Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (2 Pedro 3:18a)
En el devocional anterior vimos cómo Pedro anima a los creyentes a que, frente a todo lo que les ha advertido a lo largo de su carta, se mantengan alertas para no ser arrastrados por el error de los falsos maestros. Sin embargo, mantenerse alerta no es suficiente para el cristiano, pues además debemos crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Lo primero que nos muestra Pedro es que el crecimiento en la vida cristiana es algo constante que nunca debe cesar, por más años que se puedan llevar en la fe. Los creyentes nunca van a alcanzar un nivel de madurez tal que no les exija seguir creciendo en el Señor. El verdadero creyente se mantiene creciendo a lo largo de toda su vida. Concretamente, Pedro nos dice que debemos crecer en dos áreas: en la gracia y el conocimiento de Jesucristo.
La gracia no es un concepto finito que se aprende totalmente de una vez y para siempre, sino que tiene una profundidad que descubrimos a lo largo de toda nuestra vida. La manifestación de esa gracia se da en que, aun siendo pecadores, Jesucristo murió por nosotros. Eso es algo concreto, pero su profundidad y aplicación es inagotable. Cada día de nuestra vida descubrimos cuánto más pecadores somos y cuánto más inmerecedores somos de su amor, y por otro lado, cuánto más grande es su gracia para haber entregado a su Hijo para nuestra salvación. Cada día nuestro pecado se hace visiblemente más grande para nosotros, y su sacrificio con el que pagó por ese pecado se hace más grande también. Por tanto, su gracia es un concepto dinámico que cada día debemos ir conociendo. Si esto no ocurre, es muy fácil que comencemos a dejar de lado la centralidad del evangelio, a ponernos legalistas o bien a ser atrapados por la condenación. Es como cuando vas viajando y, a lo lejos, ves que aparece una gran ciudad que al principio se ve de manera muy pequeña, pero que, a medida que te vas acercando, se ve cada vez más y más grande. La vida cristiana es un viaje que nunca termina donde, cada día, la gracia de Dios se ve más y más grande para nosotros. Si viajamos con la mirada puesta en descubrir cada día la grandeza de su gracia, ninguna otra cosa nos apartará del camino.
Lo segundo en que Pedro nos llama a crecer es en el conocimiento de nuestro Señor Jesús. Antes que todo, debemos recordar que la verdad no es una doctrina, una denominación, o un cuerpo de ideas, sino una persona. Jesús dijo yo soy la verdad, el camino y la vida. Por tanto, antes que todo, debemos crecer cada día de nuestra vida en conocer a esa persona: el Señor Jesús. Conocer a Jesús como persona también es algo interminable. Debemos conocer sus mandamientos, sus enseñanzas, su vida, sus promesas, etc. Y esto no es algo estático que ocurre solo por medio de la lectura de los cuatro Evangelios, sino algo que hacemos por medio de todos los libros de la Biblia. Todo el Antiguo Testamento nos ayuda a entender correctamente la profundidad de la vida y obra de nuestro Señor y Salvador, así como el Nuevo Testamento nos la da a conocer.
Después de la resurrección, cuando Jesús iba con sus discípulos camino a Emaús, se nos dice que: “Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras” (Lucas 24:27).
Por tanto, el conocimiento inagotable que todo cristiano debe adquirir de nuestro Señor Jesucristo a lo largo de toda su vida se debe dar por medio de todas las Escrituras, pues como él mismo lo enseñó, todas ellas hablan de él.
Pero como es una persona, no solo le conocemos por medio de su Palabra, sino también mediante una relación con él por medio de la oración. Es una persona con la que, por medio de su Espíritu Santo, podemos relacionarnos íntimamente día a día y crecer en un conocimiento inagotable de él. Mi abuelo me dice que lleva más de 50 años casado y que jamás ha terminado de conocer a mi abuela. Nunca terminaremos de conocer la belleza y majestuosidad de nuestro Señor Jesús en toda nuestra vida, pero cada día, nuestra comprensión de él debe crecer sin cesar.
Al mirar este último año de vida cristiana, ¿puedes ver que has crecido en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús?
Pedro nos llama a recordar que el cristianismo está muy lejos de ser algo estático y finito, por lo que, día tras día, debemos ir en búsqueda de un crecimiento inagotable.