Cuando observamos la angustia, el enojo, las preguntas y la devastación de las familias que experimentan la muerte de un hijo, nos desesperamos por saber qué hacer o decir para poder ayudar de verdad. En los retiros que mi esposo y yo dirigimos para parejas que han enfrentado la muerte de un hijo, los participantes hablan frecuentemente de las formas en que otros han estado junto a ellos en medio del peor dolor imaginable, además de las maneras en que algunos les han causado un dolor mayor. Si fueras una mosca en la pared durante uno de nuestros retiros, lo que sigue es parte de lo que les escucharías decir sobre cómo podemos ayudarles mejor.
DI ALGO
Dinos algo, aunque sea «en realidad no sé qué decirles». No estamos esperando una gran sabiduría o perspicacia. Sólo queremos saber que te importamos y que estás dispuesto a acompañarnos en nuestro dolor. De hecho, «No sé qué decir» muestra que no pretendes ser capaz de arreglar la situación. Basta con un simple «Lamento lo que les ha sucedido». Es tu silencio lo que realmente duele.
NO TENGAS MIEDO
No tengas miedo de hacernos llorar o llorar con nosotros. Necesitamos desesperadamente saber que nuestro hijo no será olvidado; que no somos los únicos que lo extrañarán. Añoramos escuchar el nombre de nuestro hijo. Sin embargo, sabemos que a veces tienes miedo de «traerlo a colación»; que tienes miedo de entristecernos. Lo que debes saber es que ya estamos tristes, y que cuando nos hablas de nuestro hijo, nos das la oportunidad de liberar un poco esa tristeza dándonos la seguridad de que no estamos solos.
HAZ ALGO
No nos digas que te llamemos si necesitamos algo. Apenas somos capaces de pensar bien como para saber lo que necesitamos. Lo que necesitamos es que la gente descubra cómo puede ayudarnos y simplemente lo haga. Dinos que vendrás a lavar la ropa, que irás a hacer las compras, o que cortarás el pasto —cosas para las cuales jamás te llamaríamos por teléfono—.
NO HAGAS COMPARACIONES
No compares nuestra pena con la de otra persona ni digas algo que empiece con la frase «Bueno, por lo menos…». Tú ves la miseria en que estamos y quieres ayudarnos a ver el lado positivo, pero todos tus esfuerzos por conseguirlo sólo sirven para restarle valor a nuestra pérdida.
ESPERA TRISTEZA
No asumas que nuestra tristeza es un problema. Sabemos que nuestra tristeza genera incomodidad, pero ¿no es acaso lógico que estemos tristes? Es un reflejo del valor de nuestro hijo. Tenemos muchas lágrimas por derramar; muchas primeras experiencias sin nuestro hijo que traerán siempre una nueva ola de pena. A veces sentimos que las personas quieren arreglarnos para que no estemos tristes o que «volvamos a la normalidad» sin considerar que jamás volveremos a ser los mismos. En lugar de preguntar «¿Cómo están?», dando la impresión de que esperas escuchar «bien» o «mejor», ¿por qué mejor no preguntar «¿Cómo han vivido el duelo en estos días?» Esto demuestra que reconoces que es normal y que se entiende que estemos tristes por un tiempo.
ALIENTA, NO PRESIONES
No nos digas que debemos dar vuelta la página. En lugar de eso, sigue animándonos a avanzar. Es nuestro dolor lo que nos mantiene emocionalmente cerca de nuestro hijo muerto, y necesitamos eso con ardor. Necesitamos que entiendas que dejar atrás nuestra pena es como dejar atrás a nuestro hijo. Sin embargo, también necesitamos de un tierno aliento para empezar a invertir en la vida, abrazar el futuro, y esperar y aceptar la obra sanadora del Espíritu Santo en nuestras emociones y relaciones.
APUNTA A DIOS
Entiende y comparte nuestro deseo de ver a Dios usar nuestra pérdida para bien, pero ayúdanos a aceptar que quizás nunca sabremos exactamente cuál es ese bien. Aun cuando no nos guste particularmente que nos reciten Romanos 8:28, nuestro mayor consuelo está en esa verdad: que Dios puede y usará lo peor que podamos imaginar —incluyendo la muerte de nuestro hijo— para lograr algo bueno. Sin embargo, muchos de nosotros asumimos que descubrir ese «algo bueno» es tarea nuestra. Nos cuesta creer que es verdad hasta que descubrimos lo que es. Estamos buscando un propósito identificable, justificable, singular e individualista. Recuérdanos que, aunque quizás nunca en esta vida sepamos cómo Dios está usando nuestra pérdida para bien, podemos tener la seguridad de que está haciéndolo.
SIN SOLUCIONES FÁCILES
Finalmente, no creas que si tan sólo supieras qué hacer o decir, o qué libro o consejero recomendar, todo estaría bien. Esta clase de pérdida dolerá por un tiempo. Para nosotros es un regalo que persistas en acompañarnos, que no te des por vencido con nosotros, que elijas no incomodarte con nuestra tristeza y nuestra lucha, y que no busques soluciones ni respuestas.
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección. | Traducción: Carolina Gana

