¿Cómo podemos continuar orando correctamente por Ucrania, por Rusia, por la iglesia de Cristo en esos países y por todos los que sufren amargamente este conflicto? Me restrinjo aquí solamente a entregar algunas pocas recomendaciones, teniendo como telón de fondo la potente y penetrante enseñanza de nuestro Señor Jesús en la parábola del fariseo y del publicano relatada en Lucas 18:9-14. Allí Jesús nos recuerda, a través de la figura del fariseo, que es posible orar con tal autojusticia y con una visión tan torcida de la realidad a causa de la dureza del propio corazón, que uno termine orando «consigo mismo» (v. 11 [NVI]) y no al Señor. Por eso, quisiera solo entregar una breve —y para nada completa— lista para tener en consideración cuando oremos por este conflicto armado.
1. Sigamos orando no solo por Ucrania, sino también por Rusia
Entendemos que, en esto al menos, el consenso internacional es correcto: Vladimir Putin es un tirano y sus acciones militares son condenables y despreciables. Sin embargo, el mismo pueblo ruso manifiesta, en mayor o menor medida, oposición y hasta dolor ante la invasión a Ucrania. Debemos cuidarnos como creyentes de no caer en ese juego hipermediático y ridículo de la «rusofobia», negándonos a beber vodka ruso, quitando el Strogonoff del menú o desechando las obras de Dostoyevski. Orar solo por Ucrania y por los ucranianos sería una miopía inaceptable para los creyentes en Cristo, con mayor razón aún si consideramos los datos estadísticos que nos muestran que en ambos países ha habido un crecimiento exponencial de las iglesias evangélicas. Esto implica que, en este momento, sin duda, más de algún soldado ruso que recibió a Cristo en su corazón se está enfrentando en armas contra algún hermano suyo que también recibió a Cristo en Ucrania. Los soldados deben cumplir con su deber, pero el dolor y la pena con la cual más de alguno de ellos debe estar viviendo este conflicto debe ponernos de rodillas para clamar por ambos pueblos, ambas naciones, con el mismo amor por la gloria de Dios y por la manifestación del Reino de Cristo en la historia. Recordemos las palabras de Santiago 2:1 (RV60): «Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas».
2. Al orar, busquemos también maneras de entregar ayuda concreta a quienes están sufriendo los horrores de esta guerra
El mismo Santiago en el capítulo 2 versículos 15 y 16 nos recuerda que «Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: “Vayan en paz, caliéntense y sáciense”, pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?». Sin duda alguna, cuando el anónimo y humilde hijo de Dios ora, puede participar en la transformación de realidades y hasta trastocar eventos mundiales para la gloria de Dios. No obstante, tenemos también el deber de mostrar compasión de formas concretas y sencillas mediante ofrendas que, aunque a nosotros humanamente nos parezcan pequeñas, pueden hacer una inmensa diferencia para una familia de refugiados. Aquí dejo solo una de muchas alternativas que existen para apoyar a organizaciones evangélicas que están prestando ayuda concreta a refugiados ucranianos. En este caso, la organización misionera Steiger está brindando apoyo en el traslado, recepción y reubicación de familias de refugiados ucranianos, ayudándoles a instalarse de forma segura en Polonia y en Alemania. Si quieres realizar una donación, puedes hacerlo mediante la siguiente página: https://steiger.org/ukrainerelief
3. Cuidémonos de no orar con el corazón atado a los ídolos de este tiempo
El fariseo de la parábola amaba más su autojusticia y moralidad (junto con el reconocimiento y posición social que eso le daba) que a Dios, por eso «oraba consigo mismo» y no al Señor. La raíz de su problema era la idolatría. Muchas veces, a nosotros también, los ídolos nos impiden orar como corresponde, ya que en vez de orar «venga tu Reino y hágase tu voluntad», nos podemos hallar orando todo lo contrario y clamando al Señor: «¡por favor, Dios, no permitas que los imperios de este mundo caigan!». Y aquí me estoy refiriendo específicamente al ídolo que podríamos llamar COMG (Cultura Occidental Moderna Globalizada), esa cultura caracterizada por el libre comercio, los estados democráticos y el respeto irrestricto a las libertades individuales de cada uno (incluso la de matar a tu propio hijo en el vientre). Un ídolo que lleva 30 años y más prometiéndonos bienestar, libertad, prosperidad y paz. Con este conflicto, las promesas del ídolo COMG parecen desvanecerse frente a nuestros ojos: la idea de una civilización global pacífica, tolerante, próspera, democrática y respetuosa de los Derechos Humanos y de las libertades individuales se ve amenazada cuando en la mismísima Europa, el corazón de la COMG, comienza un conflicto armado y las ciudades se convierten en campos de batalla después de 80 años sin guerra. Ante este escenario, muchos podemos comenzar a orar con desesperación «¡ah, Señor! Que este ídolo nuestro no caiga, ¡por favor!». ¿Podemos siquiera imaginar una oración más blasfema que esta? Ruego a los lectores que no se precipiten: es evidente que la tiranía de Putin es también un proyecto de características idolátricas que tampoco queremos que avance ni menos que venza. Lo que anhelamos los cristianos va más allá de los clamores paganos y blasfemos de izquierdas y derechas: anhelamos que el Reino de Cristo pronto llegue a su consumación, que pronto estos juegos de poder humanos acaben y veamos volver en las nubes del cielo, en toda su gloria, al único que hará un nuevo cielo y una nueva tierra: a Jesucristo, Hijo de Dios, Rey de reyes y Señor de señores. Por eso, mientras oramos por este conflicto no dejemos de clamar: «¡venga tu Reino! ¡Hágase tu voluntad!».
4. Finalmente, que orar por Ucrania y Rusia nos ayude a orar regularmente también por tantos otros lugares del mundo que se encuentran en guerra y, especialmente, por la iglesia que allí sufre
En este momento también están ocurriendo invasiones, muertes de niños y enfrentamientos armados en Palestina, Israel, Irak, Afganistán, Yemen y Etiopía (solo por nombrar algunos), y los creyentes en Cristo que se encuentran en esas regiones también, sean pocos o muchos, necesitan nuestras oraciones y nuestro apoyo. Y todo esto, sin mencionar tantos otros lugares donde cristianos sufren persecución. Tal vez esta guerra nos ayude a darnos cuenta de que podemos mantener, como motivo regular de oración en nuestras iglesias, a los países que están en guerra y recordarnos también que todo hombre y toda mujer que sufre, sin importar etnia, color de piel, trasfondo cultural, etc. son imagen y semejanza de Dios y han de ser mirados con compasión, amor y un clamor en los labios por ellos.
Que el Señor nos ayude a orar correctamente y a actuar sabiamente ante este y otros conflictos.