Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Hoy en día, Dios nos ha bendecido con un sinnúmero de hombres fieles que lideran bien a sus iglesias. Alabamos a Dios por cada hombre que guarda cuidadosamente su vida y su doctrina por el bien de su propia alma y las de aquellos que le han sido confiadas (1Ti 4:16). Puede que estos hombres fieles pasen desapercibidos para el mundo, e incluso, puede que aquellos a quienes sirven no les agradezcan su trabajo lo suficiente. No obstante, nosotros damos gracias a Dios por ustedes. Muchos de ustedes escuchan este pódcast.
Sin embargo, uno de los temas más dolorosos que aparece en nuestro buzón de entrada son las consecuencias que tienen los pecados de pastores infieles. Los pastores les pueden fallar a sus congregaciones cuando descuidan sus vidas y su doctrina. Estas situaciones son trágicas, muy dolorosas y, a menudo, devastadoras. Las desgarradoras historias que nos llegan así lo confirman. Ninguna iglesia es inmune. Las transgresiones ocurren en las megaiglesias y en las pequeñas iglesias rurales. Fueron un problema lo suficientemente grande entre los sacerdotes del Antiguo Testamento como para producir las severas advertencias que leemos en los profetas. De hecho, Dios reservó parte del lenguaje más duro en la Biblia para los sacerdotes que fallaron moralmente como lo veremos hoy en Malaquías 2:1-9. Este texto aún sigue siendo relevante para los pastores de hoy, tal como lo explicó el pastor John en un sermón, aproximadamente 34 años atrás[1], en 1987. Los dejo ahora con el pastor John.
Ya observamos anteriormente en Malaquías 2:7 que realizar sacrificios no era la única tarea de los sacerdotes: «Los labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los hombres deben buscar la instrucción de su boca, porque él es el mensajero del Señor de los ejércitos».
En otras palabras, los sacerdotes eran maestros y no solo los encargados de llevar a cabo los sacrificios, y por eso es que el texto es relevante hoy en día; está dirigido a los ministros de la Palabra, y muestra que pueden fallar triste y dolorosamente, pero también pueden tener un éxito glorioso. De eso habla este texto aún tan relevante hoy porque encontramos esta realidad de fracasos y éxitos ministeriales en todo nuestro alrededor.
Mayor severidad
La última vez concluí con un resumen general y me referí brevemente al tema con el que esta mañana quiero empezar, concretamente, una lista de dichas fallas; y posteriormente examinaré el éxito en el ministerio.
Déjenme darles un resumen nuevamente. Los versículos 2, 8 y 9 señalan cinco fallas en el ministerio sacerdotal, cinco fallas pastorales. Los versículos 5, 6 y 7 describen el éxito en el ministerio de la Palabra, tal como se supone que debería ser. Pero lo que no mencioné la semana pasada fueron las advertencias contra los sacerdotes, los pastores, para hacer cumplir las instrucciones dadas en los versículos 5-7 y para redimirlos y mejorar su conducta con respecto a sus fallas. Encontramos esas advertencias en los versículos 2, 3 y 9. Creo que este sería un buen lugar para empezar. Comencemos, entonces, con las advertencias que principalmente se dan aquí, no por las advertencias en sí, sino para despertar a estos sacerdotes que estaban fallando, rescatarlos de la destrucción y conducirlos al éxito.
Antes de examinarlas en detalle, me gustaría referirme a la lección que aprendo de estas advertencias: los pastores, los ministros de la Palabra, no estarán exentos de ser juzgados en el juicio final. Se me ocurrió esta semana, mientras reflexionaba en esto, que cuando yo esté de pie ante Cristo en el último día, cada uno de estos sermones será puesto sobre la mesa delante del juez, y luego Romanos 2:21 será leído en la corte: «Tú, pues, que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo?».
Piensen muy bien antes de envidiar a sus pastores en el último día. Santiago dice: «Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo» (Stgo 3:1).
Cuatro advertencias sacerdotales
Leamos ahora estas advertencias en los versículos 2-3 y luego continuaré en el versículo 9.
«Si no escuchan, y si no deciden de corazón dar honor a mi nombre», dice el Señor de los ejércitos, «enviaré sobre ustedes maldición, y maldeciré sus bendiciones; y en verdad, ya las he maldecido, porque no lo han decidido de corazón. Yo reprenderé a su descendencia, y les echaré estiércol a la cara, el estiércol de sus fiestas, y serán llevados con él […] “Por eso Yo también los he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, así como ustedes no han guardado mis caminos y hacen acepción de personas al aplicar la ley”»
Hay cuatro advertencias en esos tres versículos.
1. «Enviaré sobre ustedes maldición» (v. 2).
2. «Maldeciré sus bendiciones», creo que esto se refiere a las palabras que hablan, destinadas a ser la bendición del pueblo, las transformaré en plaga sobre él (v. 2).
3. «Reprenderé a su descendencia», o quizás «sus cultivos» porque en hebreo la palabra para «descendencia» también podría ser usada para «semilla». En otras palabras, la maldición se extenderá mucho más allá de ustedes, ya sea a sus hijos o a su tierra.
4. Les echaré el estiércol de estas ovejas maltrechas, con patas quebradas y ciegas a la cara. O como el versículo 9 explica: «Los he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo».
¿Por qué está Dios tan enojado? ¿Se dan cuenta de que está enojado, no es cierto? Porque cuando hablamos de echar estiércol a la cara de alguien, no estamos tratando desapasionadamente con una desobediencia menor; estamos al borde de la ira. Nada es más horrible que imaginar la belleza de la santidad volviéndose ira omnipotente en nuestra contra, y eso es exactamente lo que les está pasando a los pastores de Israel en estos versículos.
Cinco fallas sacerdotales
Dios está enojado por estas cinco fallas. Examinémoslas.
1. No escuchar a Dios o dejar de escucharlo: «Si no escuchan […]» (v. 2). Es una falta porque no se puede proclamar lo que no puedes oír.
2. No tener un corazón para la gloria de Dios: «“Si no deciden de corazón dar honor a mi nombre”, dice el Señor de los ejércitos […]» (v. 2). Y esa es la raíz del problema, hermanos y hermanas. A medida que avancemos esta mañana hacia los éxitos pastorales, veremos claramente que esa es la raíz del problema. Un pastor que no da de corazón honor a la gloria de Dios es un fracaso, no importa cuán llena esté su iglesia o cuán extenso sea su ministerio.
3. Se han desviado de los caminos de Dios y sus vidas no están en armonía con sus enseñanzas. Miremos la primera línea del versículo 8: «Ustedes se han desviado del camino». Ahora volvamos a mirar el versículo 9: «Yo también los he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, así como ustedes no han guardado mis caminos». La tercera falla, entonces, es no practicar lo que predican. Sus vidas están enfocadas en el mundo. No están caminando con Dios. Dicen una cosa, pero hacen otra.
4. Muestran parcialidad en su enseñanza. El versículo 9 dice: «Ustedes no han guardado mis caminos y hacen acepción de personas al aplicar la ley». ¿Qué significa eso? Significa que estaban haciendo con la Palabra de Dios lo mismo que hicieron con los sacrificios de Dios. ¿Recuerdan qué era eso? Le ofrecieron a Dios ovejas maltrechas, con patas quebradas o ciegas para quedarse ellos con el máximo de dinero en sus bolsillos. Si no las puedes vender, dáselas a Dios y llena tus bolsillos.
Y eso es exactamente lo que estaban haciendo con la enseñanza. Era precisamente lo que les enseñaban a sus congregaciones para que sus bolsillos estuvieran llenos. Actúan para su audiencia. Le decían a Daddy Warbucks lo que quería escuchar[2]. Dicen: «“Paz, paz”, pero no hay paz» (Jer 6:14; 8:11). Hacen lo que Miqueas 3:11 describe: «Sus jefes [los de Jerusalén] juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan por precio, sus profetas adivinan por dinero». Cuando la gloria de Dios ya no satisface el corazón de un predicador, él puede hacer dos cosas: retirarse del ministerio o quedarse a predicar por dinero. Sería mejor que se retirara.
5. El resultado de todo esto lo tenemos en la mitad del versículo 8: «Han hecho tropezar a muchos». Déjenme hacerles una pregunta: ¿creen ustedes que los pecados de los pastores, de los líderes cristianos, son más graves que el de los demás? Yo sí. Pero no porque un pecado sea de una naturaleza o calidad diferentes en sí, sino porque el pecado de los líderes cristianos se agrava por el hecho de que el peso de la responsabilidad pública debería impedirlo, pero no fue así.
No sé si ya han revisado la edición de Christianity Today[3] de esta semana. Está disponible en nuestra biblioteca; se las recomiendo. Encontrarán dos o tres artículos sobre los pecados de los líderes cristianos y cómo ellos pueden (o no) ser restaurados. También hay un artículo corto de David Neff, editor asociado. Esto es lo que él dice:
El líder que coquetea con mujeres rompe la confianza que una extensa comunidad ha puesto en él: confianza en su visión, su integridad, su sabiduría y veracidad. Y la esencia del liderazgo descansa en esa confianza. Por eso, un líder que rompa la confianza de manera fundamental y pública, deja de serlo inmediatamente («Are All Sins Created Equal?» [«¿Son todos los pecados creados iguales?»])[4].
Y yo creo que Neff tiene razón.
Dios aborrece la hipocresía ministerial
Tengo muchos deseos de referirme al éxito del ministerio pastoral, pero antes quisiera aplicar lo que he dicho hasta ahora a aquellos de ustedes que están aquí hoy día y que han sido víctimas de las fallas sacerdotales. Tengo en mente a esas personas que han visto en ministros de la Palabra la suficiente hipocresía, oportunismo, inconsistencia, mundanalidad, debilidad, codicia, cobardía, mezquindad, dureza e insensibilidad como para poner un gran signo de interrogación a toda la misión cristiana. Quizás han construido un muro en sus almas, en sus corazones, que no deja pasar nada que proceda del mundo cristiano porque simplemente no están seguros de querer seguir teniendo que ver con toda esa confusión.
Hay un mensaje de aliento en este texto para este tipo de personas aquí presentes esta mañana, y me gustaría parafrasearlo lo mejor que pueda. Déjenme hacerlo porque es lo que creo que Dios les está diciendo a aquellos que han sido víctimas de fallas sacerdotales. Esto es lo que Él dice:
Aborrezco la hipocresía ministerial diez mil veces más que ustedes, y voy a echar estiércol en el rostro de estos hipócritas ministeriales; a esos que han abandonado mi gloria, que se han desviado de mis caminos, que enseñan por remuneración y hacen tropezar a muchos. «Mía es la venganza, yo pagaré» (Heb 10:30). No la lleven más; es mía y yo ejerceré una venganza infinitamente más grande de lo que ustedes se pueden imaginar en sus pequeños momentos de venganza.
Sería una enorme tragedia si esta mañana alguien se desviara de la gloria —la gloria intachable— de Jesucristo, Rey de reyes, debido a la conducta o falla hipócrita de uno de sus mensajeros cuando Dios mismo le echará estiércol a su cara, porque Él los ama y aborrece cuando su gloria es profanada. ¿No sería una trágica ironía si dejaran que ese hipócrita los arrastrara junto con él al infierno? No dejen que eso pase. No dejen que Satanás use sus ministros del mundo de capas luminosas para arrastrarlos al infierno junto a ellos. Eso es lo que Dios les dice en este texto a las víctimas de las fallas sacerdotales.
John Piper © 2021 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. Traducción: Marcela Basualto
[1] N. del T.: este artículo fue publicado el 2021.
[2] N. del T.: Personaje ficticio de la tira cómica Little Orphan Annie.
[3] N. del T.: Christianity Today es una revista cristiana evangélica fundada en 1956 por Billy Graham y publicada mensualmente.
[4] N. de. T.: traducción propia.