No sabes nada porque él no se ha acercado y tú tienes que excavar pacientemente, y resolver firmemente: «te voy a amar sin importar qué. Eres mi hijo, eres mi hija, y te voy a amar sin importar qué».
Establece estándares cristianos
Entonces, dices: «este es un hogar cristiano. Mamá y papá ponen el tono aquí. Mamá y papá son la autoridad aquí y este es un hogar cristiano. Nuestros estándares son cristianos; tenemos prácticas cristianas. Mientras seas parte de esta casa, no esperamos que seas una persona falsa. No estamos diciendo que el comportamiento que esperamos de ti sea una careta, una careta hipócrita de fe, para que así te veas bien para el mundo y nos hagas ver mejor a nosotros. No queremos tener nada que ver con ese tipo de hipocresía. Solo queremos que acates esos estándares mientras vives aquí. Si en el momento en el que estés listo para irte estos estándares no son tuyos, seguiremos amándote. Te irás y establecerás tus propios patrones».
Y ve qué obtienes. Es decir, un chico que es grande y fuerte (estoy pensando en chicos ahora, porque yo tuve cuatro hijos y una hija) no se irá si no quiere irse. Tomará el automóvil y se alejará o se irá de alguna otra manera. Si son así de rebeldes, no puedes obligarlos, pero creo que debes intentarlo. Y lo haces pidiéndoselo a la cara, real y honestamente. Dale sentido:
Esto es lo que va a significar ir a la iglesia con nosotros para ti como un no creyente el domingo en la mañana a los 15 años. Esto es lo que implica: «respeto a mi mamá y papá. Ellos me trajeron a este mundo. Invirtieron en mí por 15 años. Pagan por mi comida y alojamiento. Probablemente, me ayudarán a ir a la universidad. Les debo respeto. Ellos quieren que vaya a la iglesia, entonces iré y me sentaré ahí. Ellos saben que no significa nada para mí; yo sé que no significa nada, y también lo sabe el pastor. Estoy ahí. La esperanza de mis padres es que yo escuche algo que me lleve a Cristo. Mi esperanza es que yo pueda sobrevivir y poder salir de ahí lo antes posible».
Ese es el tipo de negociación que harías. Sin embargo, quiero admitir que habrá situaciones en las que le dirás a tu hijo o hija de 16, 17 o 18 años: «los novios o las novias no se quedan a dormir en esta casa. No hacemos eso. Si insistes en eso, no puedes vivir aquí». Con el tiempo, marcarás el límite.
Dios tiene una respuesta
Sin embargo, una de mis estrategias pastorales (y he descubierto que es muy útil) es que cuando las personas se acercan a mí al final del servicio con las situaciones más increíbles de la vida de lo que alguna vez pensé, generalmente veo que las imaginan en dualidades: «ocurrirá algo horrible o algo glorioso. Ayúdame a decidir cómo navegar esto».
Yo les digo: «Dios es Dios, Él nunca está atrapado entre esas dos cosas. Siempre hay una tercera opción». Y digo: «oremos para ver si algo que incluso nunca imaginaron podría pasar aquí». Y oramos juntos, yo no tenía una respuesta para ellos, pero Dios sí la tiene.