¿Cuáles son las necesidades más urgentes de las mujeres cristianas en la actualidad?
Creemos que, en la actualidad, la mayor necesidad de las mujeres cristianas es ser mujeres bíblicas. Es por eso que, en un esfuerzo por aconsejarnos oportunamente, debemos comenzar instándonos a no desaprovechar la predicación de nuestros pastores.
La predicación del pastor encabeza nuestra lista porque Dios ha designado hombres con dones para «predicar lo que va de acuerdo con la sana doctrina» (Tit 2:1; Hch 2:42 y He 13:7) y entregar su mensaje a su iglesia. Si los predicadores son mensajeros de Dios llamados a traernos su Palabra, más vale que prestemos mucha atención (J.I. Packer).
Continuamente debemos, también, animarnos y exhortarnos mutuamente para que «nuestro más grande y primordial interés» sea estar diariamente en la Palabra de Dios (George Müller).
Esto nos lleva a nuestra segunda preocupación: que «no se hable mal» de la Palabra de Dios —que no neguemos nuestra doctrina con nuestras vidas, ni abramos la puerta a que el evangelio sea ridiculizado por nuestro comportamiento, ni demos razones para que los enemigos de Cristo hablen mal de nosotros; sino que, como mujeres cristianas, mostremos la belleza y el poder del evangelio (Tito 2:5,8,10)—.
¿Cómo podemos cumplir esta abrumadora tarea? Pablo le dice a Tito:
«Las ancianas (…) deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la palabra de Dios» (Tito 2:3-5).
Esta lista de lo bueno, tal como cualquier otra lista de las Escrituras, no es exhaustiva. El discipulado de las mujeres cristianas incluye más que la enseñanza de Tito 2 —nunca menos—. Lo que aquí tenemos es la pauta explícita de un currículo centrado en el hogar, que debe ser enseñado por las mujeres mayores a las más jóvenes, y que no debemos osar descuidar si queremos permanecer fieles a la Escritura.
Las instrucciones de Pablo no limitan ni restringen el discipulado cristiano de mujeres, pero deberían moldear nuestras prioridades. Si nuestro discipulado individual o congregacional ignora o descuida pasajes como Tito 2 —si dejamos (intencional o involuntariamente) la aplicación de la sana doctrina a la vida y hogar de una mujer en el cuarto de las escobas junto con las sillas rotas y los viejos adornos de boda—, entonces debemos reconsiderar si las prioridades de nuestro ministerio están alineadas con las de la Palabra de Dios.
¿Significa esto que la enseñanza de las mujeres no debe salirse de Tito 2 ni de la femineidad bíblica? ¡Claro que no! El discipulado cristiano incluye una variedad de temas que surgen de la Palabra de Dios, y me gozo al ver cómo Dios levanta mujeres piadosas con dones para enseñar a otras mujeres, y en una etapa de la vida que les permite hacerlo sin dejar de ser fieles a las responsabilidades que Dios les dio en el hogar.
Pero a medida que moldeamos el ministerio para mujeres y definimos el discipulado en nuestras iglesias locales, una iglesia sana —como la que Pablo describe a Tito— necesita un pastor que predique la sana doctrina y mujeres mayores que enseñen a las jóvenes cómo vivir de acuerdo a ella.
El pastor no puede hacer nuestra parte más de lo que nosotras debemos hacer la suya en la conducción de la iglesia. Un pastor debe enseñar la sana doctrina, «todo el consejo de Dios» (Hch 20:27), pero hay muchas lecciones de femineidad piadosa que una mujer debe aprender del ejemplo e instrucción de otra. Por lo tanto, no debemos descartar ni despreciar nuestra tarea.
¿Y qué es lo que ésta involucra? Elisabeth Elliot explica:
Es poco probable que el apóstol Pablo estuviese pensando en clases bíblicas, seminarios o libros cuando habló de enseñar a las mujeres más jóvenes. Él se refería a cosas simples; el ejemplo diario, la disposición a dejar por un momento nuestros propios intereses para orar con la madre ansiosa, recorrer junto a ella el camino de la cruz —con sus tremendas demandas de paciencia, desinterés, y misericordia—, y mostrarle, en la rutina del lunes al sábado, cómo mantener un espíritu sereno… Por medio de un ejemplo así, una joven —soltera o casada, cristiana o no— puede vislumbrar el misterio de la caridad y la gloria de la femineidad.
Enseñar la femineidad bíblica no es superficial ni frívolo. Tito 2 no es un pasaje que te invita a compartir intereses comunes; es «el camino de la cruz». Es un llamado a que las mujeres cristianas ayuden a otras a entrever «el misterio de la caridad y la gloria de la femineidad».
Tito 2 llama a las mujeres a una comprensión profunda del evangelio que se manifiesta en un amor genuino y sacrificial por la familia y el hogar; una pureza y un autocontrol contracultural que sólo puede alcanzarse con el poder del Espíritu Santo. Es un estilo de vida que proclama en voz fuerte y gozosa a nuestro mundo agonizante:
En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien (Tito 2:11-14).
Antes de ser congregacional y global, la pregunta «¿qué es lo que más necesitan las mujeres cristianas?» es personal e inmediata. ¿Qué es lo que más necesitamos tú y yo? ¿Qué es lo que más necesita la joven sentada a mi lado en la iglesia?
Todas necesitamos a un «Tito», un pastor que nos enseñe lo que va de acuerdo con la sana doctrina; todas necesitamos deleitarnos y meditar en la Palabra de Dios día y noche (Sal 1:2); y todas necesitamos mujeres mayores que nos ayuden a aplicar en nuestra vida diaria la enseñanza centrada en el evangelio —para la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo—.