Una joven esposa de pastor se sentó frente a mí llorando, preguntándose cómo podría acompañar a su esposo en el ministerio con tres pequeños a cargo. Ella tenía una mente para la teología y un corazón por las mujeres, pero dos bebés la habían ralentizado un el último par de años y ahora ella estaba embarazada de su tercer hijo.
Puedo recordar los días en los que deseaba acompañar a mi esposo mientras corría tras los pequeños. Cuando era una joven esposa de pastor ayudante, le pregunté a una mujer mayor y más sabia cómo tener conversaciones espiritualmente animantes después de la iglesia con unos niños cansados y hambrientos pegados a mí. Su respuesta no estuvo llena del consejo práctico que esperaba: «a veces, sólo tienes que irte a casa», dijo.
A menudo, las esposas de los pastores sienten que lo que hacemos es insignificante comparado con el trabajo eternamente significativo de nuestros esposos. No son sólo los niños pequeños los que ralentizan el ministerio de las esposas. Dolor crónico, adolescentes rebeldes o padres enfermos pueden drenar el tiempo y la energía. O puede que simplemente seamos introvertidas que necesitan tiempo a solas con nuestros pensamientos. Nuestros esposos están en ello a tiempo completo (estudiando la Biblia y teología, predicando, discipulando, compartiendo el Evangelio y más). ¿Y qué estamos haciendo nosotras? Puede que no haya mucho en nuestra lista de quehaceres que parezca muy importante.
Muchos años atrás, mi familia pasó una semana en Las Tierras Altas de Escocia. Recorrimos un largo camino a través de las ondulantes colinas en nuestro viaje hacia la costa oeste. El escenario habría sido imponente, pero no pudimos verlo por la neblina. Con tres hijos inquietos empezando a tener hambre en la parte de atrás del auto, pensamos que el viaje nunca acabaría. ¿Cuántas veces puede una persona escuchar Fireflies de Owl City en medio de quejas y contiendas? Entonces, de pronto, alcanzamos la cima de un cerro, la neblina se disipó y vimos dos montañas esmeraldas enmarcando un profundo lago azul. Los exuberantes acantilados estaban decorados con variados tonos de verde, resaltado por los brillantes brezos y cardos púrpuras. Detuvimos el auto y contemplamos la escena, ahuyentando a los molestos tábanos, para luego seguir conduciendo y disfrutando la obra de arte de la creación de Dios. Sólo tuvimos que llegar al punto donde podíamos ver.
La vida para la esposa de un pastor puede ser así. Tenemos una visión limitada. No podemos ver cómo el Señor está usando nuestros esfuerzos diarios. Nuestro ministerio es menos «visible», a menudo pasa desapercibido, y a veces no es valorado. Debemos caminar a través de la neblina y llegar a una altura donde podamos ver el panorama completo. Lejos de ser insignificante, acompañamos diariamente a nuestros esposos a hacer el glorioso trabajo del ministerio.
La Biblia describe al matrimonio como una asociación conjunta. Desde el principio, Dios creó al hombre y a la mujer para propagar su imagen sobre la tierra, cuidando juntos de su creación (Gn 1:27-28). Más allá de cualquier arreglo comercial, los esposos y las esposas ya no son «dos, sino una sola carne» (Mt 19:6).
Por supuesto, los pastores tienen responsabilidades únicas que sus esposas no pueden cumplir. Los pastores son llamados a cuidar el rebaño de Dios, predicar y enseñar la Biblia a ovejas bajo su cuidado. No obstante, si tu esposo es llamado a ser pastor, tú eres llamada a ser la esposa de un pastor. Aun cuando no existe descripción bíblica para el rol de esposa de pastor, eres llamada a ser «una ayuda adecuada» (Gn 2:18). Cuando lo alimentas y cuidas la casa y a los hijos, lo estás ayudando a llevar la obra del ministerio. Pablo enseñó: «en el Señor, ni la mujer es independiente del hombre, ni el hombre independiente de la mujer» (1Co 11:11). Tu esposo no predica ni enseña independiente de ti. Y a medida que levanta líderes, a medida que comparte el Evangelio con no creyentes, a medida que cuida de las ovejas, eres su total compañera en todo lo que él hace.
Por lo tanto, si estás atascada y no puedes ver la importancia de tu ministerio, sube a la cima del cerro y contempla el trabajo de tu esposo. El fruto que él da es el fruto de tu ministerio también.
La predicación de la Palabra de Dios
Mañana me sentaré bajo la predicación de mi esposo, siendo fortalecida en adoración, regocijándome en la proclamación de la Palabra de Dios. A medida que el Evangelio sale, no sólo me sustenta a mí, sino que a todos los santos. ¿Qué puede ser más emocionante que la Palabra de Dios fortificando a la iglesia, «columna y sostén de la verdad» (1Ti 3:15)?
He acompañado a mi esposo en este glorioso trabajo. Le he preparado desayuno, almuerzo y cena. Llevé a mi hijo a la escuela y lo traía de vuelta, y hacía las compras de mercadería entre medio. Actué como intermediaria cuando llegaba gente a la puerta y respondía las preguntas que él no tenía tiempo de contestar. Incluso lavé, doblé y planché su ropa. Todos detalles comunes y corrientes de la vida, pero alguien tenía que hacerlos. Todo mientras él preparaba su sermón.
Predicar es el trabajo más importante de un pastor. Escucha la instrucción de Pablo a Timoteo:
En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino te encargo solemnemente: Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción (2 Timoteo 4:1-2).
Noten la urgencia en el encargo de Pablo. Él invoca la presencia de Dios y de Cristo, el juez venidero. Los predicadores trabajan para hacer avanzar el Reino de Cristo mientras esperan su regreso. La predicación está al principio de la lista de Pablo mientras que estar preparado, amonestar, reprender, exhortar y enseñar pacientemente son componentes necesarios de la tarea principal de Timoteo. ¡Qué tarea más incomparable!
Por tanto, hermana, regocíjate en la predicación de tu esposo. ¡Ora por él! (ver el artículo de Erin Wheeler sobre la oración). Cuida alegremente de los niños, intermedia, dale tiempo y equípalo corporalmente para la obra de «maneja[r] con precisión la palabra de verdad.» (2Ti 2:15).
Y por sobre todo, ¡anímalo! Dile cuánto te alegras a medida que hizo brillar la luz del Evangelio. Hazle saber específicamente cómo te has beneficiado de la aplicación que hizo. Animar a nuestros esposos los impulsa a continuar en el difícil trabajo del ministerio. Podemos ser como esa persona parada en la calle mientras pasan los corredores de la maratón, entregándoles un refrescante vaso de agua o alentándolos a continuar.
Levantando líderes
Susannah Spurgeon fue una esposa de pastor que se regocijaba en la predicación de su esposo. Ella también se regocijaba mientras él levantaba líderes. C. H. Spurgeon influenció a un sinfín de pastores y estudiantes de teología. Él fundó un seminario pastoral y supervisó el entrenamiento de cientos de estudiantes, dando discursos las tardes del viernes que se convirtieron en el libro, Discursos a mis estudiantes. Susannah estaba tan emocionada por el ministerio de entrenamiento de su esposo que ahorró dinero del presupuesto familiar a fin de comprar Discursos para pastores pobres que no podían comprar libros. Su «Fondo para libros» finalmente se expandió para levantar miles de libras esterlinas con el fin de enviar libros y periódicos teológicamente sanos a lo largo de todo Inglaterra y más allá. Por medio del trabajo de Susanna, los pastores fueron mejor equipados para predicar la Palabra de Dios. Todo comenzó con regocijarse en el entrenamiento de hombres para el ministerio de su esposo y terminó dejando un gran legado de enseñanza bíblica y teología sana en la iglesia.
Las esposas de pastores necesitan una visión a largo plazo de la iglesia. El objetivo final de cada pastor debe ser dejar a una iglesia saludable con líderes capaces que escogerán un pastor bíblicamente calificado para reemplazarlo. Las iglesias no pueden florecer espiritualmente sin ancianos que «ret[ienen] la palabra fiel que es conforme a la enseñanza» (Tit 1:9). Los ancianos fieles ayudan a nuestros esposos a guardar el Evangelio, no sólo para nuestra generación, sino también para la siguiente.
Sin embargo, levantar ancianos calificados toma tiempo: cafés, almuerzos, tiempo recreativo en la noche. Un pastor debe hacer todo esto, junto con otras reuniones, visitas y consejería. Esto significa tiempo lejos de ti. Puedes resentir la agenda ocupada de tu esposo o puedes subirte a bordo y comenzar a apoyarlo, como lo hizo Susannah.
Cuando nuestra iglesia reconoce nuevos ancianos, a menudo tengo lágrimas en mis ojos. Recuerdo cuando el hombre comenzó a interesarse en la teología y a resonar con la predicación de la Palabra de Dios. Recuerdo cuando mi esposo comenzó a reunirse y a leer libros con él, y vi crecer el ministerio del hombre en madurez y amplitud. ¡Qué alegría es ver a la iglesia reconociendo los dones que Dios les ha dado a los nuevos ancianos! Y pensar que tuve un pequeño rol en apoyar a mi esposo en eso.
Podríamos no estar casadas con un Spurgeon, pero como Susannah, podemos regocijarnos en los líderes que nuestros esposos levantan. Podemos mostrarles hospitalidad; podemos orar por sus familias y animar a sus esposas al mirar cómo el Reino se expande a medida que hacen el trabajo del ministerio.
También podemos aprovechar el tiempo cuando nuestros esposos están lejos. Conozco una esposa de pastor que aprovechó el tiempo en que su esposo estaba fuera de casa en reuniones de ancianos. En lugar de aceptar a regañadientes otra noche separados, ella acostaba a sus hijos e invitaba a una joven soltera para discipularla.
Levantar líderes no ocurre de la noche a la mañana. Nuestros esposos podrían estar pastoreando iglesias pequeñas o inmaduras. Puede tomar años que se desarrollen potenciales ancianos. Alaba a Dios por el trabajo paciente que tu esposo está realizando, invirtiendo en las vidas de hombres. Recuerda que el crecimiento en el Reino es como un grano de mostaza. Comienza pequeño, pero finalmente se convierte en un gran árbol. Sé paciente y acompaña a tu esposo, busca evidencias de gracia hasta que puedas disfrutar de la sombra.
Evangelismo
Uno de los trabajos más felices de un pastor es el evangelismo. Pablo exhorta a Timoteo a hacer «el trabajo de un evangelista». Si tu esposo es como el mío, probablemente has aprendido mucho de él sobre el evangelismo. Puede llevarse a cabo en cualquier parte: un taxi, una sandwichería, afuera de la casa de un vecino. Todos necesitan escuchar la buena noticia: el barrendero, el CEO y (para nosotros) el musulmán que entra al edificio de la iglesia buscando información.
He pasado por etapas de la vida en las que no estaba teniendo mucho contacto con el mundo exterior. Hubo meses, quizás incluso años, cuando no sentía tener una conversación entusiasta con un no creyente sobre el Señor. Sin embargo, el apóstol Pablo se regocijaba en la proclamación del Evangelio incluso a partir de la rivalidad y la pretensión en lugar de la verdad (Fil 1:17-18). ¿Cuánto más puedo regocijarme yo cuando mi propio esposo proclama la buena noticia de Cristo desde la buena voluntad y el amor?
Predicar, levantar líderes y evangelizar son sólo algunas de las responsabilidades de nuestros esposos. Existe más mientras «pastore[an] el rebaño de Dios» (1P 5:2). En todo su trabajo, estamos detrás de cámaras, ayudándolos y permitiendo que ocurra el ministerio.
Una variedad de oportunidades
Hace años hice un almuerzo para nuevos miembros de la iglesia. Después de que todos se fueron, John estaba lleno de energía y con emoción me preguntó si me había divertido. «¿Conociste a la pareja de India? ¿Tuviste alguna buena conversación?».
Miré mi cocina llena de platos y suspiré: «tuve una rápida conversación con la mujer de India (¿cómo se llamaba?), pero luego tuve que rellenar el arroz».
Había pasado la mayoría del tiempo alimentando, entreteniendo a los niños y corriendo de aquí para allá desde la cocina para asegurarme de que todos tuvieran suficiente comida. Ocasionalmente, podía divisar a John teniendo conversaciones profundas o liderando una discusión sobre el sermón que había predicado esa mañana. Estaba limpiando jugo mientras todos se presentaban, así que tendré que esperar la próxima reunión de miembros para saber exactamente quién había estado en nuestra casa.
Avancemos 15 años en el tiempo. Hace poco invitamos a un grupo de 40 estudiantes universitarios a almorzar. Mis hijos ahora en su mayoría son adultos (el menor tiene la edad suficiente para ser uno de esos estudiantes). Extrañaba las presentaciones (necesitábamos otra porción de arroz), pero esta vez pude sentarme y escuchar la discusión e incluso participar.
A medida que miro los años pasados, recuerdo los pequeños trozos de ministerio que pude hacer incluso durante los momentos familiares ajetreados: estudiar el evangelio de Marcos con no creyentes, escribir y liderar estudios bíblicos, aconsejar a recién casados. En realidad hay tanto que podemos hacer que nuestros esposos no pueden: llevar las cargas de otras mujeres, enseñarles a mujeres lo que es bueno. Sé de una esposa de pastor que una vez escribió un ministerio de niños completo en los años que educaba a sus hijos en casa. Otra esposa de pastor, una mamá de cuatro, discipula mujeres en su cocina mientras cocina. Persistir en los pedacitos de ministerio puede sumar tremendamente al ánimo de nuestros esposos e iglesias en el tiempo.
Las situaciones de la vida cambian. El ministerio cambia. Acompañamos más a nuestros esposos en algunas temporadas más que otras. No obstante, ya sea que estemos ocupadas cambiando pañales o discipulando, evangelizando, enseñando y más, podemos regocijarnos en el trabajo de nuestros esposos.
Después de todo, es a través de la iglesia que «la infinita sabiduría de Dios [es] dada a conocer ahora por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales» (Ef 3:10). Estamos con nuestros esposos en las primeras líneas de dar a conocer la gloria de Dios. Y al final, somos sus «coherederas de la gracia de la vida» (1P 3:7). Eso significa que tenemos el mismo destino celestial, una herencia en el Reino de Dios que nunca se desvanecerá.
Este artículo fue publicado originalmente en 9Marks. Usado con permiso.
Keri Folmar
Keri Folmar vive en Dubai, donde su esposo John sirve como pastor de la iglesia United Christian de Dubai. Es autora de muchos libros, el más reciente The Good Portion: The Doctrine of Scripture for Every Woman [La buena porción: la doctrina de la Escritura para cada mujer].