Actualmente, en las grandes tiendas se están vendiendo prendas de ropa diseñadas para moldear el cuerpo. Estas prendas se pueden encontrar tanto en la sección de hombres como en la de mujeres. Estas tiendas están cubriendo nuestra preocupación por la forma de nuestros cuerpos y nuestra disposición a invertir en prendas de ropa que prometen darnos la forma que estamos buscando.
Sin embargo, cuando leemos la carta de Pablo a la iglesia de Roma, descubrimos que a él no le preocupa más lo que le está formando tu cuerpo; más bien, está más preocupado de lo que está dando forma a nuestra perspectiva, nuestra prioridades, nuestras búsquedas y nuestras opiniones. Él escribe:
No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta (Ro 12:2, NVI).
Sus palabras nos fuerzan a preguntarnos a nosotros mismos: ¿qué fuerzas externas están dando forma a mi diálogo interno sobre lo que es importante? ¿Qué me presiona a tomar las decisiones que estoy tomando sobre cómo gasto mi dinero, mi tiempo y mis energías? ¿Soy lo suficientemente consciente de mí mismo para saberlo?
Desde que nacimos en este mundo, él ha estado trabajando para encajarnos a presión dentro de su molde.
Por supuesto, no nos gusta pensar que somos así de influenciables; nos gusta pensar que somos independientes en nuestra forma de pensar. Sin embargo, la verdad es que somos productos del ambiente en que vivimos donde a menudo no reconocemos lo que nos está presionando. O quizás no sentimos la presión porque simplemente cedimos ante ella. No obstante, esto no tiene sentido para Pablo, puesto que las vidas de aquellos que han sido llamados, conocidos de antemano y predestinados lo han sido para ser conformados a la imagen del Hijo de Dios en lugar de ser conformados a este mundo.
En lugar de amoldarnos, Pablo nos instruye a ser transformados. Existe un contraste aquí entre algo que nos está presionando desde afuera que provoca que nos amoldemos y algo que está pasando dentro que provoca que seamos transformados. ¿En qué lugar de nuestro interior está pasando esto? En nuestras mentes. ¿Y qué está pasando en nuestras mentes? Están siendo renovadas. Hay un proyecto de renovación llevándose a cabo.
¿Alguna vez has renovado algo? La palabra que Pablo usa para la «renovación» de nuestras mentes literalmente significa «renovar»: arrancar lo viejo y poner lo nuevo. El que realiza la obra de renovación es el Espíritu Santo. Sin embargo, aquí hay algo que nosotros debemos hacer, pues la herramienta que el Espíritu Santo usa es la Palabra. Esto significa que debemos ponernos bajo la influencia de la Palabra.
En su libro Growing Your Faith [Cómo hacer crecer tu fe], el difunto Jerry Bridges explica este proceso como algo similar a lo que le decimos a nuestro hijo cuando regresa de jugar en la suciedad: «anda a ducharte». Es el jabón y el agua lo que quitará el sudor y la suciedad. Sin embargo, nuestro hijo debe realizar una acción de limpieza para quedar limpio. Por eso le decimos, «anda a ducharte».
De la misma manera, cuando Pablo nos dice: «sean transformados mediante la renovación de su mente», él está instruyéndonos a ponernos bajo la influencia transformadora de la Palabra de Dios. A medida que la Palabra de Dios se derrama sobre nosotros, el Espíritu la usará para lograr su obra limpiadora, renovadora, restauradora en nuestras mentes. Nuestras mentes comenzarán a funcionar correctamente. Nuestros pensamientos se alinearán más a los pensamientos de Dios. Nuestra forma de valorar las cosas se alineará más a la manera en que Dios valora las cosas. De esta manera, creceremos en nuestra capacidad de saber lo que Dios quiere.
No necesitamos esperar que alguna palabra de Dios extrabíblica y supernatural sea hablada a nuestros pensamientos subconscientes para saber lo que tenemos que hacer. Podremos discernir el curso sabio de acción. Dios no decide por nosotros y luego nos transmite sus decisiones. Como un buen Padre, él nos enseña a discernir lo que es bueno, aceptable y perfecto. ¿Cómo? Él está renovando nuestras mentes a medida que nos ponemos bajo su Palabra. Él nos está dando la mente de Cristo.
El mundo a nuestro alrededor está intentando encajarnos a presión dentro de su molde altamente individualista. Pero la Palabra nos está transformando en personas cuya identidad fluye de ser un siervo de Jesucristo y ya no de ser esclavos a nuestra propia independencia y realización personal.
El mundo que nos rodea está tratando de encajarnos a presión dentro de su molde consumista. Sus publicidades buscan convencernos de que no podemos estar contentos sin tener aquello que están vendiendo. No obstante, la Palabra nos está transformando en personas que pueden decir, «he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
El mundo que nos rodea está tratando de encajarnos a presión dentro de su molde de pensamiento que dice que el objetivo de esta vida es la comodidad y la seguridad. Sin embargo, la Palabra de Dios está renovando nuestras mentes para que así tengamos aspiraciones muy diferentes a las de simplemente tener una vida cómoda con una jubilación cómoda. Queremos dedicarnos al Evangelio hasta el día en que muramos. Creemos tan profundamente que nuestro Padre celestial está cuidando de nosotros y ha asegurado un futuro para nosotros en el que ganaremos todo, simplemente no nos preocupamos de perder aquí. Proseguimos «hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».
El mundo a nuestro alrededor busca presionarnos para que encajemos en su molde. Podemos ser amoldados por el mundo que nos rodea. No obstante, no tenemos que serlo; podemos resistir. Podemos ser amoldados por la Palabra de Dios. A medida que lo asimilamos, considérenlo detenidamente y vívanlo, nos va a cambiar de maneras profundas y agradables. Sabremos cada vez más cómo vivir en el mundo que nos rodea.
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección. | Traducción: María José Ojeda

